Lejos de reconocer

Capítulo 65: Entender al otro

—¿Doña Telma? —me acerco rodeando el sofá.

Está sosteniendo un portarretrato de madera con una foto donde hay dos niños, una niña y una señora que parece ser ella cuando era más joven. Lágrimas recorren las comisuras de sus mejillas y emite ligeros, pero largos suspiros —¿Cómo estás, Carlos? —dice alzando la mirada y pasando la mano por sus ojos.

Me arrodillo frente a ella —¿Está bien, le pasa algo?

Suspira y sacude su nariz con un pañuelo —hace más de tres años que no veo a mis hijos.

Frunzo el ceño —¿No había dicho que vinieron en navidad?

—No —pone el portarretrato en una mesa al lado del sofá —ellos no me visitan.

Aprieto los labios —en verdad lo siento mucho doña Telma, y discúlpeme por haber entrado sin su permiso —señalo la entrada —la puerta estaba abierta.

Ella pasa su mano acariciando mi mejilla —tranquilo, me alegra que alguien entre a hablar conmigo y se preocupe por mí.

Río —usted es el alma de este edificio doña Telma —muevo la cabeza —sin usted no me entero de los últimos sucesos.

Me devuelve la sonrisa —sé que soy entrometida, pero a veces es la única manera que consigo para charlar con las personas.

Pongo mi mano sobre su antebrazo —sabe una persona como usted sería muy útil en el orfanato, allí puede distraerse y créame que tendrá personas para conversar.

—¿De verdad te gustaría que yo fuera voluntaria en el orfanato? —sus ojos se llenan de brillo.

—Por supuesto —sonrío.

—Gracias —sus ojos se tornan llorosos —es lo mejor que me ha pasado hoy, considerando que es mi cumpleaños.

—Hagamos algo —me levanto —pediré un pastel para celebrar y le cantaré cumpleaños, mientras tanto —observo unas cartas de póker en la mesa —¿sabe jugar póker?

Da una sonrisa de boca cerrada y se apoya en el reposabrazos del sofá para levantarse. Mientras tanto yo marco el número de una pastelería y ordeno un pastel de arándanos porque es su sabor favorito. Nos sentamos en una pequeña mesa redonda al lado de la sala y comienzo a repartir las cartas. Conversamos un rato largo y pasamos así el tiempo hasta altas horas de la madrugada.

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Verónica

Fue muy tonto tratar de suprimir los sentimientos que tenía por Carlos. Parecía que mientras más intentaba convencerme a mí misma de que no sentía por él, más fuerte se hacían mis sentimientos. Javier fue una estrella fugaz, me cautivó por unos instantes y creí que podría hacerme olvidar a Carlos, y no con esto digo que no lo quiero, lo aprecio mucho, es solo que no lo suficiente como para ser su esposa.

Carlos, por el contrario, logró meterse en mi corazón de forma única, y amo que se haya arriesgado a confesarme de una manera tan simple y sincera lo que siente por mí. Admito que cuando comenzó a sonar esa canción de Kodaline “the one”, quería salir corriendo y no reconocer lo que sentía por él. Pero, una fuerza mayor a mí me obligó a ser honesta.

Detengo el auto frente al edificio donde vivo con Javier y tomo aire preparándome para entrar. Javier no me ha llamado desde que me fui, aunque claro seguro fue porque le tuve que mentir diciendo que iría a una cena con mis padres. No obstante, se enterará de la verdad y espero que pueda asimilarla de la mejor manera posible.

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Aprieto el tirante del bolso de mano y veo cómo se iluminan cada uno de los números que va marcando el elevador para indicar en que piso se encuentra. Finalmente, salgo y me detengo frente a la puerta del departamento mientras busco las llaves en mi bolso. Abro y entro dándome cuenta de que Javier no está en la sala ni en la cocina, así que probablemente esté en su habitación.

Coloco el bolso sobre el sofá y en ese momento Javier sale de la habitación. Está sin camisa, con un short corto, el cabello desordenado y sus ojos hinchados.

Frota sus ojos y rasca su cabeza —por un momento creí que no vendrías hoy ¿Cómo te fue con tus padres?

No puedo evitar sentirme culpable —todo estuvo bien, tranquilo.

Asiente —me alegra oír eso —señala el cuarto —¿Vienes a la cama?

Halo una silla y me siento —aún no, necesito hablar contigo.

Camina hacia mí —¿Pasa algo?

Suspiro —por favor siéntate.

Frunce el ceño, hala la silla y se sienta —perfecto, te escucho.

—La verdad no sé cómo decirte esto, no es fácil para mí hacerlo, créeme —aprieto los labios.

Mis manos están entrelazadas sobre la mesa y él las observa. Da una sonrisa de boca cerrada —¿Por qué no llevas puesto el anillo de compromiso que te dí?

Quito las manos y las pongo en mis piernas —Javier —lo miro fijamente a los ojos —no me voy a casar contigo —lo dije, no me siento bien, pero fui capaz de hacerlo.

Se ríe, aprieta los labios y mueve las manos —¿Y puedo saber por qué?

Muevo la cabeza hacia los lados —eres un buen hombre y me los has demostrado —hago una pausa —pero no va a funcionar.

Alza las cejas y mueve las manos—¿Y?

—Y eres muy controlador, en muchas ocasiones actúas como un jefe y no como mi novio —tomo aire —me obligaste a pasar una semana en casa de tus padres, aún cuando te dije que no quería hacerlo —alzo las cejas —y eso es solo un ejemplo.

—Puedo trabajar en eso, podemos ir a terapia o hacer cualquier cosa —aprieta los labios —pero no dejemos que este amor muera.

—Lo siento —tomo mi cartera y busco el anillo —pero no puedo estar contigo —tomo el anillo y lo muevo en la mesa acercándolo a él —te aseguro que algún día harás muy feliz a otra mujer.

—Es decir que ya llegaste a esa conclusión y —sostiene su cabeza con la mano —no hay nada que yo pueda hacer —Muevo la cabeza hacia los lados —Carlos.

—¿Disculpa? —frunzo el ceño.

—Aún amas a Carlos, por eso me rechazas —da una sonrisa ligera.



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En el texto hay: romance, comedia y amor, romance drama comedia

Editado: 10.12.2023

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