Una tarde Leonora estaba sentada en la fuente del jardín que estaba en medio de la casa, jugaba con el agua cuando llegó Ja’far con una carta, a Leonora le extrañó el remitente era de Gertrudis Meed.
“Querida señorita Hayden; le escribo para contarle una desgracia que ha pasado en la casa de los Al Rashid. Después de una larga estadía de los señores en Londres, en casa de la señora Sara, un viaje que la señora Amelia obligó al señor a realizar, pretextando sumo aburrimiento, el señor tan complaciente como era con la señora aceptó, la señora asistió a tantas fiestas y reuniones fueron invitados, y en las cuales siempre se encontró con el vizconde Alexander, en una ocasión donde estaba media nobleza inglesa reunida, se les descubrió el romance, el pobre señor Hassan quedó públicamente humillado, mi joven amo esta desolado, enojado y desesperado, la repudió, la devolvió a su casa y se divorció de ella, y con el corazón destrozado regresó a casa, la señora Hana, el señor Nathan y la señora Sara vinieron con él para tratar de animarlo, pero no fue posible, el hombre ahora vive como un fantasma, vaga por la casa sin hablar, apenas come, no se arregla, no duerme, no sale para ningún lado, la pobre niña Hana está muy preocupada por él, y ahora tuvieron que regresar a Londres porque Nathan está en la universidad, y no podía dejar pasar más días, ahora el señor solo aquí está más hundido en la depresión, yo quería que estuviera enterada de esta mala noticias para que no te llegaran cotilleos de su separación por otras personas, y la tomara por sorpresa, me despido de usted porque ahora tengo mucho trabajo vigilando a mi señor, no quiero que le pase nada, espero que cuando lea esta carta se encuentre en perfecta salud su buena amiga Trudy”.
Que extraños sentimientos los que ahora tenía, por un lado sentía una perversa alegría porque Amelia ahora recibía lo que merecía, había engañado a Hassan desde el inicio de su matrimonio, fue descarada en meter en su propia casa a su amante, y había continuado con su idilio una vez que ella misma la había descubierto, ahora tenía su merecido, la humillación pública, todos le daban la razón a Hassan, pero por otro lado, ella había vivido en persona el amor tan intenso de Hassan hacía Amelia, él solo vivía por y para ella, no podía ni imaginar el dolor que ahora estaba sintiendo, no se comparaba con el sufrimiento de ella cuando se alejó de él, siempre fue muy consciente de que su amor era prohibido y mal correspondido, y eso la hizo fuerte cuando dejo la mansión, el no volver a ver a Hassan era bueno para ella, pero el amor de Hassan por Amelia era puro, la había tomado por esposa para poder amarla con la bendición de Dios, y ella solo se burló de él y su amor.
Esa noche Leonora apenas pudo conciliar el sueño, al día siguiente cuando llegó a la excavación y se puso a trabajar, dio gracias al señor por estar tan lejos de Hassan y no tener que estarlo viendo sufrir por una mujer que no valía la pena, pero sobre todo para no tener la esperanza de que él dejara de amar a Amelia y comenzar a amarla a ella, sabía que eso era imposible, pero una mujer enamorada siempre guarda esperanzas, se despojó de esos pensamientos y se refugió en el trabajo.
El encargado del museo del Cairo llegó un día hasta donde Leonora estaba trabajando, le pidió que fuera a ver unas piedras llenas de grabados que recién habían encontrado y llevado al museo. Las piedras estaban escritas al parecer en arameo, lengua que Leonora no conocía, pero en el museo contaban con un libro que le podía ayudar a traducirlo, Leonora de inmediato se puso a trabajar.
El trabajo le llevó varios días, fue extenuante, se sentía muy cansada era diferente con la traducción de los jeroglíficos, que se sabía casi todos los dibujos. Una tarde Ibrahim llegó al museo.
-Tendrá que alistar sus maletas, - Leonora apartó el libro con el que estaba haciendo las traducciones, se le quedó viendo con extrañeza, no sabía lo que le estaba diciendo, él continuó – en unos días nos vamos a Lúxor. – Leonora se alegró, Lúxor era uno de los lugares más interesantes de todo Egipto.
- ¿En serio?
-Sí, nos iremos en una caravana de camellos.
- ¡No puedo esperar a realizar el viaje! – Dijo muy emocionada, - una caravana de camellos es toda una aventura como lo hacían los antiguos, - ella sonreía.
-La pasaremos muy bien, se lo aseguro.
De regreso a casa ya entrada la noche por su trabajo en el museo, pasó por la sala que estaba solo iluminada con una lámpara en una mesita redonda junto a un sillón de respaldo alto, Leonora escuchó un ruido, se acercó y se llevó un tremendo susto cuando vio una figura alta, vestida de negro, con el rostro escondido en sus manos, pero ella reconoció a la persona.
- ¿Señor Al Rashid? – Preguntó con timidez, el hombre se quitó las manos del rostro y la miró, su tez era pálida, unas enormes ojeras negras decían que el hombre no había dormido en semanas, sus cabellos eran largos y desaliñados, los hermosos ojos grandes y negros ahora estaban hundidos y apagados.
-Señorita Hayden, por fin llega, la estaba esperando.
-Tuve mucho trabajo en el museo.
-Sí, algo me comentó Ja’far, no debería trabajar tanto, se enfermará.
-El que parece enfermo es usted señor, seguramente ha tenido un largo y cansado viaje ¿Por qué no se retira a su habitación? Mañana podremos hablar de todo lo quiera.
-Tiene razón, estoy muy cansado. – El hombre se levantó, tambaleó, si no fuera por la reacción de Leonora que lo sostuvo habría caído, se notaba bebido y apenas podía caminar, lo llevó hasta su habitación en donde con grades esfuerzos llegó a la cama, pero el hombre pesaba tanto que al arrojarlo en la cama ella calló sobre él, sus caras estaban tan cerca, que él pudo ver sus grandes ojos negros y sus largas pestañas, ella de inmediato se separó, Hassan le atraía tanto, lo único que quería era salir de ahí lo antes posible. Luego fue a buscar a Ja’far al que le dijo que el señor estaba en su habitación y que necesitaba que lo ayudara a ponerse el pijama y meterlo en la cama, el pobre hombre ya entrado en años tendría que esforzarse para poder despojar de sus ropas a su amo y ponerla el pijama.