Leo abrió nuevamente los ojos al sentir que las luces de la calle se encendían. Su cuerpo se paralizó por completo al darse cuenta que el hombre lo observaba ahora desde una corta distancia. Miró en dirección a la última casa de la calle sin entender cómo había llegado hasta allí sin que él lo notara. Sintió una fuerte punzada en el pecho, mientras su cuerpo se estremecía al percatarse que el hombre tenía algo diferente, parecía más alto que antes, o al menos eso era lo que le mostraban sus ojos. A lo mejor era un simple efecto de la luz y las sombras, pero esa idea era absurda. Sacudió la cabeza con fuerza para alejar aquellas ideas tan tontas, aunque en el fondo sabía que ninguna persona podía crecer tanto en tan poco tiempo.
Percibió que no solo estaba siendo observado por aquel hombre, sino también por seres que eran invisibles ante sus ojos. Sin pensarlo dos veces, comenzó a caminar a toda velocidad para alejarse de aquella zona. Una vez más, el ambiente se impregnó de un nauseabundo olor que le provocó grandes arcadas en el estómago. Intentó bloquear su mente pero los recuerdos de aquellos rumores llegaron con gran rapidez. Hablaban de la familia Santiago, quienes habían desaparecido sin dejar rastro, y de las cosas extrañas que ocurrían en los terrenos baldíos de aquella casa. Se decía que si transitabas cerca de la zona, podías ver como las luces se encendían y apagaban esporádicamente, dejando entre ver sombras que se desplazaban en su interior. Incluso había personas que aseguraban haber visto los cuerpos putrefactos de aquellos que habían muerto en 2012, atrapados en un ciclo macabro del cual nunca pudieron escapar.
Estás muy lejos de esa zona –se dijo así mismo- así que cálmate.
El desagradable olor se hizo más intenso como si algo putrefacto se encontrara a su alrededor. Leo dio un sobresalto cuando la luz de un farol se encendió, rebelando brevemente el cuerpo de una persona, pero al mirar nuevamente esta ya no estaba. Probablemente había sido un juego mental causado por los nervios. Pequeñas gotas de sudor rodaron por su frente, deslizándose hasta caer sobre sus ojos y nublando su visión por completo. Las limpió con la manga de su camisa, pero al hacerlo, vio con horror como las sombras aparecían lentamente en todas direcciones, desdibujándose en la penumbra como si fueran entidades que cobraran vida. El aire se volvió denso y pesado, y el pulso de su corazón resonaba en sus oídos, preguntándose si algo espeluznante lo estaba rodeando.
¡Mierda! –Exclamó, mientras caminaba a toda velocidad- ¡¿Qué demonios está sucediendo?!
Sus pasos resonaron con mayor intensidad al pasar frente al estacionamiento de aquella casa, donde la figura de una mujer de rostro sereno se dibujaba en la penumbra, cerrando las cortinas con movimientos lentos y deliberados. En ese instante, la luz de una habitación se extinguió, sumergiendo la calle en una oscuridad aún más profunda. Fue entonces, cuando, como si un siniestro pacto hubiera sido sellado, todas las luces de los porches se apagaron al unísono, dejando solo la tenue luz de algunos faroles que luchaban por mantenerse encendidos.
Horrorizado, contempló como las sombras se transformaban en figuras sombrías y cuerpos en descomposición que deambulaban por las calles sin rumbo fijo. Sus rostros desfigurados en una mueca de agonía. Su corazón comenzó a golpear furiosamente contra su pecho, acelerando su respiración mientras intentaba escapar de aquel horror tangible que sus ojos no dejaban de mirar. El sudor caía en torrentes sobre su frente, nublando su visión y dificultando cada paso que daba hacia la salvación. En medio del pánico, no se percató de la raíz que asomaba entre el pavimento y, al tropezar, cayó con fuerza al suelo. El impacto resonó en la noche mientras las figuras sombrías se acercaban lentamente, como si disfrutaran de su desesperación. El dolor se extendió por todo su cuerpo, dejándolo inmovilizado por unos cuantos segundos que parecieron eternos. Cada fibra de su ser gritaba en protesta mientras la intensidad del malestar lo mantenía atrapado en un momento de parálisis. Poco a poco comenzó a reincorporarse, luchando contra la opresión que lo mantenía en el suelo. Parpadeó varias veces, esperando que el abrir y cerrar lo ayudaran a aclarar su visión y, así, eliminar por completo aquella neblina que cubría sus ojos.
¡Esto no puede ser real... esto no puede ser real... esto no puede ser real! –se decía así mismo, mientras se levantaba con dificultad.
Deseó con todas sus fuerzas que todo aquello no fuera real, pero los cuerpos continuaban deambulando de un lado hacia otro, dejando tras de sí un rastro de profunda agonía que se sentía como un peso en el aire. Miró hacia atrás, y en ese instante, una serie de pasos resonaron en todas direcciones, reproduciendo espeluznantes ecos que golpeaban fuertemente contra las paredes, como si la misma estructura del lugar temblara ante la pesadilla. De inmediato, los faroles comenzaron a parpadear y fallar, sumiendo el entorno en una penumbra inquietante, mientras los cuerpos articulaban sonidos grotescos y desgarradores. En medio de aquel mar de descompuestos cuerpos, su mirada se detuvo en la presencia inquietante de aquel extraño hombre que se abría paso entre la multitud, como si fuera el único capaz de desafiar la desesperanza que impregnaba el ambiente.