Let my cry

capítulo 6

El caballero

El tiempo pasa, las personas cambian, se enamoran, se casan, envejecen y mueren. Pero una promesa por más tiempo que pase, es eterna, siempre estará allí presente. Para Winter, las cosas habían cambiado bastante, amaba su nueva vida, pero de que servía tener un todo, si aún cargaba en su conciencia la imagen de aquella pequeña niña bañada en sangre, pidiéndole que escapara y la dejara. Lo carcomía la culpabilidad, de no haber hecho nada durante todos esos años, viviendo para salvar y proteger a todo aquel que lo necesitara. Mientras que la persona, que se sacrificó por él, continuaba allí, en ese infierno, encerrada igual que un animalito, listo para ser exhibido y vendido en cualquier momento.

Siempre se sentaba en esa misma colina, observando por horas el mismo edificio. Panificando día tras día, un plan implacable que si funcionara y no terminara con el muerto. Winter, se estaría mintiendo, si no dijera que le aterraba la idea de tener ese final, pero él había hecho una promesa y como todo hombre que las cumple, lo haría, así sea le costara la vida.

— ¿estás listo? —pregunto, mientras se sentaba en el pasto

—tengo miedo Felix

— ¿miedo? A que, no es la primera vez que hacemos esto

—Lo sé, pero es Paradise, ese lugar es el infierno en este mundo —respondió angustiado, arrancando un poco del pasto —tal vez, tu no lo recuerdes, aun eras un crio, pero en cambio yo, recuerdo todo claramente como si fuera ayer, los días en los que tenía que pelear con otros niños para el entretenimiento de hombres rechonchos, tener que rogar por un poco de pan duro

Ambos muchachos estuvieron en silencio, no porque no tuvieran nada más que decir. Si no más bien, porque viejas memorias se hacían presentes en ese momento, tan vivas, tan claras. Winter, aun en la actualidad, observaba sus manos repetidas veces, sintiendo un escalofrió recorrerle por toda su espina dorsal. Con esas manos con las que a masacro a los que se suponían eran sus amigos, en un instante de locura, creyendo que con eso los salvaría de un futuro cruel, fue un completo cobarde.

—yo tuve una hermana, pero ellos hicieron de ella una incubadora humana, solo por el simple hecho de no ser hermosa y ser ciega, ella no lo soporto, decidió lanzarse del tercer piso del área de maternidad —lloro desesperadamente —pero ni con eso, fue libre, ellos no desaprovecharían nada, fue vendida a una secta de caníbales, sus ojos fríos, vacíos, aun me persiguen durante mis pesadillas, ella pidiéndome porque la salvara, mientras que yo estoy en un rincón, como todo un mocoso temeroso y llorón, sin hacer nada

Félix, lo abrazo, intentando consolarlo. El agradecía haber crecido en la ignorancia, de lo que alguna vez fue parte de su pasado. Para Winter, los niños son inocentes y olvidadizos, fue parte de una armadura que se forjo, haciéndoles la promesa de cuidar siempre de Félix y Camila. Los dos niños sobrevivientes de su masacre, los infantes, que jamás lo odiaron por lo que hizo, ni le recalcaron cada error que cometió, solo estuvieron allí, presentes, a su lado.

—Ya está todo listo, deberíamos irnos de una vez —demando, para luego volver a pajar de la colina

—ella ya dio órdenes, deberíamos irnos

Ambos muchachos, bajaron de la colina, alcanzando a Camila, una niña grande muy amargada, como muchas veces suelen decirle Winter y Félix.

Una explosión detono del área norte de un gigantesco edificio, todos los guardias en servicio salieron corriendo al lugar de origen de la explosión. Mientras que un grupo armado de jóvenes, aprovechaba el desconcierto y pánico, de los encargados, para entrar en las instalaciones, donde gritos, llanto, humo, se esparcía por todo el lugar.

El área de crianza, estaba hecha un caos total, niños tosiendo, intentando abrir las ventanas, con tal de no morir asfixiados por el humo. El grupo de Camila, llego a tiempo, noqueando a los guardias encarados del lugar, dejando salir corriendo despavoridos a los infantes, los cuales entre lágrimas, perdidos por lo que estaba sucediendo, huían en diferentes direcciones. Las cosas se volvieron violentas, cuando todos notaron que la explosión fue una simple distracción, volviendo a sus respetivas áreas de trabajo, pero todo era ya demasiado tarde. Parte del edificio estaba en llamas, no quedándoles de otra que desalojar a todos, sin tomar en cuenta la falta de algunas mujeres y niños.

Aquella noche, los propietarios de Paradise, gritaron miles de maldiciones. Mientras que en el grupo de Winter, todos festejaban al tener ninguna perdida y haber logrado su cometido. Pero no todo fue alegría, Winter, busco desesperado por todo el lugar antes de irse, pero no encontró a quien buscaba, al estar de vuelta y a salvo, tenía la ilusión de que alguien más hubiera encontrado a Hana y la huera traído con ellos, pero estaba muy equivocado,  no había ni rastro alguno de ella. Pregunto a muchos de los niños, sobre si la reconocían o la habían visto, nadie respondió.

Llego tarde, fue un completo iluso al creer que ella continuaría allí. Por supuesto que no, ella ya no era una niña, ni él lo era desde hace bastante tiempo. Le dolía, la extrañaba, deseaba verla, volver a abrazarla y prometerle que jamás la volvería a abandonar, pero de nada servía llorar sobre la leche derramada. No llego a tiempo, no cumplió con la promesa que le hizo, quizás ella en este momento lo estaría detestando, por no haberla salvado. Era un completo inútil, la única persona a la que en verdad deseaba liberar, en ese momento estaría en quién sabe dónde, haciendo quien sabe que o quizás, si era más realista, ella ya no estaría en este mundo.




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