Lejos de reconocer

Capítulo 11: La inspección

Han pasado unos días desde que salí con Vero al cine y las conversaciones entre nosotros se han tornado incómodas, tanto que incluso en varias ocasiones hemos llegado al punto en el que no hay más nada para decirnos. Esta es la consecuencia por ese casi beso que nos damos y que ninguno de los dos se atreve a hablar del tema.

Sentado mi pierna brinca repetidamente mientras estoy en un salón de clases donde hay alrededor de veinte niños a los que les enseño matemáticas. Colocándome de pie tomo un marcador acrílico de color azul que al destaparlo desprende un aroma a alcohol, en verdad amo este olor. Entonces les hablo a los chicos tocando la pizarra con mis dedos para llamar su atención.

—Bueno, niños, continuemos con las sumas —señalo con el marcador la operación en la pizarra —¿4+3?

—¡Siete! —escucho en coro.

—¡Excelente! —sonrío al ver que sí están aprendiendo —les dejaré estas sumas para que las hagan como tarea —comienzo a escribirlas.

—¡Nooooo! —vuelvo a escuchar en coro —me doy vuelta y cruzo los brazos.

—Deben practicar, no se quejen o les pondré más —no escucho objeciones así que continúo escribiendo.

El tiempo sigue su curso hasta que llega la hora de salida. Un timbre suena y los niños empiezan a recoger sus cuadernos y lápices. Yo por otra parte debo ir a la oficina de Vero pues hoy es el día de la supervisión, así que debemos coordinarnos para mostrarles las estadísticas a la persona que envíen a evaluarnos.

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Hago un puño con mi mano y toco tres veces la puerta de la oficina. Cuando me dispongo a entrar, ella sale con prisa.

—¡El supervisor ya llegó! —lleva las carpetas en su mano y del apuro estrelló la puerta contra el marco al cerrarla, por lo que mantuvo los ojos un momento y sacudió su cuerpo.

—¿No se supone que llegaría a las tres de la tarde?

Aprieta los labios y mueve su mano —pues se adelantó.

Caminamos lo más rápido que podemos hasta llegar a la sala de reuniones en donde está la directora atendiendo al supervisor. El resto de voluntarios también se encuentra presente al igual que la sobrina de Raquel quien realiza la labor de secretaria desde que Amanda se fue.

Buscamos lugar para sentarnos caminando poco a poco para evitar llamar la atención. Logro identificar al supervisor, pues, es el único que no conozco de entre todos los que están ahí, además resalta en edad y otras características como que es calvo, usa lentes y viste un traje negro.

—Por lo que debe entender señor Antúnez —Raquel está hablando —si el orfanato Sonrisas desea seguir con su labor necesita los recursos con urgencia.

El supervisor alza la mano antes que diga algo más —como representante del estado entiendo sus inquietudes, pero tienen que ser conscientes y saber que el dinero no crece en los árboles. Además, este lugar se ha mantenido por años fuera de nuestra tutela ¿Y ahora vienen a pedir recursos?...

Raquel asiente —comprendo su punto de vista, pero usted también debe saber que esta institución cuida y protege a los niños huérfanos que en cierto sentido son hijos de este país, ellos son importantes y merecen una oportunidad en la vida.

Agita la mano —¡No me interrumpa! —yo expando los ojos y rasco mi cabeza —como dije antes, no contamos con los fondos. Además, no me gusta la forma como hacen las cosas en este lugar, en mi opinión son muy flexibles —mueve las manos —vi mucho desorden mientras recorría las instalaciones y los niños necesitan una figura de autoridad que les enseñe disciplina.

Este… Señor, ¿Qué pretende? ¿Qué tratemos a los niños igual que en la milicia? Ellos ya tienen suficiente dolor en sus vidas como para que las únicas figuras adultas con las que cuentan los traten con frialdad y sean distantes.

Junta las manos —y les recalco que no depende de mí la aprobación de los recursos que exigen. Yo solo me encargo de llevar su caso a los departamentos estatales y pondré su solicitud en una pila de carpetas donde muchas instituciones que pretenden “mejorar” la sociedad esperan igual que ustedes. Aunque si dependiera de mí no les aprobaría nada.

El supervisor se levanta y acomoda su corbata —ahora con permiso de todos me retiro, ya realicé mi evaluación.

—¡Por favor! ¡Espere un momento! —Vero se levanta interponiéndose en su camino —¡Si me permite explicarle estos balances verá que la situación en verdad es crítica y necesitamos ese dinero!

Alza la mano hacia adelante silenciando a Verónica —¡Como dije anteriormente señorita ya me tengo que ir! ¡Si se les aprueba el presupuesto los sabrán en un año aproximadamente!

—¡Un año! ¡No tenemos un año! —digo en voz alta, pero el señor Antúnez ignora mis palabras y sale de la habitación.

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Es de noche cuando estoy en la cocina independiente que hay en el orfanato, esta se diferencia de la del comedor porque es más pequeña y solo se usa para cosas sencillas como por ejemplo preparar café. Me encuentro en la mesa redonda del centro usando mi laptop, específicamente actualizando el sitio web del orfanato. Cliqueo unas pestañas y leo las solicitudes en línea que han llenado algunas personas para la adopción de los niños. Doy un suspiro, pues, quisiera que todos estos pequeños fueran adoptados por una familia que los ame, ya que, después de lo que nos dijo el viejo amargado no me quedan muchas esperanzas de salvar este lugar.

—Hola —Verónica ha entrado a la cocina y se detuvo de golpe al verme —pensé que ya te habías ido.

Alzo la mano y no despego la vista de la laptop —hola, aún no me he ido, se me pasó el tiempo.

Frunce el ceño —¿Qué estás haciendo?

Continúo moviendo el mouse —revisando las solicitudes de adopción de la página y actualizando algunas cosas.

Ella camina y se coloca detrás de mí, luego se inclina viendo la pantalla mientras su cabello cae sobre mi hombro. Entonces percibo un aroma a rosas y sé que es su perfume, ese olor me causa delirios.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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