Leonardo

Leonardo

- Vos sos el nuevo, ¿no?

A Gianna le había costado acercarse al niño, pero su curiosidad pudo más y se animó. Era una plácida tarde de primavera al costado del río Arno y al pasar por el puente divisó la figura del recién llegado debajo de éste mirando vaya uno a saber qué en el piso.

- Sos el nuevo, ¿sí o no? - como el chico la seguía observando como si no escuchara lo volvió a intentar- ¿Sos Leonardo, el hijo bastardo de Ser Pietro?

El chico levantó las cejas.

- No sé, ¿qué ves vos? - le respondió.

- Un chico raro veo, eso veo, ¿sos Leonardo?

- Eso soy. – Le dijo sin más y apartó la mirada de la cara de Gianna para mirar al suelo.

Gianna siguió el curso de sus ojos y vió una pequeña hormiga de caminar errante y sin más, la pisó. Leonardo reaccionó con brusquedad, giró su cabeza hacia ella y la increpó.

- ¿Por qué hiciste eso?

- Porque es insignificante y porque puedo.

- Nosotros también lo somos. ¿Podrías dejarme solo de una vez?

- ¡Ay, que maleducado sos con una dama!  - dijo con desagrado y puso los ojos en blanco- Adiós, Leonardo el bastardo. – Dijo con sorna, se dio vuelta y se fue.

Allí quedó Leonardo, impresionado por lo que había visto en esa chica, cómo la luz impactaba en su tez clara y cómo la sombra que se producía en su nariz a esa hora del día dibujaba su caprichosa silueta. Había podido percibir casi con claridad las líneas de sus ojos, cerca del lagrimal más gruesas y luego finas, llegando a la unión con el párpado con espesas pestañas oscuras.

No recordaba a qué había ido ella ahí, pero si recordaba lo que había hecho. Tomó los restos de la hormiga que yacían en el piso aplastadas con brutalidad, buscó una hoja en donde depositarla y la dejó arriba, como no le interesaba la religión, le deseo buen viaje y dejó que la corriente, en ese momento tranquila, se llevara los restos de aquel ser vivo injustamente maltratado.

Continúo mirando el río, reconociendo los efectos de la luz del sol sobre él. Su mirada se detuvo en los cangrejos que entraban y salían de allí, tomó una rama a su lado y tocó uno con delicadeza. <<Si, parece que tienen el esqueleto por fuera>> pensó, acto seguido sacó su pequeña libreta de hojas de papiro del bolsillo trasero de sus pantalones cortos. Aquel tesoro se lo había obsequiado su madre con ojos vidriosos antes de partir a Vinci, sabiendo la predilección de su niño por los dibujos y las creaciones. Allí anotó su razonamiento recién confirmado y se quedó mirando el dibujo en el que había trabajado todo el viaje hasta allí. Era un bosquejo que había hecho luego de una noche en vela donde miró de cerca a los murciélagos que iban y venían de las frutas que les había puesto cerca del bosque de su casa materna con el objetivo de poder verlos mejor. Esa noche la recordaba particularmente triste, su madre le había contado que pronto se iría lejos, a la casa de su padre, por haber cumplido los 10 años.

El dibujo era algo rebuscado y por momentos poco claro, pero se distinguía bastante bien: un bastón fino horizontal y uno vertical formaban una cruz central, de la primera pendían otros bastones de manera vertical de tamaño decreciente de afuera hacía el centro donde se unían a la estructura vertical central y había reunido el final de cada uno de los bastones con líneas convexas que le daban la similitud a las alas de los mamíferos que estaba observando. No le parecía una idea descabellada, pero sentía que aún le faltaba mucho para poder desarrollar su proyecto.

- Quizás algún día puedas concretar eso que estás creando- dijo una voz detrás de él.

Leonardo se dio vuelta sobresaltado. Pegado a su espalda, mirando por sobre su cabeza, estaba Ser Pietro. No lo había sentido llegar al estar tan absorto en sus pensamientos.

- Qué interesante, escribís al revés – Observó éste al ver las anotaciones del niño- ¿es tu manera de ocultar tus proyectos y secretos?

Esa indagación y su conclusión lo sorprendieron.

- ¿Cómo se dió cuenta? La gente suele pensar que no sé escribir.

- La gente ignorante dice muchas cosas Leonardo… ¿Puedo llamarte Leo? Sé que no puedo llamarte hijo, no lo merezco todavía.

- Si, mamá también me llama así. ¿Cómo lo puedo llamar yo a usted?

- Como te sea cómodo a vos, para mi va a estar bien.

- ¿Cómo puedo hacer para cumplir esto? - preguntó el ahora ansioso Leonardo.

- Estudiando, conociendo a la gente indicada y seguramente haciendo algunas cosas que no te gusten o con las que no acuerdes tanto.

Como Leonardo lo miró con incomprensión Ser Pietro siguió:

- Me refiero a vincularte con gente caprichosa, con poder y a la religión básicamente.

- Ahhh, yo creo que para que se pueda llegar a una ley general primero hay que probarla dos o tres veces, la religión no ofrece nada de eso, es lo opuesto a la ciencia, yo no podría ayudar con mis proyectos ahí.

- No, es cierto, vos no sos de los que cree que el sol mide 34 cm tal y como lo vemos nosotros. Pero si tenés otras habilidades, como dibujar y pintar, si las perfeccionás, estudiás y te formás en este tipo de arte quizás llegues muy lejos y puedas encontrar personas que estén dispuestas a poner recursos a tu disposición para lograr concretar los dibujos que estás haciendo ahí.



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En el texto hay: niños, creatividad, vinculos afectivos

Editado: 02.12.2020

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