Leonora esperaba en el andén del tren de Kendal, Edimburgo, el colegio y sus queridas amigas estaban ahora ya muy lejos, “- Espero verlas muy pronto”- pensaba porque ya las extrañaba demasiado. Después de esperar por un rato llegó un carruaje, un hombre de edad muy avanzada bajó, miro en todas direcciones y se fijó en ella.
- ¿La señorita Hayden? – Preguntó quitándose el sombrero.
-Si.
-Soy el señor Meed, he venido a recogerla.
-Mucho gusto señor. – Leonora le tendió la mano, el señor se la estrechó con timidez, luego subieron las maletas, Leonora le tuvo que ayudar, ya que aquel pobre hombre era tan viejo que no podía con el equipaje, subieron al carruaje y se pusieron en marcha. Salieron a las afueras del pueblo y entraron a una zona de grandes pastizales, las lomas y praderas eran verdes por la mucha humedad, el señor Meed se detuvo en una colina.
-Mire señorita, por allá esta la mansión - El señor le señaló una enorme casona de muros blancos, grandes ventanales, y unas columnas con torreones como los de los castillos, los jardines de enfrente estaban tan bien decorados y ubicados que se notaba que los había hecho un experto, a un kilómetro se podía ver un río que serpenteaba, y más lejos comenzaba la campiña.
-Es muy hermoso señor Meed.
-Si lo es. - Llegaron por la parte de enfrente el señor Meed estacionó el carruaje enfrente de la casa, el jardín estaba lleno de rosales, peonias, hortensias, tulipanes, lirios y otras muchas flores, subieron los escalones y entraron por las puertas de madera labrada, eran tan grandes que podían entrar unas cinco personas al mismo tiempo, el salón principal tenía pisos de mármol blanco, en el techo pintado un mural, con ángeles, musas, flores, árboles, nubes, al parecer era una representación del paraíso, los muebles y la decoración estaban dispuestos de una manera tan fina, todo tan bien dispuesto sin llegar a la exageración que Leonora pensó que si habían contratado un experto para el jardín, también el experto decorador de interiores hizo un excelente trabajo. Mientras Leonora observaba, una señora bajó por las escaleras de mármol tan amplias como las puertas.
-Buenas tardes, la señorita Hayden si no me equivoco. – Era una señora esbelta, blanca, con las mejillas sonrojadas, y vestida en un muy decente vestido gris con encajes en la parte del cuello. – Yo soy la señora Meed, esposa del hombre aquí presente, y ama de llaves.
-Mucho gusto.
-Venga conmigo, le enseñaré su habitación, podrá descansar, a las seis serviremos la cena.
Leonora le agradeció porque se sentía realmente agotada, su recamara no podía desentonar con la casa, era grande y muy cómodo, tenía las paredes empapeladas con ramilletes de flores lilas, una mullida alfombra, una mesita con una silla, un tocador con un espejo redondo, una chimenea, pero lo mejor era la cama, con un blanco edredón y lleno de almohadas, Leonora sintió que no merecía tanto, pero dio un salto a la cama, se acomodó entre las almohadas y se quedó dormida. Se despertó faltando media hora para las seis, se dispuso a acomodar su equipaje en el closet, a las seis en punto bajó a la cocina, pero tuvo que pasar por el comedor principal una mesa para al menos treinta personas, las sillas de terciopelo gris plateado, los centros de mesa de cristal cortado, las paredes empapeladas con dibujos color plata, las credenzas y trasteros recargados en las paredes guardaban todo tipo de cristalería y platería, en el centro del techo un candelabro de cuentas de cristal, una puerta después estaba la cocina, todos los presentes se volvieron a verla.
-Ven linda te presentare, – Le dijo la señora Meed, - ellas son las mucamas, Lola, Claudia y Lidia, - Lola y Claudia eran dos señoras de unos 45 años, pero Lidia era una jovencita de al menos 14, ella es nuestra cocinera Carlota, - una mujer muy grande y muy gorda, pero agradable a la vista, - su ayudante José, y Jorge que trabaja en los jardines, - Los dos ya hombres de edad avanzada, - por último, Nathan que se encarga de las caballerizas. – Un joven de 19 o 20 años, de cabellos rojos, ojos azules y un sinfín de pecas, pero buen mozo, su mirada de un joven vivas, todos ataviados con ropas modestas, pero en buen estado, lo que significaba que su trabajo era bien remunerado. Todos la recibieron con una gran sonrisa, Leonora se sintió cómoda entre ellos desde el principio. Todos se sentaron en el comedor de la cocina era donde los empleados estaban destinados a comer, aunque era un lugar muy bonito no tenía comparación con el esplendor del comedor principal. La cena estaba compuesta por pato, legumbres al vapor y papas gratinadas acompañadas de un ponche de frutas, y aunque eran los empleados todo estaba servido en copas y una fina vajilla.
-Díganos señorita Hayden ¿es muy bonito el medio oriente? – Preguntó Nathan.
-Yo no conozco el medio oriente.
- Pero ¿cómo es que habla árabe?
-Bueno lo estudie en la universidad.
-Por supuesto Nathan, la señorita Hayden es egresada de la universidad George Heriot, hizo su especialidad en historia antigua egipcia ¿si no me equivoco?
-No se equivoca señora Meed, así fue.
-Los libros que le dejó el señor Al Rashid para que comenzara a traducir están en la biblioteca.
-Estoy ansiosa por verlos. – Dijo Leonora realmente emocionada.