Lejos de reconocer

Capítulo 33: Ruido en la madrugada

Los domingos se sienten como un día cualquiera, con excepción de que a veces no haces lo que acostumbras. Recuerdo estar en la universidad y saber que al llegar el fin de semana podría descansar, sin embargo, terminaba trasnochado en una fiesta o estudiando para un examen. Ahora disfruto de la suavidad de mi cama mientras reviso mis redes sociales, es realmente impresionante la cantidad de seguidores que he adquirido, se han multiplicado. Abrazo la almohada y me muevo entre las sábanas dejando escapar un bostezo, observo el reloj en la mesa de al lado y me doy cuenta de que son las diez de la noche, será mejor que descanse porque necesito reponer las fuerzas.

Cerrar los ojos y que mi mente deje de trabajar es algo que me resulta casi imposible, inmediatamente pensamientos empiezan a pasar uno tras otro, pero me detengo en uno en especial, y es el recordarme que Vero está en la sala con Javier viendo películas de terror. Me gustaría ingeniármelas para hacer algo que evite que estén juntos, aunque pensándolo bien solo me ganaría problemas innecesarios, y eso que estuve con ellos hasta hace media hora para tratar de incomodarlos y no me dio resultado.

Mis párpados parecían un telón que bajaba y subía, y los bostezos escapaban de mi boca, seguidos por lágrimas de fatiga, por ende, decidí venir a descansar. Además, mañana toca ensayar y después de lo que logramos esta semana debemos superar aún más las expectativas.

Doy un último bostezo, aprieto los ojos y acomodo mi posición en la cama. Abrazo la almohada porque es la única manera en que logro conciliar el sueño, pongo el celular en la pequeña mesa al lado y por fin me quedo dormido de forma instantánea.

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Unos sonidos de trompeta muy agudos me despiertan de golpe, no sé qué hora es, pero al ver por los cristales de la ventana noto como la oscuridad aún es profunda y no hay ni un solo rastro de luz natural. Froto mis ojos y tomo el celular dándome cuenta de que son las tres de la madrugada.

El sonido de la trompeta se parece al de un campamento militar, tanto en el tono como en lo constante. Quisiera saber quién es el desquiciado que la está tocando, así que decido inspeccionar. Enciendo la luz y me siento a la orilla de la cama buscando con mis pies las sandalias, luego me levanto y camino hasta la puerta arrastrando los pasos y rascando mi pecho, pues, estoy sin camisa.

Abro la puerta y me encuentro a Irene con su mano hecha un puño a punto de tocar, sin decirme nada me da una bolsa de regalo sellada.

—Asómate al pasillo —sonríe y continúa hasta la otra habitación.

Intento entender lo que pasa mientras giro mi cabeza hacia ambos lados del pasillo, los otros participantes sostienen una bolsa de regalo igual a la mía. También me percato de que Verónica y Javier vienen caminando desde la sala. Tienen unas ojeras enormes y están bostezando.

Un hombre alto vestido con bermudas, franelilla y zapatos deportivos lleva la trompeta en su mano derecha, asumo que era él quién tocaba el instrumento.

—Estimados participantes —Irene comienza a hablar —los organizadores del concurso con ayuda de unos patrocinadores han organizado una competencia física en la que todos tendrán que participar obligatoriamente —frunzo el ceño —y los despertamos a esta hora, pues, partiremos en unos minutos.

Estela está de pie recostada en el marco de la puerta de su cuarto, lleva puesta una bata blanca y parte de su cabello hecho nudos. —¿Y no podían despertarnos sin usar esa trompeta?

—Lo siento —se encoge de hombros —es la orden que me dieron recalca Irene.

—Estoy de acuerdo con Estela —muevo la mano —fue muy desagradable.

—Yo pensé que era el día del juicio —Estela pone la mano en su pecho —ya me estaba arrepintiendo por mis pecados.

Todos en el pasillo reímos incluyendo a Irene —ok, no perdamos más tiempo —junta las manos —al final de esta mini competencia los ganadores obtendrán una recompensa —sonríe —y el primer reto es que deben vestirse con la ropa que está en la bolsa de regalo que les entregaron, empacar las cosas que necesiten en una mochila y estar fuera de la mansión en quince minutos a partir de ahora.

—Pero hay quienes ni siquiera hemos dormido —Javier señala con su mano a Vero y a él.

Me causa gracia que eso le pase a Javier, pero por mi compañera me siento preocupado.

—Se encoge de hombros —mala suerte Javier —camina en reversa por el pasillo —apresúrense, pues, quienes no estén listos en —ve su reloj —trece minutos quedarán descalificados.

Entro a mi habitación cerrando la puerta en un azote. Rompo la bolsa de regalo y lanzo su contenido sobre la cama, es una ropa deportiva compuesta por una franelilla sintética, un calentador y también unos zapatos deportivos negro con rayas verdes.

Corro al baño y abro la llave a la velocidad de la luz, me ducho entre brincos y paso el jabón con rapidez por todo mi cuerpo. Luego tomo el cepillo de dientes y le aplico la crema, pero por la prisa en que lo hago se resbala de mis manos y cae en el escusado.

Lo observo con desagrado y como no tengo opción me cepillo con el dedo índice lo mejor que puedo. Salgo del baño y me visto con prisa, meto los brazos entre los huecos de la franelilla. Luego me pongo los calentadores y de último los zapatos.

—¡Cinco minutos! —escucho a Irene que pasa gritando puerta por puerta.

Ya estoy listo, así que tomo una mochila y empaco unos boxers y unas cuantas mudas de ropa, luego pongo el bolso en mi espalda. Antes de salir no puedo evitar mirarme en el espejo que está en la pared.

Por alguna razón estos calentadores me quedan chicos, pienso que se equivocaron al escoger mi talla. La tela se pega tanto a mis piernas como una sanguijuela, casi no puedo moverme bien, además siento que me aprieta los glúteos y por lo demás, pues, no deja mucho a la imaginación.



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Editado: 10.12.2023

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