15:00 PM - Gimnasio
Es hora de que se reúnan los alumnos de séptimo A y séptimo B para la clase de gimnasia. Muchos profesores renunciaron, la única que permanece en esta materia es la profesora Jara. Debido a la escasez de personal y alumnos, tiene dos grupos juntos. El gimnasio posee un largo de cuarenta por treinta metros, en su interior hay cambiadores femeninos, masculinos y uno exclusivo para los profesores.
Poco a poco los alumnos con el uniforme puesto ocupan el interior de la estructura esperando instrucciones. El suelo parece seguro pero las largas maderas que lo cubren están opacas, desgastadas y viejas. Un par de ventanas en la parte superior dejan entrar nítida luz. La estructura es sólida y rasposa, las columnas sostienen el techo de concreto, el ambiente es lúgubre, las grietas en las paredes dan una imagen de abandono, como todo lo que hasta el momento Connor ha conocido en el pueblo. Los rumores que dicen que Odimor es el mejor lugar para vivir y permanece repleto de vida, son rumores.
Cuando se escucha el grito de la profesora, los alumnos firmes y atentos reciben instrucciones. Es una mujer delgada, menor de treinta años, con el cabello rojizo atado en la parte superior de su cabeza con una coleta apretada y voz excepcional.
—¡Muy bien, escúchenme! Este año aunque no nos guste tendremos que compartir el gimnasio, ya que parte del patio en el que practicaban tuvieron que venderlo por falta de recursos. Todos saben que gracias a alguien... la reputación de la institución se fue por el caño, debido a eso la gente dejó de donar y participar con los proyectos para recaudar fondos así que…
—Espero que con "alguien" no se refiera a mí, profesora.
La voz que interrumpe a la profesora pertenece a Umi. Emerge del cambiador de brazos cruzados con un uniforme ridículamente pequeño para su cuerpo, es de notar que la tela aprieta tanto su cuello como sus brazos y torso, un minúsculo exceso de piel de su cadera sobresale del ajustado pantalón. Los compañeros entre risas comienzan a burlarse en secreto.
—¿Eres el ombligo del mundo, Uminéz? —añadió cínica y sarcástica—. Por favor, no intentes armar problemas, y te dije que no puedes practicar usando ese uniforme.
—Usted dijo que iba a enviar a mi casa un uniforme de mi talla, pero no llegó, ¿no será que quiere que no participe y por eso lo hace?
—No quiero escuchar ni una palabra más, te sientas en la banca hasta que termine la hora.
De un extremo del gimnasio se escucha una voz que interrumpe, es franca, valiente, sin titubeos. Una curiosa mariposa naranja revolotea por el gimnasio y se posa sobre una ventana en lo más alto del lugar para observar la situación.
—Disculpe, yo tengo un uniforme de más en mi mochila. Es grande y de mangas largas pero si quiere se lo puedo prestar así no pierde la clase.
Al voltear, se dieron cuenta que quien habla es Connor. Él puede sentir algo extraño en las miradas de sus compañeros, ¿acusación? No te metas en esto ¿Curiosidad? Se siente señalado, como si estuviera rodeado de un grupo de espantapájaros aterradores y él fuera el único cuervo justo en el centro, no comprende qué es pero, no piensa echarse atrás. Sin embargo, la profesora no da el brazo a torcer en su terquedad.
—Te lo agradezco, Ceballos, pero tú no deberías tener dos uniformes, me tendrás que dar ese. Yo le envié el suyo y estoy segura de que sigue usando la talla chica a propósito para provocar.
Algo estamos haciendo mal si nuestro mayor acto de rebeldía es levantar la voz. Lejos de tener paciencia, histérica, Umi comienza a caminar con pasos de gigante dirigiéndose hacia la profesora sin creer lo que había escuchado.
—Usted sabe que eso no es verdad, ¡siempre intenta poner a todos en mi contra y humillarme!
Se detiene justo frente a la profesora con la mirada llena de ira, amenazante. En el exterior cualquiera lo confundiría con furia, pero dentro de ella, siente dolor. Un incómodo silencio se hace presente, los espectadores observan perplejos, les da lo mismo lo que suceda pero quieren presenciarlo, parecen sádicos. Con voz burlona en forma de crítica la profesora habla sonriendo.
—¿No será que te encanta hacer escándalo y vestirte como zorra?
Los presentes en el gimnasio se quedan boquiabiertos al compás de un sonido de sorpresa. Es quizás la primera vez que escuchan a un profesor insultar a un alumno. Umi pierde la calma, se abalanza sobre la profesora.
—¡No permitiré que me hable de esa manera! —pero antes que pudiera llegar a hacer algo, Ramiro se arrima sobre ella y con sus brazos la rodea intentando calmarla.
—No, no, no; Umi, por favor, cálmate, esto terminará mal —suplicó a su amiga, pero es tarde.