Lejos de reconocer

Capítulo 15: El baile

Mis pulmones se llenan de aire, despejo mi mente, cierro los ojos y trato de imaginar que estoy a solas con ella en la habitación donde ensayamos, y como en cualquier ensayo no hay nadie presente, ni juzgando y mucho menos observando.

Por nuestra vestimenta es más que obvio que escogimos un rock and roll como baile. Vero trae una falda roja con motas negras, una camisa blanca, una pañoleta carmesí amarrada alrededor del cuello y unos zapatos de tacón, clásicos de los 50.

Yo traigo puesto un jean junto con una chaqueta de cuero y una camisa blanca debajo, un peinado con copete y también unos zapatos de color negro.

Entonces la música comienza a sonar...

“One, two, three o'clock, four o'clock, rock”

“Five, six, seven o'clock, eight o'clock, rock”

Es tiempo de usar los pasos prohibidos.

El baile lo inicio con mi pie derecho realizando un movimiento hacia atrás y adelante para luego abrir ambas piernas haciendo que queden separadas una de la otra. Después de un salto cruzo los dos pies dando una vuelta y con mis manos formo unas pistolas apuntando a Verónica.

Ella baja poco a poco sus brazos hasta las caderas de una forma coqueta y abre las palmas de sus manos mientras estira los dedos al ritmo de la música. Luego dobla repetidamente su pierna izquierda a un lado, alzando el pie y haciendo que roce ligeramente su mano.

Lo que sigue es que nos movemos extendiendo y encogiendo los brazos igual que unas porristas mientras damos suaves patadas al ritmo de la canción y nos vamos acercando el uno al otro.

Estando de frente siento la piel fría de su mano izquierda al tomarla, nuestras rodillas permanecen dobladas como las de un skate, luego realizamos un movimiento donde pisamos dos veces el suelo siguiendo la melodía musical.

Observo por unos segundos a Vero y noto que su sonrisa ilumina el escenario más que las mismas luces, en verdad está pasando… Estamos bailando y lo disfrutamos.

Lo siguiente es que nuestras manos sienten la soledad al separarse y nuestros ojos se encuentran. Sin embargo, mi mano estrecha de nuevo la suya y le doy un giro rodeándola con mis brazos.

En esa posición mis pies están detrás de los suyos y damos unos pasos adelante para después restregar la suela de los zapatos de un lado al otro. Deshago el nudo que mis brazos mantenían en ella, pero quedamos agarrados de una mano al mismo tiempo que con la otra tronamos los dedos como una poeta de los años 60.

Terminamos el tronido y nos tomamos de ambas manos dando un giro en nuestro eje y cambiando de posición en el escenario, nos extendemos sin soltarnos y después nos acercamos de nuevo.

Soltamos nuestras manos y damos un salto en el que nuestros talones chocan uno con otro al estar en el aire. Al caer, las manos las mantenemos al frente y doblamos los pies realizando un clásico paso de rock and roll.

Hago la mirada al frente mientras mantengo el ritmo y uno de los jueces le habla al oído al otro, daría lo que fuera por saber qué le dice.

Continuamos bailando y damos unos aplausos mientras doblamos nuestros torsos de forma horizontal. La música está llegando a su fin y nos preparamos para el gran final. Vero se apoya en mi muslo y luego coloca un pie en cada una de mis rodillas dando una vuelta canela teniendo como soporte mis brazos al sostenerla.

Ella cae en el piso haciendo un perfecto Split y yo doy un salto mortal pasándole por encima, cayendo aún lado doblo la rodilla y extiendo los dos brazos.

Y terminamos de bailar.

Mi respiración y sudor es la evidencia para corroborar el cansancio que siento.

Estamos agitados y nuestras lenguas parecen las de un perro jadeando. Entonces uno de los chicos de la derecha nos acerca una botella de agua que chorrea gotas y humea. Los jueces dan unos aplausos, no sé si es porque lo hicimos bien o solo son por cortesía.

—¡Bravo! ¡Muy bien ejecutada su coreografía! —dice el juez que nos habló al principio —y debo decir que escogieron mi tipo de música favorita.

Asiento y sonrío, pues, no sé qué decir, me siento muy cansado.

—Su presentación me encantó, pero la decisión no es solo mía —tuerce los labios —así que si clasifican les estaremos informando.

Gracias —respondemos Verónica y yo en coro mientras hacemos una reverencia.

Me siento como en una entrevista de trabajo, cuando te dicen, no nos llames, nosotros lo llamamos.

Pero la verdad es que nunca llaman. Lo único que me llena de ánimos es saber que lo estoy intentando por una causa mayor, es decir, los motivos para hacer todo esto no es por mí, es por los niños.

Ya afuera del domo podemos ver que aún hay muchas personas en la fila. Son demasiadas horas esperando para una presentación en el escenario que no duró más de cinco minutos, claro dependiendo de la duración de la canción, además sales sin saber si calificaste o no. Si yo organizara una competencia trataría de escoger de una vez para así decirles a los participantes si lo lograron o no, de esa forma se van a sus casas sin ese pensamiento atrapado en sus cabezas.

—¿Quieres comer algo? —observo a Vero mientras caminamos hasta mi auto y ella asiente.

Nuestros estómagos están protestando porque solo desayunamos antes de venir a este lugar y ya son más de las dos de la tarde y no hemos almorzado. Abordamos el auto para luego recorrer varios negocios de comida hasta que por fin nos decidimos por uno.

Se trata de un restaurante de comida italiana. Entramos y un mesero nos observa frunciendo el ceño, sin embargo, nos guía hasta una mesa. Nos sentamos apreciando el aire acondicionado mientras Vero acomoda su falda y me percato que los demás comensales nos observan.

Vemos el menú y ordenamos, unos minutos después traen nuestro pedido, son unos ravioles bañados en salsa de queso.

—¿Crees que tenemos oportunidad alguna de clasificar? —tomo uno de los ravioles con mi tenedor.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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