Lejos de reconocer

Capítulo 12: Una oportunidad

Observo el espejo retrovisor de mi auto mientras las ruedas se mueven despacio y en sentido contrario hasta que el coche queda parqueado en el puesto. Al bajar veo el carro de Verónica a dos lugares del mío y eso solo significa una cosa, que ella ya llegó.

Se le han formado algunas arrugas a unas hojas de papel que llevo en las manos, en ellas está plasmada una información que imprimí anoche. Aquí puede estar la salvación del orfanato y todo gracias a un anuncio que apareció en mi inicio. Aunque estoy sacando conclusiones prematuras porque las cosas se vendrían abajo si Verónica no acepta ser mi compañera en esto, espero que si lo haga.

Estando frente a la puerta de su oficina no me tomo la molestia de tocar, pues giro la perilla y entro mientras ella está tecleando algo en su computadora y alza la vista.

—¿Qué pasó? ¿Por qué vienes así? —estoy sudado y mi respiración está agitada.

Tomo aire —tengo la solución para los problemas del orfanato.

Ella junta las manos y sonríe —¿De verdad? ¿Y cuál es?

—¡Esta! —me le acerco y le doy una de las hojas.

La toma, se levanta de su escritorio mientras frunce el ceño y lee —¿Trabajar de estríper?

—¿Qué? —voltea la hoja y es un anuncio para trabajar como estríper.

—¿Ese es tu plan? —ríe.

—Me equivoqué de hoja, esa es la segunda opción —me rio y le doy las otras hojas.

Aprieta los labios —¿Un concurso de baile?

Asiento —sí, un concurso de baile en pareja.

—¿Y quién va a ser tu pareja?

Doblo los codos y levanto las manos mientras agito mi cabeza en señal de sarcasmo —pues tú.

Frunce el ceño y se cruza de brazos —¿Estás loco o qué?

—No, ¿Acaso no recuerdas que en la universidad fuimos pareja de baile y ganamos el concurso estatal?

Ella asiente —sí, y en el nacional fuimos la primera pareja en ser eliminada.

—Eso es lo de menos, solo tendríamos que practicar un poco, ya sabes, sacudir el esqueleto —muevo los brazos y bailo.

Ríe un poco y luego se pone seria —¿Y cuál es el primer premio? —busco entre las otras hojas y se la doy. Ella toma la hoja con ambas manos y deja caer su mandíbula —¿¡Qué!? ¿¡Todo esto por ganar un concurso de baile!? —asiento.

—Solo tienes que decir que sí, y comenzamos a ensayar.

—No sé, podría resultar —rasca su cabeza —pero, tengo que pensarlo primero.

—Decídete rápido, es que ya nos inscribí —sonrío y mantengo la sonrisa.

—¡Carlos! —grita tan fuerte que meto mi dedo en el oído derecho como si un micrófono hiciera interferencia.

—¿Qué? —apreto los ojos y arrugo la frente.

—¿Cómo se te ocurre inscribirme en ese concurso sin antes consultarme? —alza una ceja, cruza los brazos y levanta una y otra vez la punta del pie izquierdo.

Bajo la mirada —lo siento, es solo que hasta hoy había oportunidad de inscribirse. De todas formas, podemos no presentarnos a las audiciones y listo.

Respira profundo —sé qué harías lo que fuera por salvar este lugar, pero no debiste comprometerme de esa manera.

—¿Eso es un sí? —inclino la cabeza y frunzo el ceño.

—Necesito pensarlo —toma su bolso que está sobre la mesa y pasa a un lado de mí —te daré la respuesta más tarde —azota la puerta al salir.

Me quedo asintiendo mirando alrededor de la habitación, coloco el resto de las hojas en la mesa y las apilo juntándolas una con otras. Luego meto las manos en los bolsillos y doy unos pasos mientras analizo la reacción de Vero, pensé que diría que sí, pero ahora tengo mis dudas.

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El reloj siguió moviendo su manecilla y ahora estoy en el consultorio donde está Camilo, el doctor que nos ayuda a cuidar la salud de los niños.

—¡Hermano, tú sabes cómo son las mujeres! —alza las manos y encoge los hombros —¡y también sabes cómo actuamos nosotros!

—¿A qué te refieres? —pongo la mano en mi barbilla.

—A las mujeres les gusta que un hombre resuelva y tenga en cuenta su opinión en las decisiones que toma. Pero también detestan que no les den un papel activo en la solución del problema y si no lo haces las cosas se pondrán feas.

—¿Y eso quiere decir qué...? —Muevo la mano e intento descifrar el acertijo oculto en sus palabras.

Camilo se inclina hacia adelante apoyando los brazos en el escritorio —quiere decir que hiciste bien en buscar una solución para salvar el orfanato, también te luciste incluyendo a Vero haciendo que sea parte del plan —ríe —pero metiste la pata de manera fenomenal al no consultar su opinión —toma el mouse y cliquea algo en su PC —no te culpo, los hombres no podemos compartir mucho tiempo con una mujer sin cagarla, está en nuestro ADN.

Después de todo lo que dijo suelto una carcajada —¿Entonces si crees que acepte?

Se levanta y bosteza —no tengo ni idea, te toca esperar su decisión. Ahora con tu permiso voy al baño.

Camilo se dirige al baño que está dentro del consultorio, mientras tanto yo permanezco con la mirada fija pensando en todo y en nada a la vez. Pestañeo y tomo un bolígrafo posado en el escritorio, lo sujeto con los dedos y lo dejo caer repetidamente.

—¡Aaahhh! —escucho un grito que proviene del baño.

Me levanto de la silla y camino hasta la puerta tocándola varias veces —¿Todo en orden?

—¡No, no hay nada en orden! ¡Aaahhh!

—¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué gritas?

—¡Me arde el pito al orinar! ¡Eso pasa!

Suelto una risa involuntaria —ja, ja, ja ¿Qué dices?

—¡Qué me arde el pito! ¿¡Estás sordo o qué!?

Mi risa es tan fuerte que doblo mi cuerpo —pero, ¿Por qué te arde? ¿Qué te pasó?

—No estoy seguro, pero creo que me contagié de gonorrea.

Continúo riéndome —¿Y cómo sabes que es gonorrea?

—¡Porque soy doctor idiota! ¡Aaahhh! —continúa gritando.

—¿Y por qué no usaste protección?



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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