Lejos de las rejas

CAPÍTULO 13 - Ser usada es mi forma de amar

 El tono de llamada de Sailor moon sonó en toda la oficina. Rechacé la llamada por segunda vez, mi madre no se quería rendir conmigo fácilmente.

—¿No debería contestar? — preguntó Keith.

—Estoy en horario de trabajo.

Agaché la cabeza cuando volvió a sonar por tercera vez.

—Será mejor que conteste, parece ser importante.

—No, seguramente es una tontería — insistí, pero el celular no paraba de sonar, cuando el tono nos interrumpió por sexta vez, terminé contestando.

Los gritos de mi madre casi me dejan sorda, creí que Keith no estaba escuchando lo que ella decía, sin embargo, se tapó la boca con la mano para ocultar una media sonrisa.

—Ya te dije que iré el fin de semana, no puedo ahora — susurré.

—Tu padre no está bien, acaba de hablarme… quiere que lo visites ahora — habló mi madre con la voz temblorosa al otro lado de la línea. Me preocupé de sobre manera, cuando me dijo que estaba mal medité sobre mi error, hace un rato me dijo que estaba hospitalizado… no estaba del todo cuerda por lo que no reparé en ese hecho. Observé como Keith apuntaba unas cosas sobre el escritorio, seguí en la llamada ignorando sus siguientes movimientos.

—¿En qué hospital está ahora mismo?

—Está en el hospital Santo Tomás.

—Iré de inmediato, mándame el número de sala por Whatsapp.

Cuando cerré el teléfono eché un largo suspiro, miré mi ensalada pensativa.

Me sentí tan desanimada de repente; el plato de plástico frente a mí fue intercambiado por una notita color amarillo, las líneas en negro trazaban una carita feliz, entonces giró la nota, una corta frase se presentó: “Los problemas en el universo son infinitos y las soluciones a ellos también”

  Levanté la mirada, su sonrisa cálida me recibió con los brazos abiertos, las siguientes palabras en salir de su boca me dieron el impulso de tomar lo que pasase con buena energía.

—Ve con tu padre, te mandaré el resto de los documentos por correo electrónico, ya le escribí a su amiga para que pase por usted. La estará esperando en los estacionamientos.

—Pero… esta es mi primera semana de trabajo, ¿no se verá mal si salgo ahora? — pregunté preocupada, en el fondo no quería seguir teniendo problemas con mis compañeros de trabajo.

—Señorita Marisol, usted es mi asistente personal, es ajena por completo a los demás trabajadores de mi empresa. Lo que decida sobre su horario, asistencia etc.… solo me concierne a mí.

—Gracias.

—No se preocupe, ahora vaya.

       Tomé mi bolso y corrí deprisa, al llegar a los estacionamientos solo tuve que esperar un par de minutos. Magaly llegó, abrió la puerta del copiloto, entonces entré. Me quité la mascarilla, ya estaba muy sofocada.

—Nuestro sugar daddy parece que metió un golazo contigo — comentó ella desde el timón, la miré sin comprender a que se refería exactamente.

—¿A qué te refieres?

—¿Acaso no te has visto en un espejo? Estás más roja que Rodolfo y su nariz. Créeme cuando te digo que la razón es tu jefe, ¿te conmovió lo que hizo? Déjame adivinar, ¡Ya te enamoraste de él! — gritó eufórica. —París… ¡Ya voy por ti!

—Mi papá está enfermo y tú me sales con semejante pendejada — respondí molesta. Estaba roja por todo lo que he corrido.

—Ay Sol no digas eso de esa forma, me hace sentir mal. Además, no creo que sea una tontería… yo realmente veo que estás enamorada o te gusta demasiado tu jefe.

—Keith… no me gusta ni un poquito — tragué saliva, sentía que me estaba faltando el respeto a mí misma, era como mentirle a tu madre cuando hiciste una travesura de la cual no quería que se enterara.

—No te creo, pero fingiré que sí.

—¿Qué hay de Adam? — me burlé.

—Tuvimos sexo, y estamos en algo si eso te preguntas.

—¿Primero tienen sexo y luego averiguan que son? — arrugué la nariz en señal de disgusto.

—No sé porque te molestas, primero tengo que probar lo que me comeré en los siguientes años o quizás el resto de mi vida. No puedo ser como cierta persona y vivir en la castidad por siempre, espero que esa persona pronto pueda tener algo de placer en su vida — su rostro se contrajo al embozar una sonrisa de picardía.

—No estoy desesperada por tener amor, ni mucho menos perder la virginidad. Para serte sincera nunca me he dado la tarea de pensar en eso.

—Eso es porque lo único que haces es trabajar como burro.

—¡Oye! — vociferé molesta. —No trabajo demasiado, ahora es poco.

—Burro, mira hasta te salieron orejas y cola. Solo aceptaste el trabajo porque te gusta ser exprimida como limón, que lástima… resulté tener una amiga masoquista. Le aconsejaré a Keith que cuando llegue el momento te azote y te grite “esclava”

Rodé los ojos, entonces bajé la ventana para ignorar las carcajadas de Magaly. Le parecía muy gracioso mi situación actual, perseguida por mi jefe que también es mi vecino y quien resultó ser alguien no tan malo. Incluso me dejaba ir en emergencias como esta, medité sobre lo que pasaría conmigo los siguientes días… no quería dejar mi trabajo actual, prefería ser intimidada por extraños que por mi familia. Cuando imaginé tener que volver a la tienda la piel se me erizó, no quería volver… para mí era como retroceder quinientos pasos.

El camino se me hizo eterno, Magaly y yo hablamos de diferentes temas, entre ellos lo mucho que le gusta Adam y que estaba dispuesta a atraparlo a como de lugar.

Al llegar, observé el hospital minutos antes de entrar, conocía bien el edificio puesto que yo nací ahí. Entramos hasta la sala de espera después de dar nuestros nombres y a quién visitaríamos, gracias a la pandemia las visitas estaban prohibidas para muchos pacientes, teníamos que usar la mascarilla en conjunto con la careta, al ver algunas personas estornudando con todo tipo de malestares, anhelé ser contagiada por la enfermedad… quería espumarme, ser invisible para salir de aquí. Me pregunté si estaba siendo una egoísta por desear algo así, habiendo tantos seres en el mundo soñando con estar tan sanos como yo lo estoy ahora. Cuando oí mi nombre por parte de una de las enfermeras miré a Magaly con la vista pesada, ella solo me sonrió porque sabía que no podría acompañarme. Arrastré mis pasos hasta llegar con la enfermera, me roció de alcohol luego volvió a tomarme la temperatura para verificar que no estaba contagiada. Nos detuvimos frente a una puerta blanca  que marcaba el número “120”, respiré profundo antes de entrar, la enfermera se retiró dejándome sola en la sala; la habitación era compartida con unos cuatro pacientes más, todas las camas muy distanciadas una de las otras, divididas por cortinas blancas. Di con la cama número tres donde se encontraba mi papá acostado, al parecer mi madre ya se había ido puesto que solo se admitía una sola persona en la sala.



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En el texto hay: comedia, chicossexys, picante

Editado: 27.11.2021

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