Lejos de reconocer

Capítulo 50: Pasas de mí

Amanda sale del cuarto vestida con un jean, unas sandalias y una blusa en un tono amarillo incandescente. Su cabello está mojado y enredado, pero con un peine los mechones quedan atrapados entre las cerdas en un intento por desenredarlo. Se maquilló un poco y de su hombro cuelga el bolso con las cosas del bebé.

Le envié un mensaje por WhatsApp a Camilo y ya me confirmó que había llegado a la clínica y que estaba esperando por mí, bueno, aquí vamos. Quisiera contarle todo lo que está pasando en mi vida a la persona con la que solía compartir estas cosas, a Vero.

La llamaré antes de subir al auto…

Salgo de departamento no sin antes cerrar la puerta con seguro mientras mantengo al bebe en mi brazo izquierdo. Al estar en el pasillo sale la cámara de seguridad más eficiente que he visto, Doña Telma con una escoba en la mano abre la puerta y de forma instantánea comienza a barrer.

—Hola Amanda —sonríe al verla y detiene su escoba —tanto tiempo sin verte por aquí, ¿Cómo has estado?

Ríe —muy bien doña Telma, ¿y usted?

—Bien Amandita, usted sabe, con un dolor en la espalda —da una sonrisa de boca cerrada y coloca la mano en su espalda —a esta edad empiezan a salir todas las dolencias del cuerpo.

¿No será que le duele la columna de pasar tanto tiempo inclinada escuchando por la puerta?

—¿Y sus hijos? ¿Cómo están? —Amanda junta las manos.

—Están bien, fuera del país —hace una pausa —aunque este diciembre la pasaron aquí —mueve la cabeza y ve al bebé —¿y ese bebé? ¿Es de ustedes?

—Es un niño del orfanato que nos trajimos a este apartamento porque allá no había espacio —agito las llaves con la mano.

Asiente y mantiene la boca abierta —ah ok, pensé que era de ustedes dos —ríe y cruza los brazos —pero sé que no traerían un hijo al mundo sin estar preparados —abre los ojos y alza las cejas—no como la hija de la vecina del doscientos dos —mueve la cabeza hacia los lados —que niña tan desequilibrada, salió embarazada y solo tiene quince años —hace una pausa y habla en voz baja —además dicen que el papá del niño se desapareció, imagínense, —se persigna —¡ay no Dios libre a algunas de mis nietas de que les pase algo así, no, no, no!.

—Me imagino doña Telma, ahora si nos disculpa tenemos que irnos —asiento, sonrió y comienzo a caminar.

—¿Y a dónde van? —sonríe y guarda la escoba.

—Por ahí —alzo los hombros, tuerzo los labios —hasta luego.

Entramos al elevador y antes de ingresar me tomé unos segundos para escribirle a Verónica. Me veo en el espejo sosteniendo al bebé mientras intento calcular el tiempo que tenemos sin hablar de algo que no esté relacionado con la contabilidad del orfanato. A eso se ha reducido nuestra amistad, a dos personas que solo comparten un vínculo laboral.

Salimos del elevador y noto que el portero no está en el lobby, quería preguntarle algo. En fin, Vero no ha visto mi mensaje, será mejor que la llame. Busco y selecciono su contacto y la llamada comienza a marcar en ese pitido particular. Le hago una seña con la mano a Amanda para que tome a Andrés y me espere unos minutos.

—Hola Carlos, buenos días…

—Hola buenos días —tomo aire —¿Cómo estás?

—Bien, ¿a qué hora llegarás al orfanato? Necesito que me ayudes con unas cuentas.

—De eso te quería hablar, me tardaré un poco porque tengo que hacer —miro a Amanda con el bebé en brazos —una diligencia. ¿Quería saber si podrías acompañarme?

—¿Te pasó algo?

—No, no tranquila, estoy bien.

—Ah, ok, en verdad me gustaría ir —hace una pausa —pero tengo mucho que hacer aquí y ahora más, ya que tú tardarás en llegar, además quedé con Javier para ir a almorzar.

—Entiendo, ¿y esta noche que harás? —camino con la mano en el bolsillo mientras veo por una ventana —¿quieres ir al cine? ¿O salir a cenar?

—Me encantaría, pero no puedo Carlos.

—¿Qué tal mañana? ¿O la próxima semana? —tuerzo los labios y bajo la cabeza.

—La verdad es que todos estos días los tengo ocupados —hace una pausa —pero en cualquier momento yo te contacto para que salgamos y compartimos, podemos ir con Javier, Estela, Camilo y Tatiana.

Mis ojos se tornan llorosos y doy una sonrisa de boca cerrada —claro, tranquila, no te preocupes —ella se despide y cuelga.

Desde que se hizo novia de Javier es increíble cuanto cambió conmigo, esa respuesta que me acaba de dar ha sido la misma desde hace unos meses. Siempre que la invito a algún sitio se inventa alguna excusa para decirme de una forma amable que no.

Entiendo que Javier se lo pudo haber prohibido por obvias razones, pero aun así seguimos siendo amigos, ¿o no? Creo que merezco un mejor trato, pero no importa cuántos desplantes me haga, después de un tiempo lo vuelvo a pensar y resuelvo invitarla a algún sitio de nuevo con la esperanza de que su respuesta cambie. Luego me siento mal otra vez cuando escucho sus patéticas excusas.

Es una sensación horrible cuando alguien a quien quiero tanto no tiene tiempo para mí, en cambio, Javier le pide cualquier cosa y ella no vacila en hacerlo. Ya no sé qué hacer, que pensar o que sentir con respecto a toda esta situación.

Supongo que tengo que hacerme la idea de que las cosas no volverán a ser las mismas, ella ya tiene novio y todo su tiempo está enfocado en él. Yo, por otra parte, debo no sé, será hacer nuevas amigas y procurar no enamorarme en el proceso.

Guardo el celular en mi bolsillo y camino hasta donde está Amanda meciendo al bebé con un mal gesto en su cara.

—¿Con quién hablabas?

—Con nadie, vamos al auto —señalo la entrada al estacionamiento.

—No se escuchaba como que hablabas con “nadie” —alza una ceja —¿era Verónica cierto?

—Sí, pero no tiene importancia —señalo con la cabeza —vamos al auto.

—Aún sigues enamorado de ella, ¿verdad? —volteo a verla frunciendo el ceño —claro que sí, creo que todo el mundo se dio cuenta al verte en esa competencia de baile.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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