Capítulo 61: Preguntas y respuestas

—Hola chicos —sonríe y acomoda su cabello.

Todos la saludan con una sonrisa y moviendo la mano —Hola Vero —estiro los labios —no te esperábamos por aquí.

Observa a Andrés mientras Tatiana lo alza —quisiera hablar contigo.

Camilo alza las cejas y mete las manos en sus bolsillos —entonces será mejor que nosotros nos vayamos ¿Verdad novias?

—¿Novias? —Vero, frunce el ceño.

Muevo la cabeza hacia los lados, agito la mano y tuerzo los labios —no preguntes.

Tatiana coloca a Andrés de nuevo en el coche y el bebé entre risas se acomoda en la suavidad del mismo. Los tres salen de la oficina en fila y yo voy detrás de ellos y le pongo seguro a la puerta. Tomo a Andrés en mis brazos y extiendo el brazo indicándole a Verónica que puede sentarse. Entre tantas cosas que puede venir a preguntarme, lo más probable es que quiera verificar los movimientos monetarios de la institución, en estos momentos le doy gracias a mi yo del pasado porque adelantó el trabajo.

Con la mano que tengo desocupada, meto unos papales en una carpeta, le echo un vistazo a las facturas y aparto aquellas que no he registrado en el sistema, luego le doy los documentos a Vero —ya casi todo está listo, solo queda que lo revises.

Ella la toma —gracias —la abre inspeccionándola.

—Como te dije lo demás, estará listo en unas horas para que puedas hacer tu trabajo.

—Ya veo —asiente y alza las cejas —pero no vine aquí para hablar de esto —me observa a los ojos y cierra la carpeta colocándola sobre la mesa —quería preguntarte algo y por lo que veo —gira la cabeza para ver el coche al lado del escritorio y luego a Andrés en mis brazos —es cierto.

Suelto una risilla —si te refieres a que tengo un hijo con Amanda —asiento —pues sí, es verdad.

Sonríe y acomoda el cabello detrás de sus orejas —¿Y cómo pasó todo?

—Una semana antes de tu cumpleaños, Amanda se apareció así de repente en la puerta de mi departamento, con un bebé en brazos que resultó ser mi hijo —me rio y muevo las manos —claro que no me creí el cuento, por lo que después de unos días le hice una prueba de ADN las cuales me confirmaron que yo era su papá.

—Qué locura —mueve la pupila de sus ojos hacia un lado —¿Y Amanda aún está viviendo contigo?

—Nunca dije que ella estuviera viviendo conmigo —frunzo el ceño —¿Quién te lo dijo?

—Eso no importa, los chismes corren, ya lo sabes—sonríe.

Quizás tiene razón, los chismes vuelan. —Vivió conmigo unos días mientras resolvía que haría con ella, fueron días difíciles, no sabía qué hacer o cómo reaccionar ante la situación.

—Me lo imagino, debió ser muy difícil para ti —se encoge de hombros —¿Y por qué no me lo contaste o hablaste conmigo?

Juego con un bolígrafo en la mesa y aprieto los labios —lo intenté, pero tú siempre —muevo los hombros —me decías que tenías que salir con Javier o que no tenías tiempo para hablar.

Baja la mirada y se ve las manos —creo que tienes razón, lo siento.

Sonrío —tranquila, de todas formas, ya todo se resolvió.

Yo me levanto y coloco a Andrés en su coche, acto seguido ella se levanta de su silla y camina hasta el coche inclinándose para ver a Andrés —hola bebé lindo, ¿Sabías que tienes un súper papá? —ríe y le hace mimos.

Rasco mi nariz y sonrío —¿Súper papá?

—Sí, —gira la cabeza y todo su cabello se va hacia un lado —a pesar de tu paternidad improvisada, estoy segura de que serás un excelente padre.

—Gracias —sonrío —significan mucho para mí esas palabras, y más si vienen de tu parte.

Vuelve a su posición normal —lo sé —baja la mirada y la alza de nuevo —¿Qué harás esta noche?

Me encojo de hombros —nada, en la tarde llevaré a Andrés con su mamá y luego iré a una cita con un abogado para después ir a mi departamento a —aprieto los labios —no sé, ver televisión o escuchar música.

—¿Qué te parece si hoy salimos? —mueve las manos.

Estoy cansando para salir —preferiría que fueras a mi departamento, vemos una película, y así te cuento a detalle todo lo que pasó.

Guarda silencio unos segundos —perfecto a las nueve estaré en tu departamento, me guardas la cena.

La señalo con el dedo —no tienes que pedirlo dos veces.

Reímos y compartimos la mirada por un instante para dar paso a un silencio que anuncia que ni hay nada más para decir. Ella sale de la habitación y después de unos minutos yo también lo hago junto con Andrés para ir a la cocina y preparar su biberón y luego darle un paseo por el jardín del orfanato.

Pude sentir a través de la mirada, gestos y tono de voz de Vero lo mal que se sintió al darle a entender que quise contarle, pero que ella me evitó en todo momento. Mi intención no era hacer reclamos, solo le dije la verdad de las cosas sin pensarlo dos veces.

Hoy en la noche sacaré el espíritu de chef que hay en mí, preparé una gran cena y si esta oportunidad no es la que estaba esperando para reconquistar, no sé cuál más podría ser. En medio de mis problemas no tuve tiempo para pensar en detalles, así que seré totalmente sincero y le diré lo que siento por ella (otra vez).

He aprendido que, a pesar de los problemas, de alguna u otra forma las cosas siempre toman el rumbo que deben. Lo que me pasó con Amanda y el proceso legal al que quiere llegar han sido estresantes, pero aun así estoy tranquilo y con una actitud positiva. El problema siempre vendrá y no puedo cambiar eso, solo debo afrontarlos de la mejor forma posible.

En cierta forma, logré mi sueño de tener una familia, pues mi hijo es parte de mí y es un galán igual que papá. Solo me falta una esposa, una como Verónica.

Mientras estoy por el camino de concreto que atraviesa el jardín, veo a los niños del orfanato jugando, una de las profesoras les está indicando que metan las manos en un balde con pintura y luego las marquen en la pared, se ven felices y radiantes en esa actividad.