Leonora H

CAPITULO 23

Al día siguiente una caravana de veinte camellos en los que llevaban toda clase de instrumentos para la exploración los aguardaba, Ibrahim había tenido sumo cuidado en que no se les olvidara nada, el mismo grupo de excavadores experimentados que trabajaba con él los acompañaría, cuando Hassan y Leonora llegaron, ya casi todo estaba  listo, ella con su sombrero con velo para protegerse del sol y su sombrilla, sus botas de montar y su vestido fresco, Hassan con pantalones de color caqui y una camisa fresca blanca, un sombrero de explorador, botas hasta las rodillas con un revólver en su cintura para tomar precauciones.  Montaron en los camellos, Hassan se asombró de que Leonora supiera manejarlo tan bien.

-Señorita Hayden ¿Sabe montar camellos?

-El buen Ibrahim tuvo a bien enseñarme, toda persona que vengan al desierto tiene que aprender, me dijo. – Los dos sonrieron.  La caravana comenzó la marcha.  Ibrahim, Leonera y Hassan iban primero, por cada lugar que cruzaban, Ibrahim les iba contando toda serie de historias, una batalla por aquí, el encuentro de algún tesoro por allá, todo sobre cada pueblo, hasta que llegaron a un oasis donde pasarían la noche, un enorme lago azul en medio del desierto, a su alrededor todo tipo de plantas y palmeras, Leonora no podía dejar de admirar tanta belleza.

- ¿Parece muy feliz señorita Hayden? – Preguntó Hassan al verle los ojos brillantes.

- ¿Y quién no lo estaría en este lugar? – Volteo a ver a Hassan, pero al parecer la alegría de unos no es la de otros, los ojos de él más bien lucias tristes.

-Los hombres terminaron de instalar su tienda. – Le dijo, una serie de tiendas de lona blanca estaban dispuestas para todos los de la caravana, cuando ella entró a la suya estaba decorada con tapetes, una cama hecha de almohadas, una mesita en el centro y el baúl con sus pertenecías, Hassan entró a su tienda.

-Espero que este cómoda. – Ella se volvió a verlo, le sonrió y dijo…

-Parece que estoy en un cuento, las mil y una noches, para ser más específica. – Él sonrió al oír el comentario, fue a la mesita y tomo un recipiente que tenía dátiles y se los dio.

-Mandé que le cortaran unos. – Leonora tomó uno y lo comió.

-Son deliciosos.

-La fruta del desierto, ahora la dejo para que se refresque.

Hassan salió de la tienda, ella probó la dulce fruta, su sabor le hizo cerrar los ojos, luego se lavó la cara con agua fresca, tomó una siesta, pero como a las siete de la tarde la música y cantos de los hombres la despertaron, salió de su tienda y fue hasta donde todos estaban reunidos, una gran fogata, en medio un cabrito asado, los hombres que los acompañaban cantaban y tocaban instrumentos, todos parecían contentos.

-Ha… señorita Hayden, venga reúnase con nosotros, le dijo Hassan que se veía un tanto animado, Leonora con una gran sonrisa se sentó junto a Hassan, pero apenas duró unos minutos sentada, cuando llegó Ibrahim la tomó del brazo y la obligó a bailar, en esta ocasión las danzas no eran del todo desconocidas ya había bailado en la fiesta del sultán, los dos bailaban muy bien, Hassan los veía y sonreía, la figura de Leonora lucia hermosa, esbelta, alta, sus piernas eran largas bajo su falda, sus cabellos negros lacios le llegaban por debajo de la cintura, uno de los hombres le llevó un plato con el cordero y verduras, ella regresó a tomar asiento y comenzó a comer aquella delicia.

-Siempre es un deleite para un hombre ver a una mujer divertiste y sonreír. – Le dijo Hassan.

-Todo es muy bonito aquí ¿Por qué no me divertiría? No se puede estar seria en una ocasión como esta, además no creo que en mi vida se vuelva a repetir, estar acampando en un oasis en medio del desierto. – De repente uno de los hombres grito “¡Que baile el amo!

Hassan un poco obligado pero con verdadera ganas de pasársela bien, se levantó y le tendió la mano a Leonora, está la aceptó y los dos comenzaron a bailar, Hassan al haber pasado años en el Cairo sabía muy bien los pasos de las danzas y además era muy buen bailarín, con una mano en el aire y la otra tomando la cintura de cada uno, ella sentía los músculos de su espalda cuadrada y firme mientras que él una esbelta y delicada cintura, luego se tomaron de las manos y se miraban, sonreían, sabían que todos los miraban había que dar un buen espectáculo, cuando terminaron todos les aplaudieron, los dos con sus caras llenos de rubor pero alegres se inclinaron para agradecer el baile.  La noche siguió igual por unas horas, Leonora bailo hasta que ya no pudo y se retiró a su tienda, después de un rato todos hicieron lo mismo.  Ya entrada la noche Leonora se despertó, el silencio reinaba por doquier y al no poderse dormir de nuevo a causa del calor, salió a caminar por la orilla del lago, la luna brillaba, una suave brisa le pegaba en su cara, de pronto vio una silueta, al acercarse más se dio cuenta que era Hassan, con su mirada perdida en las aguas, parecía triste seguramente recordaba a Amelia, aún la tenía presente, la herida que le provocó seguía viva quiso alejarse, pero Hassan se volvió a la miró.

-Señorita Hayden. – Leonora tragó saliva y se acercó.

-No podía dormir, tenía calor, caminé un poco y luego lo vi con su mirada perdida, me imagino que pensaba en la señora Amelia. – Él se quedó viéndola con seriedad, luego dijo…

-Si pensaba en ella, pero también en usted. – Leonora sonrojada y asombrada dijo en vos baja.



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En el texto hay: romance, desierto, piramides

Editado: 14.06.2022

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