Los años pasaron, en el internado George Heriot de escocia, los jovencitos habían cambiado sus sweaters grises por unas frescas camisas blancas con corbatas, el verano ya estaba en pleno, y Felipe ansiaba las vacaciones, quería regresar a Londres a casa de sus padres, esta vez no sabía cómo pero tenía que ver a Leonora, con cualquier pretexto iría a la casa de modas de la señora Catalina donde sabía que trabajaba, ya contaba con 18 años y era todo un caballero, Leonora contaría ahora con 16 años, durante los años pasados, cuando llegaban las vacaciones quería llegar a Londres para ver si tenía oportunidad de ver a Leonora, pero solo la había visto dos veces, en una ocasión la vio de lejos cruzando una calle, llevaba unos paquetes, la tenía grabada en la memoria como si la estuviera viendo, llevaba unos botines negros, un vestido color chedrón, una mañanita tejida café, un sombrerito café, sus cabellos recogidos en un moño, aunque su vestido era sencillo ya no llevaba andrajos, al parecer le iba mejor que cuando era una niña, caminaba con paso seguro, él estaba conversando con su amigo Jonás cuando la vio.
-Mira Jonás aquella chica, es Leonora. – Jonás sin perder tiempo se volvió a verla, tenía mucho interés en conocer la chica que le quitaba el sueño a su amigo, le pareció muy bonita pero ordinaria como cualquier otra joven.
-Es bonita, pero no me parece tan especial, – comentó, - si hablamos de bellezas creo que Clara Ferguson es la joven más bonita de todas, sus cabellos rubios rizados, sus labios chicos y delgados, y sus ojos azules, es toda una joven altiva.
-Tú lo has dicho amigo, altiva y altanera, – le expresó su amigo – además no has visto a Leonora de cerca tiene unos ojos hermosos, ahora tengo que correr para alcanzarla. – Felipe salió disparado hacia donde caminaba Leonora.
La joven cruzaba una calle ya cerca de la casa de modas cuando escuchó su nombre.
- ¡Leonora! ¡Espere un momento por favor! – Felipe llegó a su lado tomando aliento, Leonora lo reconoció, se sintió un poco cohibida, el jovencito Tankerville llegaba corriendo a saludarla, era algo extraño y especial, - La vi caminando unas cuadras arriba y no quise dejar pasar la oportunidad de saludarla. – Se inclinó y le tomó una mano, a Leonora le recordó la primera vez que la había saludado, en aquella ocasión era un niño ahora se había convertido en un joven buen mozo.
-Que gusto verlo señorito Tankerville.
-Por favor dime Felipe.
-No podría señorito.
- A mi hermana no la llama señorita, si no por su nombre ¿Por qué no es igual conmigo? – Le dijo mientras le quitaba los paquetes que llevaba, lo cual puso a Leonora colorada, se volvió a ver si la gente los miraba, pero Felipe lo hacía tan natural que no le quedó más remedio que aceptar la cortesía.
-Bueno es que es diferente con su hermana, ella y yo somos amigas desde niñas, y su madre aprueba esa amistad a pesar de que somos tan diferentes, no creo que sus padres tomaran a bien el que yo lo llamara por su nombre.
-Tonterías, en ocasiones es bueno romper con las formalidades, ¿cómo está?
-Bien gracias ¿y a usted cómo le va en Escocia?
-Bien, es divertido estar en un colegio, o tal vez a mí me lo parece después de haber vivido encerrado en casa toda mi vida. – La entrada de la tienda estaba justo enfrente de ellos, a Felipe se le hizo como un segundo el estar con ella.
-Tengo que entrar al trabajo, fue un placer saludarlo.
-Igualmente Leonora, espero verla pronto. – se inclinó quitándose el sombrero, se quedó parado hasta verla entrar.
Esa fue una vez y la otra fue en su casa, solo un instante, iba acompañada de su madre por lo que no se atrevió a saludarla, y se tuvo que conformar con verla de lejos, ella le había dedicado una sonrisa, sus lindos labios dejaron ver unos dientes grandes y blanco, su piel se erizó sintió un temblor en todo su cuerpo y casi se le cae el vaso de limonada que llevaba.
Solo dos veces la había visto en los años pasados, y no estaba dispuesto a pasar otras vacaciones sin verla y sin hablarle.
En Londres en una pequeña escuela con paredes roídas y bancos desvencijados, dos amigas hablaban mientras comían unos dulces, Julia al igual que Leonora se había convertido en una hermosa joven, alta delgada, con cabello rubio claro ondulado, ojos azules, labios delgados, pero bien formados, era tímida y cándida, los largos años de orfanato no habían amargado su espíritu.
-Te tengo una buena noticia. – Dijo Julia.
- ¿Qué es?
-Gané el concurso en el que me inscribió la madre María, me gané la beca completa en un colegio superior. – A Leonora le dio mucho gusto por su amiga y con una gran sonrisa le dio un fuerte abrazo.
-Felicidades amiga, y ¿qué vas a hacer?
-Bueno la beca es por parte del gobierno de su majestad, quiero estudiar medicina y me han mandado una lista de colegios a los que puedo ir.
-Eso es magnífico, ¿y ya escogiste?
-Aún no, tengo un par de semanas antes de mandar mi resolución.
-Amiga, tu vida cambiará por completo para bien, veo en ti un gran futuro. – Le dijo Leonora con sinceridad.