Lenna Kuningatar

Capítulo 1: Amor a la Finlandesa

21 de Noviembre de 2019

Kaivopuisto, Helsinki

Casa de Aatu Kinnunen

4:55am

—Charlie, necesito que vengas urgente a casa de Aatu, la mujer del Norte llegará en una hora. Si te es posible, despierta a Kristen y a Roy. Tendremos una pequeña junta—envío el mensaje de audio respetando los códigos y recuesto mi cabeza por unos segundos en el tibio cuero del asiento del auto.

Son casi las cinco de la mañana, todo afuera es oscuridad; todo al igual que a mi alrededor. Ha pasado un mes desde mi matrimonio con Aatu, fase en la que fui feliz, en la que creí que todo estaría bien, que saldríamos ganadores de esta contienda y lograríamos al fin sellar nuestro amor como los códigos y los líderes supremos lo establecieron aquella noche. Si, hemos ganado la guerra contra los Lobos del Sur, pero no contaba con el sacrificio que este me llevaría; jamás pasó por mi cabeza que no volvería a ver los ojos de mi celestito, que todo se tornaría gris, vacío de alegría y de fulgor. Ni siquiera los enormes esfuerzos de Charlie por hacerme los días más llevaderos han rendido su fruto. Agradezco con el alma que ellos estén aquí, que sigan a mi lado, pero me hundo en mi tristeza al no tenerlo a él, al restarles vida a los pocos amigos y hermanos de alma que me quedan y que luchan contra mi momentánea depresión.

Mi rutina se convirtió en negrura, en nieve blanca y artificial, en soledad, en un viento descontrolado, en el silencio mortuorio del bosque y sus deidades. Que decir de las juntas con los líderes, los murmullos de algunos hombres de valor que dudan de mi poder, de las quejas y tristezas narradas por el pueblo y del cansancio; si, ese cansancio emocional que pareciera no ceder ante las pocas fuerzas que me quedan para luchar.

Nadie sabe cómo me siento realmente. Nadie se ha preguntado si la gran Kuningatar come, si duerme, o peor aún, si tiene alguna idea de cómo enfrentar la diminuta bola de rumores que se ha formado en medio de Helsinki con respecto a una posible segunda guerra ahora que Pauli ascienda al poder y su padre sea quitado de en medio. Aunado a eso, la preocupación incrementa a causa de Miska Risto, esa desalmada que ha vuelto a desaparecer del radar y, por lo tanto, aún continúa siendo una amenaza para todos nosotros.

—Juraste que estaría a salvo contigo—mascullo con las memorias de su rostro y el agarre de su fuerte mano sobre mi cintura en el Bosque Punkaharju—. Dijiste que no debería tenerle miedo a la muerte ya que no era el final de la existencia, sino el principio de algo mejor. ¿Cómo tener tu valentía? ¿Cómo puedo calmar mis pensamientos? —cierro los ojos—Tu muerte se me viene a la mente una y otra vez, y sé que no puedo fallar a la promesa que te hice—inhalo y exhalo calmando mis emociones—. Rugir y no callar, rugir y no callar.

Por el amor que le tengo al gran Leónidas es que sigo de pie. Por su confianza puesta en mí, por la promesa que hicimos antes de su muerte y por amor a su gente ahora convertida en mi pueblo.

«Sé fuerte, Elaine. Tu puedes» pienso armándome de valor y abro la puerta del auto estacionado frente a la entrada de la casa.

—Hyvää yötä, Joki (Buenas noches, Joki)—tomo mi daga de plata del asiento y cierro la puerta.

—Kuningattareni (Mi reina)—inclina la cabeza con sumo respeto—. Welcome home (Bienvenida a casa).

—Arvostan sitä ystävä (Te lo agradezco, amigo)—sonrío tocando su hombro.

—Mi señora—la incomparable voz del hombre que invoqué en el bosque durante la guerra se hace presente.

Si, se trata del gran Kristjan Sigmarsson, teniente retirado de las fuerzas armadas de Islandia, líder de seguridad en Leyenda Negra y mano derecha de mi ahora guardaespaldas personal, Alvar Sigmarsson.

—Leyenda negra—estiro mi mano hacia él—, gracias por haberte quedado. ¿Alguna novedad? ¿Cómo está Leónidas?

—Tryggð mín er alltaf með þér (Mi lealtad está siempre contigo)—recita la frase que tiene por costumbre colocando mi mano sobre su frente—. Leónidas se encuentra bien, señora. Sus signos vitales están estables—camina a mi lado aún con su metralleta en la mano—. El fisioterapeuta dice que hay un indicio de mejora, pero que no nos ilusionemos.

—¿Nuestro enemigo vino a visitarnos? —entro a la casa y subo las escaleras hacia las habitaciones.

—Kalevi solo dejó esta nota para usted—responde entregándome un pequeño papel bien enrollado.

—Veamos—lo reviso por ambos lados y quito el lazo rojo. Abro la lámina y observo el único dibujo que tiene—. Ah, Kalevi—río sin quitarle la vista a la frase debajo del trono en blanco y negro—. ¿Qué significa esto?

Cristian toma el papel y lee la frase soltando alguna que otra maldición—Helheim tulee luoksesi. Significa que el Reino de la muerte viene por usted. 

—Allí es donde lo recibirán a él después de que ganemos la última batalla que nos queda—respondo restándole importancia—. Conserva el papel. Lo presentaré en mi próxima audiencia con los líderes supremos.

—Así lo haré, mi reina—asiente—. ¿Consiguieron dar con Henna?

—Gracias a tus habilidades pudimos encontrarla. Se presentará dentro de una hora—digo mirando el enorme reloj en la pared de la sala—. Mis amigos también vendrán.




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