LEONORA
Hacia un frio que calaba hasta los huesos aquella tarde plomiza en el cementerio, la niña tomó un copo de nieve en sus manos, le pareció hermoso, pero sentía tanto frio, un escalofrió le pasó por el cuerpo, de inmediato lo apretó en su puño para derretirlo, la pobre niña ataviada con un simple vestido negro, temblaba y se apretaba más a su madre para mitigar el frio, la madre le dio la mano, pero era inútil las dos manos estaban heladas, dos hombres comenzaron a bajar el ataúd donde ya hacia su padre, veía el rostro de su madre que derramaba gruesas lágrimas, le parecía que en dos días había envejecido como veinte años, ella también estaba triste, desde que nació, habían llevado una vida precaria, y ahora se quedaban solas, desde ese momento no sabía de qué podrían subsistir, era lo que le preocupaba a una niña de once años, ya no más juegos de niños, se despediría de su niñez, ahora tenía que ser fuerte. Su madre lanzó una rosa blanca al féretro de su marido y los hombres comenzaron a echar la tierra. La niña pálida recordó aquellos años en los que su padre la tomaba en volandas, los dos se sonreían, eran felices, Henry Hayden fue un hombre que a pesar de las adversidades trató de ser feliz, su padre había sido un hombre muy rico, Lord Hayden, pero no supo administrarse y al morir había derrochado la herencia que la familia había acumulado en siglos, al morir el viejo Lord lo que le heredó a su hijo fueron deudas, el joven trató de hacer rendir sus bienes lo mejor posible, pero no pudo con los acreedores que los seguían como moscas a la miel, al final les pudo pagar poco a poco, pero lo dejaron sin una sola libra al final de sus días, la señora Alicia Hayden pagó el sepelio de su marido con el poco dinero que tenían. En el montículo de tierra pusieron el único ramo de flores sobre él, ella miraba la última morada de su esposo, lo quería tanto, no se acostumbraba a estar sin él, habían sido muy felices, cuando Henry y ella se casaron él ya no tenía ni dinero ni posición social, solo tuvieron una hija Leonora, Henry fue un muy buen padre, trataba de enseñarle a su hija todo lo que él sabía, en su niñez había asistido a una de las mejores escuelas, pero de pronto su padre ya no la pudo pagar y lo sacó, ya mayor Henry aprovechó sus estudios y trabajó en un periódico, pero su cheque completo se iba a pagar las deudas, una tarde cuando estaba editando una nota, una hermosa joven entró al taller de redacción, llevaba unos dibujos de unos vestido de la tienda donde trabajaba, su jefa quería que se publicaran en el periódico del siguiente día, Henry que no podía dejar de mirar a la dama esbelta de cabello largo obscuro, tanta impresión le causó que derramó un tintero sobre unos papeles, la joven volteó a verlo, Henry se sonrojó, eran unos enormes ojos cafés los que lo miraban, sus labios se entreabrieron tratando de disimular una sonrisa. Cuando la joven se fue Henry tomó los datos de la tienda donde trabajaba. Una tarde la esperó a que saliera y le pidió acompañarla a su casa, Alicia le dijo que ese día no le habían pagado por lo tanto tendría que caminar a casa que estaba en los suburbios, de esa manera caminando un buen tramo desde la tienda hasta la casa de Alicia tuvieron mucho tiempo para conocerse, desde esa tarde Henry siempre la esperaba fuera de la tienda, pero llevaba dinero para pagar el camión de pasajeros, era de dos pisos, subían al segundo para ver la ciudad, aunque la tarde estuviera fresca les gustaba sentir el aire en sus rostros, el camión los paseaba por enfrente del palacio de Buckingham, era lo que más les gustaba. Después de unos meses y ahorrando chelín tras chelín Henry la invitó a cenar y le pidió matrimonio entregándole un anillo de poco valor, Alicia aceptó con lágrimas en los ojos, se casaron en una sencilla ceremonia a la que solo asistieron los padres de Alicia, Lord Hayden no asistió, no estaba de acuerdo, quería que Henry se casara con una rica aristócrata y recuperar la fortuna de los Hayden. Henry a pesar del rechazo de su padre continuó pagando las deudas de su padre, luego de unos años, el Lord murió y le heredó a su hijo las deudas y el título, algo que para la situación precaria en las que vivía, no le servía para nada y hasta le molestaba. Doce años pasaron, Henry, Alicia y la pequeña Leonora vivían felices, pero una tarde calló una fuerte lluvia, Henry llegó a casa totalmente empapado, cogió una gripe, a pesar de todos los esfuerzos de Alicia por curarlo la enfermedad se fue agravando, después le dio pulmonía y terminó su vida.
Madre e hija llegaron a casa, Alicia puso unos leños en la chimenea para calentarse un poco, era una casa pequeña y obscura con unos cuantos muebles, la pequeña chimenea estaba llena de hollín a su alrededor, la cena fue una sopa caliente, algo que Leonora agradeció ya que tenía tanto frio que sentir algo caliente en el estómago le haría bien.
-Voy a tener que trabajar más, le voy a pedir a la señora Catalina que me aumente las horas, de ese modo ganare más. – La cara de su madre estaba decaída, Leonora le tomó la mano.
-No te preocupes madre yo voy a ayudarte.
Alicia le consiguió a su hija trabajo como mensajera en la tienda de la señora Catalina, se encargaba de llevar mensajes a casa de las mejores clientas, así como de hacer algunos pagos y de llevarles comida de algún restaurante cuando estaban las costureras tan ocupadas que no tenían tiempo ni para salir a comer, así que Leonora a su corta edad ya tenía responsabilidades.
Alicia era la mejor de las costureras, sus diseños eran hermosos, se arriesgaba, combinando colores y les agregaba formas a las costuras, a las clientas de la tienda le encantaban, las señoras comenzaron a pedir sus servicios a domicilio, de modo que Alicia acompañada de su hija iba y les tomaba medidas a las aristócratas de todo Londres para hacerles diseños originales, y regresaba a la tienda para hacer los vestidos.