Unos días después Hassan entró en la biblioteca con un montón de cartas en su mano.
-Mire señorita, mi arqueólogo en el Cairo me ha mandado unas fotografías de los jeroglíficos que han encontrado, tendrá la oportunidad de ayudarme a descifrarlos, - Leonora no pudo ponerse más contenta, para ella leer jeroglíficos eran como descifrar mapas de tesoros.
-Nada me gustaría más. – Hassan comenzó a hojear las demás cartas y se encontró con dos que no eran de él.
-Estas dos cartas están dirigidas a usted. – Leonora las observó y se sonrió al ver que los remitentes eran de Maggie y Julia.
-Han de ser muy de su agrado señorita, creo que es la primera vez que la veo sonreír, y es una lástima ya que tiene una bonita sonrisa. – Leonora se sonrojó, pero reprimió su corazón, sabía que no se trataba de una coquetería de parte de Hassan, sino de un simple cumplido de amistad, por lo que no le contestó nada.
-Las leeré más tarde, - le dijo tomando las cartas, - ahora quiero ver esas fotografías. – Las comenzaron a ver, después de un rato Leonora descubrió algo asombroso.
-Señor, por lo que se lee en este cartucho al parecer se trata del faraón Akenatón. – Al escuchar ese nombre Hassan se impresionó, era uno de los más importantes faraones del antiguo Egipto.
- ¿Está usted segura?
-Completamente, mire aquí lo menciona. – Le mostró justo donde estaba la figura del cartucho.
-Tiene razón, al parecer este es su nombre.
-Señor Hassan, ¿Qué hará si encuentra la tumba del faraón Akenatón? Ha de contener tesoros inimaginables. – Los ojos de Leonora estaban enormes de admiración.
-Me entusiasma esa posibilidad señorita, pero en caso de encontrar esos tesoros, le pertenecen al Cairo, creo que se los entregaría. – Leonora le sonrió, no esperaba más del honorable Hassan Al Rashid.
Por la noche en su habitación iluminada por la tenue luz de las velas, Leonora leyó sus cartas, comenzó con la de Julia.
“Mi querida amiga. Me da mucho gusto que te encuentres bien, y que tu estancia con los Al Rashid sea de tu agrado. Me preguntas por mi vida y te diré que estoy haciendo mi especialidad como médico cirujano, en las practicas me temblaban las manos cuando hacia incisiones, y hasta llegué a pensar que no tenía madera para serlo, pero ya no más, me he acostumbrado, y el doctor Ford ha alabado mi trabajo y me ha puesto como ejemplo con mis compañeros, siendo la única mujer no ha sido fácil, pero lo he podido soportar.
Como me quedo en la pensión de una buena señora estoy ahorrando cada penique, creo que en poco tiempo llegaré a comprarme una modesta casa, ¿Te imaginas? Yo teniendo una casa propia, que ilusión me hace, pero trabajo mucho, en el hospital a veces hasta más de quince horas al día, no sabes lo cansada que termino, pero claro que cuando llega la quincena y veo la remuneración de mi trabajo me da tanto gusto, corro al banco y los pongo en mi cuenta de ahorros, veo que está más cerca el que tenga mi propia casa, me lleno de energías y me digo a mí misma que sigan viniendo más días con mucho trabajo.
Ahora no tengo mucho tiempo para ver a Maggie, pero el otro día vino y me invitó a un concierto que dio con la sinfónica de Londres, no me lo perdí, tenía turno de noche, pero le imploré a un compañero para que me cubriera, y pude ir al concierto en donde ella tuvo un solo, no sabes lo bien que tocó y lo bien que se veía con su vestido blanco de ceda, fue la más elogiada, todo mundo se puso de pie cuando terminó. Su hermano Felipe no estaba, lo cual me entristeció, tenía muchas ganas de verlo, tú más que nadie sabe que siempre me ha gustado, y no me atreví a preguntar por él, por temor de dejar mis sentimientos al descubierto. Bueno ahora te dejo, me hice un espacio para escribirte, pero ya me están llamando, te quiero mucho amiga y espero que seas muy feliz. Tú siempre amiga Julia Hamilton”.
“Mi buena amiga” – Pensó Leonora, - “espero que llegues a ser muy feliz, te lo mereces, siempre has sabido soportar las adversidades de tu vida con valor, no me sorprendería que llegara a ser la mejor cirujano de toda Inglaterra”. - Luego Leonora tomó la carta de Maggie.
“Mi amiga del alma. Por fin te has acordado de mí y me mandaste una carta, bueno no te culpo, sé que estas muy ocupada en tu trabajo, y me da mucho gusto que trabajes en lo que te gusta, sé lo mucho que te apasiona la cultura egipcia. Te tengo muy malas noticias, mi querido hermano se unió a la milicia una vez terminados sus estudios, reusó continuar con los negocios de la familia, no le importó las amenazas de papá de desheredarlo, pero eso no es lo grave, y es que se han dado revueltas en la India, porque se quieren independizar de la corona de su majestad la reina, y lo han mandado con su regimiento, yo estoy muy preocupada, mi pobre hermano al frente de sus tropas, estar expuesto de caer herido o peor aún, no sabes mi amiga se me encoje el corazón, pero no te quiero hablar de cosas tristes, te contaré mejor que el pasado sábado tuve mi primer solo en la sinfónica, nos presentamos en el gran teatro y por los comentarios fue todo un éxito, invité a Julia le reserve un asiento en primera fila junto a mis padres, me sorprendió lo hermosa que se ha puesto, no sabes mi amiga, ha cambiado tanto, ahora que trabaja en el hospital está ganando muy bien porque llegó enfundada en un vestido de seda y encaje en color verde, sus cabellos rubios recogidos de un modo tan hermoso que parecía una señorita de las mejores familias, mis padres no la reconocieron hasta que se presentó, mi madre se quedó impactada por su belleza. Y en cuanto a mí, estaba tan nerviosa por mi primer solo de piano, practiqué tanto que mis padres ya estaban cansados de tanto oírme tocar la misma pieza, pero salí airosa o al menos eso fue lo que me dijeron, pero no sabes, el público no me puso tan nerviosa, los nervios me llegaron, al ver a Clara Ferguson y Jonás Clayton, me puse tan triste, pero no iba a dejarme vencer por mis sentimientos, todo lo contrario, me llené de valor y toqué mejor que nunca, para que viera Jonás que no soy una señorita consentida y que tengo mi talento y carácter, yo creo que si lo supo, porque se puso de pie y me aplaudió, Clara fue la que dio unas tres palmadas, pero no me importó, fue el público el que se levantó de su asiento y se tornó en una lluvia de aplausos, no pude evitarlo yo sonreía como una tonta estaba feliz. Bueno mi amiga, me despido, sé que estas muy ocupada, pero sigue escribiéndome, no te olvides de mí, te quiero mucho Maggie Tankerville”.