Llegamos al departamento, el resto del camino nadie comentó nada más, pero de vez en cuando sentía su mirada sobre mí.
En cuanto entré a mi habitación me di una ducha rápida y me cambié de ropa, al salir lo vi a él fuera esperándome.
— Eh, yo puedo irme sola a partir de ahora — comenté nerviosa.
— Puedo llevarla a dónde desee si quiere, además es muy tarde para que esté sola por ahí.
— Puedo cuidarme por mi cuenta.
— Lo sé, pero su amiga me pidió cuidarla bien. Así que solo por esta noche permítame acompañarla.
No quería discutir, y estaba muy apurada. Tenía miedo de llegar y no encontrar el rostro sonriente de mi abuela, medité bien la situación y él era la mejor opción para llegar más rápido al asilo.
— Está bien.
— ¿Y eso que aceptó tan rápido? — preguntó dislocado, quizás no se esperaba esa respuesta de mi parte.
— Es que tengo mucha prisa y realmente necesito llegar rápido.
— Parece ser muy importante para usted. Bien, será mejor que salgamos lo más pronto posible.
Le pasé la dirección del asilo por Google maps, en la radio empezó a sonar mi canción preferida del momento. Aquello me relajó un poco, saqué mi cabeza por la ventana dejándome envolver por el viento, me sentía tan ajena al mundo exterior desde aquí, mi única conexión con él no era más que el corazón amable de mi abuela.
Recordaba esos días en los que huía a su regazo buscando consuelo, solo ella presenció mis lágrimas de niña, quería tanto quedarme con ella por siempre. Pero, mi abuela se mudó a su antigua casa donde siempre soñó envejecer y morir, el lugar donde ella vivió por muchos años al lado de su difunto amor.
Más tarde le diagnosticaron el alzhéimer, mi abuela creía tanto en su nieta mayor que le cedió los derechos de la casa para que cuidara de ella, yo era menor como para mudarme a su casa en ese entonces. De haber sido diferente me habría encargado de ella desde el inicio, pero solo tenía quince años en ese momento, me sentía culpable por no objetar ante su decisión; porque más tarde mi hermana la metió en un asilo, la aisló de todos y no supe de mi abuela por mucho tiempo… hasta que tuve los medios para mantenerme por mi cuenta. Laura tenía miedo de que le arrebatara la herencia, por eso hizo todo lo demás, yo nunca quise algo así, solo quería cumplir el sueño de la abuela.
Llegamos al lugar, el rostro de Keith denotaba confusión en cuanto entramos y fuimos guiados por la enfermera hasta la habitación de la abuela, donde sus gritos podían escucharse al otro lado de la puerta.
— ¡No! ¡déjeme! Quiero volver a mi casa, ¿dónde estoy? ¿dónde esta mi nieta Marisol? — su voz raposa llena de pánico llegó hasta a mí apretujando mi estómago.
En cuanto entramos, ambos presenciamos la escena del como mi abuela forcejeaba con el resto de las enfermeras, entre la conmoción la lastimaron. Apreté los puños seguidos de un “¡Basta!” todos se detuvieron en seco, me aproximé hasta la cama encontrándome con sus viejos ojos llorosos que ahora denotaban alivio al verme, sonreí tratando de brindarle tranquilidad aunque por dentro, me sentía derrotada.
Mi abuela me abrazó de inmediato, se quejó de las personas extrañas que la tenían secuestrada, y quería volver a casa. Le devolví el abrazo, solo por ella yo sentía que valía la pena seguir viviendo, ella me necesitaba, yo era su único lugar seguro.
— Mi niña bonita, ¿dónde has estado todo este tiempo?
— Estaba trabajando abuela — mentí.
— Necesito tu ayuda, necesito que me saques de aquí — rogó ella.
— Abuela, este es un lugar seguro. Es un asilo, las chicas aquí — las señalé.— Son tus enfermeras, ellas te están cuidando para que estés bien.
— Oh, pero yo no quiero que me cuiden Mery, quiero estar en mi casa.
— Lo sé, pero no podemos ir ahora. ¿Qué te parece si mañana salimos a pasear? Oí que abrieron un nuevo restaurante muy lindo en el Casco viejo frente al mar.
— ¿Y después me llevarás a casa?
— Por supuesto, te llevaré a casa después. Pero no lo haré sino te tomas antes la medicina.
Las enfermeras me extendieron un vaso con agua y los medicamentos, se los hice tomar con cuidado. Entonces ella se relajó, y se recostó en la cama no sin antes sujetar de mi mano fuertemente.
Les pedí con un gesto amable a las enfermeras para que se retiraran, me senté en un banco de madera que se encontraba a un lado de la cama.
— Mary, cántame esa canción que tanto me gusta. Quiero escuchar esa bella voz que tienes — pidió amablemente.
— Abuela, es que ahora estoy con…
— Por favor mi niña.
— Está bien.
— “Sólo con amor abrirás las puertas de mi corazón.
Si me convences que no estás de paso, jamás te faltarán mis brazos.
Hazme en ti confiar, no me mientas nunca, no me hagas llorar.
Nada vale decir que me amas, si no escucho la voz de tu alma asegurándome que al fin me puedo enamorar.
Si yo me vuelvo a enamorar, no lo haré como antes sin pensar. Tendrá que ser por hechos y no por palabras al azar,
Si yo me vuelvo a enamorar, a mi corazón voy a cuidar.
Prefiero estar sola… A equivocarme una vez más.”
— Gracias mi niña… — balbuceó, luego se durmió.
Sujeté de su mano con firmeza unos minutos más, quería estar segura de que estaba bien. Mi corazón parecía estar al borde del abismo cada vez que la veía en sus ataques de pánico debido a la desorientación, el día que mi abuela ya no me recordara sería el más doloroso de todos.
Agaché la cabeza anhelando que hubiese una cura para esto, sumida en mis más profundos pensamientos me habló esa voz conocida; Keith, recordándome que todo este tiempo ha estado ahí, observando todo lo sucedido.
Sentí vergüenza de que me escuchara cantar, y algo de timidez por presenciar lo sucedido con las enfermeras.