Lejos de reconocer

Capítulo 02: Ella no está

—¿Qué? —pregunto metiendo los dedos índices en ambos oídos porque está claro que no escuché bien.

Amanda da pasos hacia atrás y sin pronunciar palabra se da la vuelta saliendo del restaurante como si huyera de un asesino en serie que quiere decapitarla.

¿Soy tan feo así?

No es momento para chistes, pero esta reacción no era lo que esperaba. Además, todos a mi alrededor me observan boquiabiertos, algunos rascan su cabeza y hacen la mirada a un lado mientras que otros murmuran en voz baja.

Toso haciendo un puño y llevando la mano a mi boca —bueno por favor recojan todo esto, yo me tengo que ir —doy esa orden intentando disipar el momento bochornoso, pero es imposible —¿¡Bueno que esperan!? ¡muévanse! —aplaudo tan fuerte que se me ponen las palmas rojas y las siento latir.

Salgo del restaurante dando pasos agigantados, mi ceño esta fruncido al mismo tiempo que suspiro. Repito el momento en mi mente tratando de entender que sucedió. Ya en la acera miro a la derecha e izquierda pero no logro verla en ninguna dirección.

Debo encontrarla.

Abro la puerta de mi coche y me siento introduciendo la llave, la vibración del auto me indica que encendió así que me dirijo a un parque cercano donde sé que ella va cuando no está bien. Al llegar doy dos vueltas buscando un lugar para parquearme hasta que consigo un puesto algo estrecho cerca de la entrada.

Bajo del auto y camino por el parque mirando a todos lados cuando de repente un líquido espeso se desliza por mi frente, paso mis dedos y observo el color y la consistencia grumosa.

¡Genial! ¡Un ave defecó sobre mí! ¡al parecer hoy no es mi día!

Saco un pañuelo de mi bolsillo trasero desenvolviéndolo de sus dobleces y limpio mi frente y dedos, entonces veo tres chicas apretujadas en una banca observándome, señalándome y riéndose. Yo les devuelvo la sonrisa y se ruborizan mis mejillas.

¡Brujas!

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Unas horas más tarde me encuentro en mi departamento pensando en que hoy ha sido uno de los peores días de mi vida. Busqué a Amanda en todos los sitios en donde se me ocurrió que podría estar, pero fue como buscar a un padre que se dirigió a la tienda a comprar una cajetilla de cigarrillos.

Ella no contesta mis llamadas ni los innumerables mensajes que le he dejado por todas las redes sociales que existen, lo único que me faltó fue contactarla por la guija.

Aunque estoy seguro que estaba escondida en su casa, pero su madre me la negó. Y es que nunca le he caído bien a esa señora, además si Amanda le contó lo que pasó debe estar muy feliz al saber que me dijo que no. Hoy en la tarde ni siquiera tuve ganas de ir al orfanato, Vero estuvo llamando durante todo el día, pero lancé el celular por ahí porque no quiero hablar con nadie.

Las gotas de lluvia caen permaneciendo visibles durante unos segundos a través de las luces del edificio mientras la baranda del balcón está mojada al igual que parte de mi cabello y camiseta. Sostengo una botella de vodka en mi mano derecha y la alzo agitando el licor.

Es que por más que le doy vueltas al asunto no entiendo por qué me dijo que no y luego sale corriendo sin darme ninguna explicación, pero la cereza del pastel es que se oculte de mí como si le hubiese hecho algo exageradamente malo.

La música en mi departamento resuena hasta escapar por el balcón, puse a reproducir canciones tristes porque negativo más negativo da positivo, ja, ja, ja.

Sonrío sobre los chistes que hago, pero esa alegría no dura mucho cuando siento que no puedo ni respirar. Una punzada en mi pecho causa un dolor que se expande como una picadura de abeja pues esta tristeza que llevo no disminuye.

Tomo aire y canto gritando y alzando la mirada al cielo tragando algunas gotas de agua. Enmudezco solo para rodear con mis labios la botella de vodka y darme un trago, ya casi termino de beberla. Hay silencio cuando la computadora hace una pausa para pasar a la siguiente canción, pero entonces escucho el timbre de mi puerta sonar de forma insistente.

Salgo del balcón y se me resbala la botella de los dedos derramando el poco líquido que contiene sobre la alfombra. Tropiezo con una silla y me golpeo en el tobillo mientras grito que ya voy.

Giro la perilla y veo a doña Telma, mi vecina. Una señora de unos cincuenta y tanto de años que le dicen bisagra porque si no está en la puerta está en la ventana.

Pestañeo y coloco mis dedos por encima de la puerta sosteniéndome y llenándolos de polvo —hola doña Telma, ¿en qué puedo ayudarla?

Aprieta los labios y cruza los brazos —Carlos usted sabe perfectamente que en este edificio está prohibido hacer escándalos, así que le pido por favor que baje el sonido de la música y también que deje de gritar.

Vieja metiche, deje el chisme y vaya a barrer su departamento —sí, lo sé, ya igual estaba por apagar la música e irme a dormir —toma aire para hablar y le cierro la puerta antes que diga algo más, es que también tiene una voz chillona y aguda que me fastidia los tímpanos.

Voy a la computadora y la apago dejando presionado el botón. Ya en el cuarto muevo unas prendas apiladas en la cama que forman un cerro y abro un espacio para acostarme. De igual forma siento los bultos de ropa clavarse en mi espalda, pero no me importa, en estos momentos no quiero saber nada del mundo, ni siquiera tengo ganas de levantarme de este colchón.

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El celular comienza a sonar y meto la mano entre la montaña de ropa buscándolo para luego darme cuenta que está sobre la mesa al lado de la cama. Lo tomo y froto mis ojos viendo que es Verónica. Mantengo la mirada entrecerrada y cuelgo colocando el teléfono en mi pecho. Lo mejor será que le escriba.

—Hola Vero, disculpa que no te conteste, pero no tengo ánimos de hablar.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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