Mi cara se calienta y siento una molesta claridad en mis ojos debido a que el sol se refleja en los cristales de las puertas del balcón y me da directamente en el rostro. Pestañeo y muevo la vista a un lado observando la mesa de vidrio donde posa la tasa de cerámica con un círculo de agua alrededor que se expande cada vez más.
Me quedé dormido en el sofá de la sala usando como almohada los muslos de Verónica y con el resto de mi cuerpo en posición fetal. En cambio, ella tiene las piernas estiradas y su cabeza recostada con el cuello inclinado a la derecha, apoyándose en el esponjoso cojín del mueble.
Levanto mi cuerpo poco a poco apoyando las manos en el sofá y evitando realizar movimientos bruscos. Tomo la tasa sobre la mesa y voy a la cocina poniéndola en el lavadero mientras agarro mi celular que está en el mesón, pero como no tiene carga tengo que ver la hora en el microondas dándome cuenta que es de mañana, pues, apenas son las 7:30. No sé qué tan tarde era anoche cuando llegamos.
Me dirijo a la habitación desprendiéndome de la bata de baño para luego abrir una de las gavetas que contiene mi ropa interior. Me quito la prenda mojada y por alguna razón cuando alzo la pierna para ponerme el bóxer los músculos se tensan debido a un calambre y quedo saltando en un solo pie para finalmente resbalar y caer de espalda al suelo.
¡Ay mi espalda!
Poniéndome de pie, me termino de vestir con un short corto y una franelilla. Salgo de la habitación sobándome la espalda con la mano derecha y agitando la pierna porque siento un cosquilleo en ella. Me detengo en la cocina y rasco mi frente pensando que preparar de desayuno a Vero, después de lo que soportó anoche es lo menos que puedo hacer.
Abro la alacena tomando dos panes largos y luego de cortarlos por la amistad busco en la nevera, jamón, queso y algunos vegetales. También enciendo la cafetera y esta ruge indicándome que comenzó a preparar el café, por último, agarro dos pasteles de belén que tenía guardados en el refrigerador.
Con todo preparado tomo un plato en cada mano con su respectivo emparedado y me dirijo hacia una mesa en el balcón mientras inhalo el aire fresco con ese olor a sal marina, pues mi departamento está frente al mar. Coloco los platos y luego llevo los cafés y pasteles de belén, dada la oportunidad aprovecho de cambiar el agua del florero que adorna la mesa.
—Perfecto —sonrío luego de observar el desayuno sobre la mesa, ahora solo me queda despertar a Vero.
La toco por el hombro con mi dedo índice —Vero despierta.
—Sí, sí, ¿Qué pasó? —bosteza y estira los brazos.
—Nada, solo que ya es de día y te tengo el desayuno listo —señalo la mesa en el balcón.
—Gracias —vuelve a bostezar —pero primero quisiera darme una ducha.
—Claro, puedes usar el baño de mi cuarto o el de la otra habitación —muevo las manos —como prefieras.
Ella se levanta entrelazando sus dedos y estirando los brazos. Luego se dirige al baño de la otra habitación, yo, por el contrario, me voy al balcón y comienzo a comerme el pastel de belén mientras veo las ondeantes olas del mar y a unos cuantos pelicanos que descienden de los cielos y se sumergen atrapando peces.
Después de unos minutos escucho el sonido de la puerta proveniente de la otra habitación y Vero sale caminando hacia el balcón con su cabeza inclinada a la izquierda, dejando caer todo su cabello en esa dirección, mientras que con una toalla de mano lo seca con delicadeza.
—Se ve delicioso —toma asiento y continúa secándose el cabello.
Yo tomo el emparedado porque no aguanto el hambre.
—¿Qué fue lo que te hizo Tatiana para que dijeras que te quería “violar”? —apoya su codo en la mesa y sostiene su mentón con la mano.
Mastico y trago —estábamos bailando y de repente me agarró el trasero —alzo las cejas repetidamente —y otras cosas más.
—Ja, ja, ja me cuesta creerlo —ella toma la taza de café y bebe un sorbo.
—Sí, por eso fui en busca de tu ayuda porque estaba tan ebrio que no quería hacer locuras —rio —aunque yo también la manoseé, claro, que fue por el calor del momento, tú me entiendes.
Expande los ojos —si entiendo. ¿Y qué sigue? ¿Te harás novio de ella?
—Ni loco, en todo caso sería para pasar el rato, más no para algo serio; además ella es muy posesiva y no podría estar con una mujer así.
—Tienes razón, de hecho, anoche se fue con Camilo.
—¿Sí? —expando los ojos y levanto las cejas —Camilo no es cura, él sí que no la va a perdonar.
Ríe —sí, eso mismo pensé yo.
Hay un instante de silencio —por cierto, gracias por todo lo que hiciste por mí anoche.
—No es nada, tranquilo.
—No —extiendo mi brazo y toco su mano sobre la mesa —si fue mucho, ayudaste a desahogarme y me siento mejor, ya tengo ánimos de hacer otras cosas.
—Me alegra mucho escuchar eso.
Asiento —oye, ¿Y si salimos esta noche?
—¿A dónde? —pasa el dedo en círculos por los bordes de la taza de café.