Leo

Capítulo 5

La noche oprimió sus murmullos mientras un poderoso escalofrío se apoderaba de todo su cuerpo. Y allí, en la penumbra, el espectro se abalanzó sobre él. Sus ojos vacíos brillando con un fulgor sobrenatural.

¡¿Hijo, responde?! –escuchó, mientras dejaba caer su teléfono.

La oscuridad lo envolvió como una manta pesada y el miedo lo incitaba a correr. Estuvo a punto de dar un paso, cuando una fría brisa agudizó todos sus sentidos, pero antes que pudiera ejecutar cualquier movimiento, percibió un agarre firme y helado en sus pies. Las manos del espectro lo habían apresado con una fuerza inhumana, haciendo que su corazón se detuviera por unos cuantos segundos.

¡¿Leo, dónde estás?! –cuestionó su padre en medio de la desesperación.

Leo sentía como el suelo se deslizaba bajo su cuerpo. Una pista de asfalto que lo torturaba sin piedad. Sus temblorosas manos buscaban con desesperación algo a lo que aferrarse, pero todo lo que encontraba eran sombras y vacío. El rose de su cuerpo contra la dura superficie le generaba un dolor agudísimo, como si cada rasguño fuera un recordatorio de su impotencia. Cerró sus ojos con todas sus fuerzas, tratando de bloquear la realidad pero el terror se filtraba en su mente, intensificando cada grito silencioso que resonaba en su interior.

¡Leo, responde por favor! –se escuchó la débil voz proveniente del teléfono.

Con un grito ahogado en su garganta, forzó cada músculo de su cuerpo, empujando contra la fría y letal presión que lo mantenía atrapado. Con un último esfuerzo desgarrador, logró soltarse de aquel agarre sobrenatural. Pero la libertad era solo un espejismo. Se arrastró sobre el suelo con desesperación. Sus manos desgastadas rasguñaban el asfalto en busca de una salvación que parecía inalcanzable. Las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, cada una de ellas con una mezcla de terror y desesperanza, mientras su mente suplicaba en silencio: "Déjame ir". Pero sus palabras se perdieron en lo más profundo de su mente cuando fue apresado nuevamente.

¡No, por favor... por favor... ayúdenme... ayúdenme...!

En medio de su desesperación, Leo logró vislumbrar un pequeño letrero desgastado que enunciaba "Barrio San José". Era un rayo de esperanza en medio de su tormento. Un recordatorio que había un lugar en donde podría estar a salvo, pero la cruel realidad lo mantenía prisionero. Su cuerpo ahora arrastrado hacia el callejón, se encontraba a merced de una fuerza oscura que parecía disfrutar de su sufrimiento.

El callejón con sus paredes manchadas y el hedor a abandono, conducía a un oscuro túnel que se cernía como una boca insaciable. Lista para devorarlo. Sus gritos resonaban con fuerza en la noche desierta, extendiéndose por toda la zona y reproduciendo infinitas reverberaciones que se ahogaban en la penumbra.

Cada eco era un recordatorio de su lucha, pero poco a poco iban desapareciendo en la negrura del túnel, transformándose en débiles susurros que se perdían en el interior de la oscuridad.

Y en medio de la calle, solo quedó el desgarrador lamento de un hombre que, aún aferrado al teléfono mantenía la esperanza de volver a escuchar la voz de su hijo.

¡Leo... Leo... Leo!




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