Lesalia.

X

 

—Sanó por completo —Comenta Jughead mirando la mejilla del heredero al trono.

Monserrath camina con su dedo en la boca de un lado a otro, analizando lo que acaba de ocurrir. Fue sólo un simple apretón de manos, ¿por qué ese brillo había aparecido? Y lo más importante ¿Cómo pudo curar una herida tan profunda?

—Ya no duele —Respondió y miró a la joven rubia—. Tienes magía en ti.

—No tengo nada —Lo cortó—. Ahora sigamos nuestro camino.

No espero que ellos la siguieran, camino con pasos apresurados y Jughead soltando un suspiro movió la cabeza en dirección a Monserrath.

—Vamos, príncipe.

Los tres jovenes parten rumbo al centro del bosque, un lugar poco explorado por cualquier persona sensata. El joven de ojos azules intentó tomar la mano de su dulce amada pero ella se negó con miedo a que ese destello de brillos dorados vuelva a aparecer, él no dijo nada pero se sintió dolido por su rechazo.

El príncipe seguía pensativo y cautivado por la magía de aquella muchacha, ¿Cómo funcionaría? Ella podría ser la salvación de tantas personas enfermas, necesitaba a esa pareja luego que él reinara en Lesalia.

—Estamos en el centro —Jughead habló y señalo todos los árboles—, cualquiera de ellos puede ser un escondite.

Monserrath paso sus manos por su rostro cansada. Los tres estaban exhaustos y con hambre, pero la pareja ya había pasado días sin comer antes por lo que no se veían tan hambrientos, Maximiliano por el contrario sentía sus tripas rugir.

—¿Qué hacemos? ¿Golpeamos árboles?

Ella rodó los ojos, negó con su cabeza.

—No, no siento nada diferente aquí.

—¿De qué hablas?

Ella miró a Jughead y luego al príncipe.

—Los lugares me llaman, hay algo denso en el aire que no logro percibir con claridad pero aquí no siento nada.

Jughead asintió.

—Lo mejor será descansar, podemos pasar la noche aquí y continuar mañana.

El príncipe no quería seguir perdiendo el tiempo pero no tuvo de otra más que asentir. Jughead tenía una pequeña mochila hecha de cuero, en su contenido habían dos sábanas para ella y él, pero ahora las cosas cambiaron, el príncipe debía tener una.

—Toma —Jughead le extendió la sabana, el heredero la agarro.

—Gracias.

Monserrath frunció el ceño pero no dijo nada. Maximiliano extendió la sábana en el suelo cerca de un árbol y se acostó usando de almohada una gran raíz sobresaliente, no estaba cómodo pero no podria conseguir nada mejor en ese lugar.

—Monse ven —La muchacha lo siguió hasta que lo vio acomodar la sábana en el suelo un poco más lejos del principe, le daban la espalda—, dormirás conmigo.

Al instante sus mejillas ardieron, mil pensamientos inapropiados merodeaban por su cabeza y negó.

—No, Jughead no creo que sea apropiado.

Él cansado de que ella lo evitara se sentó en medio de la sabana, se hizo a un lado dejándole espacio y extendió su mano para que ella lo tomará. Dudó pero al final aceptó,  él aprovecho que sus manos estaban unidas y tironeó de la muchacha logrando que ella aterrizara sobre él.

Su cabello rubio completamente desordenado cubrió su rostro y él con una delicadeza extrema acomodó los mechones rebeldes de Monserrath. Ella estaba tan ansiosa y expectante que su piel comenzaba a brillar, él no dijo nada al respecto por miedo a asustarla.

Ahueco su rostro con sus grandes manos y beso sus labios castamente perdiéndose en el sabor de sus ellos, ella sintió que el corazón de ambos latian erráticos, furiosos. Su mente estaba nublada y se acomodó mejor, terminó con sus piernas a los costados de Jughead, estar encima de él le daba una sensación tan deliciosa que sus manos fueron hasta su cuello atrayendolo, sus pechos se rozaban por cada tirón que ella daba, los brazos de Jughead terminaron abrazandola, pegandola a su pecho y sus labios danzando un baile lleno de amor en medio de la noche estrellada.

Él aún no satisfecho dejo de besar sus labios y se concentró en dejar besos en su cuello, bajando lentamente a la curvatura de su pecho. Ella gimió con los ojos cerrados y él abrió los suyos percatándose de todo ese brillo dorado que salía de su cuerpo, vio el cuello de Monserrath y no se resistió y lamió la zona donde podía ver las brillantinas salir.

De inmediato sintió una dosis de excitación, de energía, sentía un subidón de dopamina, serotonina y oxitocina, sus pupilas se dilataron y ella sintió el cambio en él por lo que abrió los ojos. Jadeó al ver los labios de Jughead dorados, él la tumbó en la sábana y ella se dejo caer, se colocó encima de ella y la miró a los ojos y sintió que ella era lo más preciado que tenía y estaba feliz al saber que podía despertar todos esos sentimientos en ella, ese brillo lo demostraba.

Las manos callosas de Jughead fueron al tobillo de Monserrath haciendo una pequeña subida por sus piernas logrando que ella contuviera el aliento cuando la mano de él se detuvo en su muslo, su vestido le molestaba no quería que nada interrumpiera el momento.

Sus labios volvieron a encontrarse, se besaron como si no lo hubiese hecho en años,  ninguna estaba satisfecho, necesitaban más de ambos.

—Te amo mi princesa —Dijo él uniendo su frente con la de ella.

Los ojos de Monserrath se cristalizaron.

—Yo te amo a ti mi caballero.

Él tuvo que usar toda su fuerza para contenerse, dejo un beso casto en sus labios y se tumbo a su lado.

—Ven aquí —Dijo abriendo los brazos y ella no tardó en apoyar su cabeza en su pecho mientras él la rodeaba con cariño.

Ajeno a todo eso, el príncipe solo podía pensar en Karina, la extrañaba como un loco, la necesitaba. Seguía repitiéndose en su cabeza que ella se encontraba bien, que no le pasó nada malo.

Con esos pensamientos el heredero se quedó dormido.
 


 

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El Rey enojado se sentó en su escritorio.

—¡Vayan ahora! —Gritó, los guardias salieron apresurados y él se llevo una mano a la cabeza con los ojos cerrados.




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