Lejos de las rejas

CAPÍTULO 5 - Mi vecina borracha

El mesero se acercó nuevamente a nuestra mesa con dos copas de agua en una bandeja, su presencia disipó un poco el tenso ambiente entre mi madre y yo. Cuando la copa tocó mi parte de la mesa, rápidamente la tomé entre mis delgadas manos, necesitaba deshacerme del nudo que cargaba en mi garganta.

Magaly agradeció a Adam con un gesto de cabeza, este ajeno a lo que había pasado minutos antes, le tendió un papelillo con lo que parecía ser un número de teléfono ella lo agarró para luego guardarlo en su bolso. Si fuera otro día y en otro momento estaría mandándome chispas de alegría, sin embargo, ahora las únicas chispas que desprendían de su cuerpo eran de odio puro. Ignoró las siguientes palabras del mesero y devolvió su atención a mi madre.

—  ¿Qué le da derecho a usted de abofetearla frente a un montón de gente? — inquirió ella con el ceño fruncido, estaba tan enojada que las lágrimas de cólera se asomaron brevemente en sus ojos cafés.

— Soy su madre, y tú no te metas en esto.

— Sí, si me meto — contraatacó. —No sabía que las madres abofeteaban y humillaban a sus hijas en público.

Alzó sus brazos por los aires demostrando su ya evidente enfado, Magaly se lo tomó muy personal, pareciese que fue a ella a quien cachetearon.

El pobre chico pasó de ser el centro de atención a quedar en segundo plano, observó la escena por unos instantes hasta que fue llamado por su supervisor para atender otra mesa. No habían pasado ni veinte minutos cuando el hombre ya presenció el verdadero carácter de Maggi, no temía salir a la defensa y explotar frente a la madre de su amiga.

— Desde que eres amiga de mi hija ella no sabe hacer nada más que tutearnos, eres una mala influencia para ella — la señaló con el dedo subiendo considerablemente el tono de su voz.

Magaly se rió con ironía. —Más bien la mala influencia en la vida de Marisol son ustedes que solo saben chuparle la sangre como sanguijuelas que son.

Mi madre abrió la boca ofendida, su blanca piel y cabello negro azabache combinado con ese caro vestido veranero de encaje que le llegaba hasta los tobillos parecían afirmar lo que decía Maggi. Mi madre no conocía otra vida que los lujos, pues no hacía nada más que tomarse fotos para Instagram y gastar los ahorros de papá. Pero bueno, mi padre también se lo permitía, ambos eran tal para cual.

— Marisol, ven a sentarte con nosotros. Después de comer nos iremos a casa todos— ordenó ella, haciendo caso omiso a lo que dijo Maggi, y fingiendo que yo ya había olvidado el ardor que aún permanecía en mi cachete.

La única razón por la que permanecí en silencio en todo este rato es porque aún intentaba procesar el hecho de que Laura estuviera de regreso y mis padres lo aceptaran como si nada hubiese pasado estos últimos años.

— Sol no se va a ir a ningún lado con ustedes, ella se quedará conmigo hasta el fin de semana— mintió.

— Marisol, ven ahora mismo.

Ni me inmuté, observaba mi copa como si se tratara de un objeto fascinante.

— No— respondí terminante.

— Sol, vámonos de aquí— me pidió una Magaly ya preocupada por la situación.

Pero yo estaba decidida a esperar mi desayuno. — Dile al mesero cuando venga que nos llevaremos el desayuno.

Entonces sin más le brindé la sonrisa más falsa del mundo, pero la verdad es que deseaba no haber nacido, de esa forma todos serían más felices sin mí.

— Grosera, cuando vayas a casa te la tendrás que ver conmigo y tu papá — musitó devolviéndose a su mesa, gracias a las personas quienes ya estaban murmurando un par de cosas. A ella nunca le gustó ser el centro de negatividad, en mi caso no podía estar más que acostumbrada.

— ¿Sol estás bien? No creo que sea bueno esperar el desayuno con esa gente aquí, además nos miran y dios tu mejilla se está poniendo morada — se llevó ambas manos a la boca muy preocupada.

— Solo quiero comer mi desayuno eso es todo, muero de hambre.

—Pero podemos ir a otro lado Sol…—pidió ella amablemente.

— No, yo quiero el desayuno de aquí.

— Bueno si quieres… pero insisto en que no es buena idea.

Los siguientes minutos fueron eternos, cuando llegó el mesero le pedimos la comida para llevar. Segundos más tarde el nos trajo nuestra comida envueltas en unas bellas cajas color dorado con el logo del restaurante impreso. Salimos del restaurante pero yo sentí sus miradas en mi espalda en todo momento, en mis adentros yo me preguntaba porque mi padre permitió todo eso, pero eso fue borrado por nuestra última conversación.

Él pensaba que yo era una mediocre.

De tanto escucharlo empezaba a creérmelo de alguna forma.

El resto del camino Maggi y yo comimos en silencio dentro del auto, nuestra siguiente parada fue lo que sería pronto mi antiguo hogar.

Alex nos recibió y afortunadamente ellos aún no llegaban.

— Mari que bueno que llegas, no sabes de lo que me enteré hoy…

— Laura, ya lo sé.

— ¿Pero cómo…?— preguntó confusa.

—Sol y yo no los encontramos por casualidad en el Casco Viejo — intervino Maggi en la conversación. —Y ya sé que tienes muchas preguntas, pero no creo que Sol quiera hablar de eso. Además vinimos a buscar sus cosas.

— ¿Qué? ¿Te vas a mudar? —la voz de Alex se quebró con la segunda pregunta, sabía lo que significaba eso para nosotras. Ella tan solo tenía dieciséis años y debía soportar el problema que se le venía encima al tener que vivir ahora con Laura.

— Sí, ya no soporto un segundo más aquí— confesé, por primera vez en mucho tiempo estaba siendo sincera con mi hermana menor. Siempre trataba de hacerle todo más fácil para protegerla, pero ya era hora de que creciera.

— Pero Mari, no puedes irte… si te vas me quedaré sola aquí —sollozó.

— Alex, escúchame. Tienes que ser fuerte ¿okay? Estarás bien sin mí, y a diferencia de mí no tendrás los mismo malos tratos. Eres la consentida de la casa, no la pasarás mal.



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En el texto hay: comedia, chicossexys, picante

Editado: 27.11.2021

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