Let my cry

capítulo 4

La doncella

Todo estaba en penumbras, siendo poco iluminado por la luz que entraba por las ventanas de la habitación, el suelo antes blanco, ahora estaba oscurecido por cierto líquido carmesí. Sollozos y pequeños quejidos provenían de un rincón de aquel lugar, una pequeña niña temblaba, totalmente empapada de sangre, su rostro estaba sucio, sus ojos hinchados por tanto llorar, con la poco fuerza que le quedaba, sostenía un pedazo de madera, el cual entes era parte de una silla. Sus piernas empezaban a ceder, solo quería descansar, pero si lo hacía, quizás no volvería a despertar.

— ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Por qué lo hiciste? —Remarco con mofa las palabras — ¡todavía tienes el descaro de preguntar!

—ellos son inocentes, ¡déjalos!

Detrás de ella, dos niños de no menos de cinco años, trataban de esconderse, abrazándose mutuamente, llorando desesperados, pidiendo porque aquel demonio rojo, los dejara en paz.

—tal vez lo sean, pero crecerán y cuando llegue su día, no serán más que carne para matadero, yo solo estoy adelantando su sentencia o ¿eso quieres? Verlos ser destazados por esas bestias, cuál si fuera parte de un ganado cualquiera

—siempre hay una salida para todo, no debiste hacerlo, al final no hiciste más que lo mismo que hacen ellos, no has actuado muy diferente de ellos

Lloraba, bajo el trozo de madera que sostenía, hasta dejarlo en el suelo, se cubrió el rostro con sus manos, trato de limpiarlo con su ropa, pero término manchándose parte de la cara con sangre, sangre de los que alguna vez fueron sus amigos.

—Hana, perdóname —se acercó a ella y el la abrazo, ambos lloraron desconsoladamente

El llanto seso, los dos niños estaban más tranquilos. Pero no de ellos, empezó a darse golpes en el pecho, Hana trato de evitar que continuara, pero ya no tenía suficiente fuerza.

— ¿qué he hecho? ¡Soy un completo idiota! si fuera más inteligente, hubiera encontrado otra salida

— ¡basta! De nada ya sirve culparte por lo que hiciste

—vámonos, larguémonos de aquí, huyamos a un lugar donde ellos no nos puedan encontrar, donde podamos decir sin miedo que somos libres y no temer al mañana

—no podemos, ellos nos encontraran, sabes bien que muchos han tratado de escapar, pero nadie lo ha logrado, ¿qué de especial tienes tú, como para saber que podrás lograrlo?

—tengo la seguridad de lograrlo, ven conmigo

Estaba cerca de una de las ventanas, con mucho esfuerzo y tras intentar varias veces, logro romper el cristal, salió con cuidado de no cortarse. Estando del otro lado, empezó a acomodar parte de lo que antes fue una sábana, en la ventana.

— ¡vámonos!

Ambos niños que estaban antes en un rincón, con un poco de miedo aun presente e ellos, decidieron obedecer al pedido. Uno por uno fue delicadamente levantado y sostenido desde las axilas, para luego ser sacados por la ventana, Hana observo sentada en el suelo, la acción hecho por los otros niños, le dolían las piernas, tenía algunos cristales incrustados en sus rodillas, producto de haberse agachado en el suelo, en vanos intentos por revivir a algunos de los infantes heridos, que ahora yacían fríos. Ella sabía que solo sería una carga si decidía irse con ellos, se mantuvo ausente.

Las pisadas de alguien acercándose se escuchaban en el pasillo, alguien abrió la puerta de la habitación e ilumino como es rutina las camas, pero quedo helado, al ver tal escena, cadáveres tirados por todos lados, el suelo totalmente carmesí, unos minutos estuvo allí quieto, totalmente paralizado, hasta que noto la presencia de una niña al fondo del lugar, salió corriendo de allí, en busca de más guardias.

— ¡Hana, por favor ven con nosotros! —su voz era un grito de súplica, mientras que la niña aun estando sentada en el suelo, le sonrió, lagrimas resbalaban por sus mejillas

—vete, yo solo los atrasare, no puedo caminar

— ¡no importa, ven con nosotros! ¡No te dejaremos atrás, te puede hacer daño!

— ¡vete! ¡Ellos no tardan en llegar, tú debes irte y salvarlos! ¡Yo estaré bien! recuerda que soy mujer, soy un alguien bastante importante para ellos, no me dañaran, pero en cambio a ti, contigo no tendrán piedad por lo que hiciste, por eso vete, déjame, sé que estaré bien, sé que volverás por mí, sálvalos por favor —Sin más que decir, Hana bajo la mirada y evito volver a mirarlo

—volveré, lo promete, solo espérame

Todo quedo en silencio, hasta que después de pasados unos diez minutos, las alarmas empezaron a escucharse por todo el lugar. Todo estaba hecho un caos, en medio de aquello, entre las sombras, tres niños caminaban lentamente, con miedo de ser encontrados. Amaneció, pero ellos continuaron corriendo, sin rumbo fijo, nadie los seguía, pero continuaban tratando de alejarse lo mejor posible, estaban cansados, un par de veces habían caído de rodillas, llegando a raspárselas, pero tan pronto como tocaban el suelo, se volvía a levantar, temían miran atrás y ver como todos sus intentos fueron vanos.

Mientras tanto, para Hana las cosas no fueron del todo bien, ella no se equivocó al decir que no le harían nada por ser mujer, pero eso no evito ser castiga un mes en el cuarto oscuro. Su suerte fue una de la mejores, mientras que para algún listillo que creyó poder aprovechar la bruma del momento, tendría una oportunidad de escapar, que gran error el suyo. Su cuerpo fue totalmente desmembrado y vendido al mercado negro, donde las personas amantes de la carne humana, se degustaron con una gran variedad de patillos. El perdón no existía, a menos que fueras mujer, según ellos, las mujeres cuentan con más cosas por explotar.




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