No sé cómo comenzar a describir estos últimos meses, pero han sido muy interesantes, considerando que Verónica está viviendo conmigo desde que terminó de manera oficial con Javier.
Él se fue del país una semana después que terminó su relación con Verónica. Me enteré de que lo hizo porque necesitaba encontrarse consigo mismo y su plan para hacerlo era escalar una montaña muy desafiante. A pesar de que nunca nos llevamos bien, agradezco el gesto que tuvo con los niños al dar el dinero que ganó en la competencia.
Por otra parte, hay cosas que no cambian y que no puedo evitar preocuparme. Mi hermano Víctor sigue en las mismas, quisiera que él pudiera encontrar su lugar en este mundo y que así pueda superar la adicción en la que está sumergido. Sin embargo, entiendo que es algo muy personal y que debe hacerlo por sí mismo, ya no depende de mí protegerlos ni cargar con sus errores.
Lo que más lamento es que no está conmigo hoy, pues, es un día especial.
Doña Telma comenzó a ayudarnos en el orfanato, me alegra verla sonreír y por muy loco que parezca, he descubierto en ella una persona muy distinta a aquella que se asomaba cada cinco minutos al pasillo. Se comporta conmigo igual que una madre e incluso siento ese calor maternal que me da con su comportamiento y por la forma en que se preocupa por mí. Desde esa noche que estaba llorando a solas en su departamento establecimos una conexión especial, además aprecio tanto esa comida que suele llevarme, pues, emana un olor delicioso y tiene un sabor único que no puedo describir.
Nunca nadie me había cocinado con tanta ternura, y me refiero a la forma en como solo una madre puede hacerlo. Le he tomado mucho afecto e incluso he confiado en ella para que cuide de Andrés cuando por alguna razón yo no puedo.
El pequeño Andrés cada día crece más. Ya hice los trámites necesarios para darle mi apellido, pero, las cosas con su madre no van nada bien, aún sigo peleando su custodia, de hecho, la próxima semana el juez nos citó para dar su veredicto final.
Las condiciones que le impuso a Amanda para quedarse con Andrés, fueron encontrar un empleo permanente. Ella ha alargado el proceso y se nota su intención de llevar esta situación al límite.
Mi amigo Camilo sigue en su relación bígama, por muy descabezado que suene parece que le funciona. Estela y Tatiana suelen andar con él todo el tiempo, cada una tomada de un brazo y exhibiéndose mutuamente. No sé en qué pueda terminar esa locura, pero si las cosas marchan en orden, supongo que está bien por ellos.
Aún no he podido adoptar a Isabela, me han negado la adopción basados en que no poseo un hogar cimentado para ofrecerle a la pequeña. Quizás cambien de opinión en unos meses y me cedan la tutela de esa hermosa niña.
Y bueno, está de más decir que me encuentro con el corazón acelerado, estoy en el parque que visité aquella vez que necesitaba pensar. De hecho, me hice amigo de la chica que conocí, aunque ya regresó a su país a arreglar sus problemas.
Muchas personas me han ayudado con esta nueva propuesta, solo espero a que Tatiana y Estela traigan a Vero porque hoy le pediré matrimonio. Estoy caminando de un lado a otro en el puente y a cada momento veo la hora en mi reloj, los minutos se hacen eternos y ya no aguanto.
Es imposible no recordar la última vez que planeé algo así, me dijeron que no y me costó superar eso. Si Verónica se niega, me lanzo de este puente, es broma, pero me ha pasado por la mente hacerlo.
Alzo la mirada luego de que Camilo me hiciera una seña con la mano, a lo lejos viene Verónica. Me escondo detrás de unos arbustos que están al otro lado del puente y veo que ella luce confundida.
—¿Para qué quieren que me quede de pie aquí? —Vero mueve sus manos.
—Haz caso y no seas tan curiosa —Estela pone las manos en su frente —me extresan las personas curiosas.
Ella obedece y en ese instante yo camino de puntillas tocando su hombro e inmediatamente me pongo de rodillas. Una música de fondo comienza a sonar y es aquella que le dediqué la noche en que fue a mi apartamento.
Pone las manos en su rostro y veo unas lágrimas salir de sus ojos. Soy el hombre más feliz de la tierra.
Trago en seco —no puedo pensar en mi vida si tú no estás en ella Verónica —tomo aire —desde que apareciste me has dado equilibrio cuando todo era un desastre y estoy seguro de que eres el amor de mi vida —tengo la caja con el anillo y voy alzando las manos mientras la abro —¿Quieres casarte conmigo?
Sonríe, limpie sus lágrimas y habla con la voz quebrantada —claro que sí.
Tomo el anillo, pero mis manos tiemblan y se me resbala, intento atraparlo, pero cae entre las aberturas del puente de madera. Lo último que veo es el agua alzarse ligeramente cuando el anillo es tragado por el río.
Me levanto —¿Viste que tenía el anillo verdad? —señalo el piso —se me cayó, así que espero que no me vayas a decir que no por eso.
Ríe —vi todo lo que pasó, y no importa el anillo —se encoge de hombros —podemos comprar otro. Lo importante es que acepto.
Me voy acercando a ella y cierro los ojos para sellar ese momento tan peculiar con un beso que irradia amor por todos lados. Las personas invitadas aplauden e incluso los extraños que paseaban por el parque.
Después de mucho tiempo buscándolo lo conseguí, esto es amor y disfrutaré de ella hasta que Dios lo permita.
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Bueno, con este epílogo finaliza la historia de Lejos de reconocer, gracias a todos aquellos que han dedicado una fracción de su tiempo a esta historia y la han apoyado con un comentario o un me gusta, en verdad, muchas gracias. Espero que la hayan disfrutado tanto como yo hice al escribirla, disculpen aquellos errores de tipeo que se me escapan, créanme que soy muy meticuloso en eso, pero por más que trato siempre hay un error que se me escapa. Ahora estoy trabajando en una historia de fantasía que planeo publicar en enero, espero que esa historia sea de su agrado también. Sin más nada que decirles, les deseo una feliz navidad y un próspero año nuevo, disfruten con su familia, sigan sus sueños y sean felices.