Lejos de las rejas

CAPÍTULO 12 - Mi jefe encantador

Vomité, vomité lo del día anterior, lo que desayuné hace unos horas y quizás también mis órganos internos. Los lustrados zapatos de Keith se embarraron con el líquido viscoso. Respiré tratando de no ahogarme con mi garganta rasposa, tocí repetidas veces, mis sentimientos se encontraban dispersados y haciendo estragos con mi cuerpo, tenía tanto miedo de mi futuro y su discusión solo provocó que me sintiera aún peor.

Al vomitar sentí cierta liberación mental, la tranquilidad me hizo darme cuenta de mi posición actual. Esto era un desastre, porque ahora esta mujer me odiaría de por vida.

—Que asco… — Yalimar observó el desastre que dejé por el suelo. —¿Me dejas porque la embarazaste?

—Yo no estoy embarazada.

—Claro… sucia perra, ¿crees que por un hijo se quedará a tu lado? — rió. —Esto no se va a quedar así — amenazó Yalimar, su siguiente acto fue salir de la oficina, no sin antes empujarme una vez más. No caí gracias a que Keith me sostuvo de la cintura fuertemente.

—Soy virgen todavía… ¡OYE! —la llamé una vez más, sin embargo el fuerte estruendo de la puerta al cerrarse estremeció levemente el suelo. Me sentí fuera de mí,  me aparté frenéticamente de él, perdió la cabeza por completo. ¿Qué yo era su novia? ¿En qué demonios pensaba?

Esta no la dejaría pasar, mi mano se movió poseída y se estampó en su mejilla, la electricidad del golpe acalambró mi brazo dejándolo semi-adormecido.

Su cara de estupefacción me desorbitó un poco, pero no me detuvo de reclamarle lo que venía después.

—¿Está loco? ¿Por qué demonios le dijo eso a su ex novia?

—Vaya, esto si que es una verdadera sorpresa— observó sus zapatos. —¿Se siente bien del estómago? ¿Puedo ir a la farmacia por medicina, no quiero que esté mal en su primer día de trabajo.

—¡Le acaba de decir a su ex que soy su novia! —reclamé furiosa. —¡Ella cree que estoy embarazada de usted! ¿Nueva novia? Me compró acaso en el mall de al frente ¿o qué? ¿Usted cree que porque tiene dinero y tal vez sea mi nuevo jefe puede usarme para esto?

—No, jamás la usaría. Lo que le dije a Yalimar es cierto, quizás no ahora, pero en un futuro pueda llamarla novia de verdad.

Me agarré de los cabellos.

—No seré su novia, ni ahora, ni nunca.

—¿Qué le hace estar tan segura? —preguntó. Se agachó a mi altura encarándome, estudiando cada milímetro de mis ojos. —Porque lo que yo veo es que muy en el fondo se siente atraída por mí.

—Eso no es cierto — tartamudeé.

—Si es así, podría besarla ahora mismo y usted seguramente me correspondería.

—Eres un cínico —respondí entre dientes.

—Y tú una embustera — sonrió mostrándome sus perfectos dientes blancos. —Marisol… enserio me gustas y mucho.

Estaba diciéndome que yo le gustaba, aquello movió mis tripas. Me odiaba a mi misma, su carácter fuerte y lo directo que era empezaba afectarme… me interrogué, preguntándome en que quizás él empezaba a gustarme. No puedo enamorarme de los defectos de un hombre antes que sus virtudes, porque eso no es el orden natural de las cosas. ¡Y su ex novia creía que esperaba un hijo de él! ¡DE ÉL!

—Yo… no trabajaré para usted. Me v-voy de aquí.

Mis pies echaron andar, no quería quedarme y ver como estaba perdiendo esta batalla.

—Marisol, no tienes porque irte… sé que necesitas el trabajo, quédate — rogó.

—No, esto no está bien. No puedo quedarme a trabajar con la persona que se me acaba de confesar y por el cual espero un hijo imaginario.

Enserio me estaba dando el lujo de rechazar esta única oportunidad, cuando ya había sido rechazada diez veces en diferentes entrevistas. Pero mi orgullo podía más que esto, o quizás no tanto.

—Me dijiste que querías vivir con tu abuela, si eres mi asistente personal tu salario sería de tres mil dólares mensuales, más comisiones. Más allá de que yo me sienta atraído por ti, sé que eres muy talentosa. Necesito alguien que sepa de números, que sea creativo, y aprenda rápido. Es un trabajo pesado, te lo puedo asegurar, creéme que no te regalaré el dinero — explicó.

Rayos, con ese salario podría encargarme de mi abuela perfectamente. Realmente no podía perder este empleo, y si me ganaría mi salario de forma justa no tendría porque haber problema. Pero… yo le gustaba y eso si era un impedimento.

—Si me quedo, prométeme que esta realmente, será la ultima vez que nos tuteamos. Y que no intentará hacer otros movimientos en plan “Amorosos” conmigo.

—Aún me debe una cita, no quiero dejar de intentarlo contigo,  pero… puedo prometerte que mientras estemos en el trabajo no haré ningún movimiento.

—Eso no es suficiente para mí.

—Entonces… tocaré la puerta de su apartamento todas las mañanas — se acercó, retrocedí mis pasos hasta dar con el filo del escritorio. —Y no la dejaré en paz.

Mi corazón estaba por salirse de mi caja torácica.

—Te vomité los zapatos — contesté.

—Puedo comprarme otros…

—Te di una bofetada.

—Mi mejilla está en perfecto estado.

—Te odio — lo miré directo a los ojos, estaba acorralada a cada lado por sus largos brazos, claramente si yo lo pedía me dejaría ir. Después de todo en sus ojos podía ver que no era un abusivo, pero yo… parezco ser mi propia enemiga en estos momentos.

—Te gusto… como tú a mí. Y señorita Marisol, me temo que tendrá que vivir con esa realidad el resto de sus días.

—Le apuesto a que no puede trabajar conmigo sin caer pérdidamente enamorada de mí — me retó.

¡Cielos!

¡Estaba retándome!

Mi orgullo no lo podía permitir, él siempre ganaba. ¿Por qué yo no podía ganar también?

—¿Así? Pues mira como lo hago — lo empujé. —Cumple tu primera promesa, ni dentro y fuera del trabajo lograrás algo conmigo.

El rió estruendosamente.

—Como usted deseé señorita Marisol. Bienvenida a mi compañía.

 

 



#24757 en Novela romántica
#15527 en Otros
#2369 en Humor

En el texto hay: comedia, chicossexys, picante

Editado: 27.11.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.