Recuerdo que hace un par de años, Hunter tiro el florero favorito de mi madre.
Esa noche dormimos en la calle y no regresamos hasta no conseguir otro florero igual.
Cómo quisiera volver a ese momento. Créanme, allí tuve más miedo que ahora mismo...
Desde dentro seguían embistiendo la puerta.
—¡ALBERTO! ¡abre la puta puerta!— Gritaron con desesperación. Yo tenía dudas si la amenaza era real hasta que Alberto lanzó todo su cuerpo contra la chapa, sin importarle las advertencias.
—Al menos sé que el problema era con él y no conmigo o con los otros dos.— Me dije; Sólo tenía que ignorarlo.
Hasta que algo me inquietó... y entonces ocurrió.
—¡Alberto se están acercando!— Ese fue la súplica de una mujer a punto de quebrarse. Y sea lo que sea, ese "algo" los atrapó. No salieron ellos... pero sí lo hicieron sus gritos desgarradores.
La chapa se hundió un centímetro. Solo uno. Pero suficiente para entender que esa puerta no resistiría mucho más.
—¡Se va a abrir!— Grité, corrimos a reforzarla pero fue inútil; la puerta se agrietó. Un brazo pálido la rompió, tenía cables expuestos por debajo de la piel.
—¿Qué… carajos… es eso? — susurró el sujeto del revolver completamente paralizado.
—¡ALBERTO, POR FAVOR DEJAME ENTRAR!— Entre lamentos ahogados, pude escuchar como su piel era mordida... Su sangre se escurría por debajo de la puerta...
El ruido terminó. El brazo de aquella mujer seguía allí, escurriendo la sangre y aceite de sus modificaciones... Tenía un hermoso anillo de compromiso, ahora cubierto de sangre. Y lo único que pude ver... fue a esa cosa arrastrándola bajo las lámparas parpadeantes.
Tenía una interfaz con luces rojas parpadeando en su cuello, hasta que dejé de ver la luz en la oscuridad.
—La dejaste morir… — Entre palabras ahogadas le escupió el del revólver a Alberto.
—Si quieres ir a salvarla, adelante. Pero no esperes que te abra la puerta. —respondió él, sin levantar la vista.
—Imbécil… — susurró. Pero no hicimos nada. Nadie lo hizo.
La dejamos morir.
— Fue un Droit — Murmuró el guardia. —Pero está… mutado.—
No tenía sentido, los Droits no mutaban, los Droits no respiraban, los Droits no deberían tener hambre... Los Droits...
—Neri...— Pensé, Ahora entendí el transfondo para sacarme de LS-T, el juicio y el desastre en la fundación Xonaca-125. Todas las piezas encajaban en mi mente. Pero hasta el momento, los que están aquí saben más que yo.
Después del "shock" pudimos soltar la puerta por unos segundos.
—Tenemos que largarnos.— Dijo el portero pero Alberto nego.
—No podemos— advirtió. El edificio está infestado; Las escaleras esperan que bajemos.
El portero dijo que podíamos bajar por la escotilla de mantenimiento y bajar a la planta de agua a del piso nueve.
Al llegar nos detuvimos un momento y esperar un cambio de planes. Yo propuse otra opción, mi departamento pero la única opción sería atravesar los pasillos hasta el séptimo piso.
Esto no le agrado a ninguno aunque era la mejor idea hasta el momento.
Siguiendo nuestras espaldas, atravesamos por el piso ocho, el más mínimo ruido anormal nos hacia pegarnos a la pared cerrando los ojos.
No tenía miedo, me aterraba la reacción en cadena de los demás. —Es aquí, pueden estar tranquilos ahora.— Una vez dentro, les pedí esperar en la sala.
Mientras, activaba el protocolo nuclear nuevamente, está vez con toda la razón del mundo.
—Ahora entiendo todas las quejas por ruidos que llegaban a la caseta— Dijo el portero, ya que ningún departamento había sido tan modificado como lo había echo yo.
—Un contenedor así debe costar un billete.— Dijo Alberto y los demás asintieron al ver el encierro total de mi casa.
Asentí en silencio, por esa razón, nunca tenía dinero. Ni siquiera había terminado de pagar la casa y mucho menos con las cuotas que me dejó el cabrón de mi padrastro.
—Siempre me pregunté cómo vivian los campeones de Letal-shot — Dijo el del revolver inspeccionando el lugar. —Ahora ya sé.—
—¡Deja eso ahí! —ordenó el portero, al verlo hurgando los cajones.
Salí de la sala de ensamblaje, el DarkM16 estaba a mitad de la fase de integración.
Esas horas eran críticas, salir o no salir. Apenas termine de construirse iré a buscar a mi familia.
Mientras tanto, el sujeto del revólver improvisaba comida con lo poco que encontró en la alacena.
El portero trataba de encontrar señal.
Y yo… yo solo quería encontrar a mi hermana.
Regresé al laboratorio, para encender el localizador de mi hermana, unos segundos después el monitor dió una respuesta que no comprendía.
—El GPS indica que está a medio metro de mí…—
Corrí a su cuarto. No estaban ni ella ni mi madre, solo la pulsera del localizador que le había diseñado encima de su mesita de noche.
La había dejado. Otra vez... Mi madre siempre insiste en quitársela, dice que exagero, que soy un paranoico.
Me harté...
Estrellé el maldito dispositivo contra el espejo del ropero y todo el mueble se vino abajo con él.
—¡MALDITA ESTÚPIDA, NUNCA HACE NADA BIEN! —grité.
Todos corrieron a la habitación, pensando que algo logro entrar.
Sin embargo lo único que presenciaron eran mis esperanzas hechas pedazos, junto a los neones de la pulsera a mis pies...
—Calma, tranquilo... ¿qué pasó?— Se acercó el portero y con diligencia lograron acompañarme a la sala.
No escuchaba a nadie más que el zumbido de mis oídos pasando los flashback de los últimos momentos con mi madre y mi hermana...
—Estaré bien... lo siento —fue lo primero que dije apenas reaccioné…
—Estas más que en tú derecho, es tu casa y tu nos salvaste.— Dijo el portero.
En ese instante, se me acercó un plato con dos tostadas de aguacate con un huevo estrellado encima y finas hierbas, a lado el revolver de aquél sujeto que cocinó.
—Me llamo Luis.— Jalando la silla de enfrente y tomando un plato con un tostada igual pero con Nutella y mango cortado en cuadritos.