Lejos de reconocer

Capítulo 59: Basta

Carlos

Después de parquear mi coche en el estacionamiento del edificio me quedé unos segundos respirando profundo y recostando mi cabeza al espaldar del asiento. Cuando entro al vestíbulo camino poco a poco mientras juegos con las llaves en mi mano. Hay personas sentadas en los muebles del lobby, están leyendo unas revistas y el recepcionista está buscando algo en una pequeña libreta, quizás una dirección.

Entro al elevador y presiono el botón para subir a mi piso. Las puertas se abren y salgo de ahí silbando una canción mientras camino por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi departamento. Algo extraño en esta ocasión es que doña Telma no se haya asomado cuando escuchó pasos en el corredor, pero ignorando eso, ingreso la llave y giro para entrar a mi hogar.

Apenas entro, un olor desagradable me golpea las fosas nasales y lo peor es que proviene de la cocina. Amanda en ese mismo instante está llevando dos platos a la mesa. El comedor tiene servilletas de tela, doblabas en cada esquina, porta vasos con copas encima de ellos y un candelabro con tres velas encendidas. También hay música instrumental con bajo volumen.

La puerta de la habitación donde se encuentra Amanda está abierta y yo ingreso para ver al pequeño Andrés que está durmiendo en su cuna. Duerme tan tranquilo boca abajo con su carita hacia la derecha. Es la primera vez desde que lo conozco que lo veo de forma distinta, además siento una gran necesidad de protegerlo, después de todo es mi hijo.

Mi hijo, que extraño se escucha esa palabra aun cuando solo la digo en mi mente.

—Cariño la mesa ya está servida —salgo de la habitación viendo a Amanda y esta vez detallo su atuendo. Trae puesto un vestido rojo, por alguna razón está descalza, pero muy bien arreglada y maquillada con un labial carmesí —ven para que cenemos.

Esta vez no tengo hambre y no estoy mintiendo para evadir su comida, la verdad es que comí antes de venir. Aprieto la mandíbula —no gracias, ya comí.

Tuerce los labios, mueve la pupila de sus ojos hacia los lados y toma una botella de champán, la abre y comienza a servir dos copas —está bien, no me voy a molestar por eso —el licor burbujea y llena la última copa —pero al menos brindemos —camina hasta mí acercándome la copa —por nuestra familia.

Doy una sonrisa de boca cerrada y agacho la cabeza, tomo la copa y bebo —por nuestra familia.

Ella pasa su mano por mi camisa, específicamente por los tres botones desabrochados que llegan a mi cuello —supongo que ahora que ya las cosas se aclararon entre nosotros —sonríe —podremos dormir juntos y dejarle la otra habitación a Andrés —intento hablar, pero me silencia poniendo su dedo índice en mis labios —tranquilo amor, ya mudé mis pertenencias a tu cuarto para que no tuvieras que hacerlo tú.

Me rio, rasco mi cabeza y le señalo la mesa con la mano —sentémonos por favor —camino y ella se queda de pie detrás de mí.

—¿Qué pasa? —frunce el ceño.

—Solo siéntate, por favor —halo la silla, coloco la copa de champán en la mesa y apoyo mis codos en ella.

Voltea los ojos y camina con fastidio, se sienta y alza una ceja —ahora sí, dime.

—Antes que nada, gracias por tomarte la molestia de decirme que tengo un hijo —lo observo por medio de la puerta entreabierta —pero no soy tonto para no darme cuenta de tus verdaderas intenciones, si las cosas en New York te hubieran salido bien —tomo aire —estoy casi seguro que no te habría vuelto a ver.

—Eso ya no importa Carlos, lo importante es que estamos aquí, juntos y con nuestro hijo. Somos una familia, mira, te hice la cena, ordené el departamento —mueve las manos señalando todo.

—Gracias, supongo, también quiero pedirte que dejes de hacer eso —tuerzo los labios —por favor deja de actuar como si nada hubiera pasado, como si no te hubieses largado el día que te propuse matrimonio sin ninguna explicación —me recuesto al espaldar de la silla y alzo las manos —y recuerda que rompiste conmigo enviándome una canción por internet, creo que yo merecía más que eso.

Empieza a llorar —lo sé, pero aprendí de mi error. Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Rio y muevo la cabeza hacia los lados —yo también aprendí y para no hacer más larga esta conversación —alzo las cejas —quiero que te vayas de mi apartamento, hablé con un contacto de bienes raíces y te conseguirá un departamento pequeño para ti y para mi hijo.

—¿Disculpa? —abre la boca y alza las cejas.

—Así es, tranquila que será un departamento cómodo para los dos.

Pasa la lengua por sus labios y murmura —es decir que ¿Echarás a tu familia a la calle? ¿Tanto te fastidiamos?

—Si quieres puedes dejarme a Andrés, él no me fastidia, tú sí —me encojo de hombros —después de todo mi responsabilidad es con él, no contigo —aprieto los labios y muevo la cabeza —porque te recuerdo que tú y yo no somos nada.

Las lágrimas en sus ojos hicieron que su maquillaje se corriera —yo sé que lo que hice no estuvo bien, pero aun así podemos darnos otra oportunidad —se levanta de la silla.

—Pero es que yo no quiero que nos “demos” otra oportunidad —muevo las manos —yo te amé, es verdad, pero eso quedó en el pasado, ese sentimiento murió hace mucho.

—¡Pero Carlos! —se lanza sobre mí e intenta besarme.

La sujeto con ambas manos y la agito con fuerza —¡ya basta! ¡Entiéndelo de una vez! ¡No hay ningún nosotros!

Se hace para atrás y limpia sus ojos haciendo que se riegue más el maquillaje —está bien, y si me voy a ese apartamento que conseguiste para mí ¿Correrás con todos los gastos?

Frunzo el ceño —bueno, yo pagaré la renta y me encargaré personalmente de los gastos de Andrés, pero los servicios y demás cosas corren por tu cuenta.

—¿Ósea que no correrás con mis gastos? ¿Solo con los del niño?

Me rio y asiento —sí, y si no te gusta esa opción —me encojo de hombros —puedes dejarlo conmigo e irte a donde tú quieras.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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