Baila solo en la vereda del alma un bolero de los que ya nadie canta, a la vez que con los ojos entrecerrados y los pies ligeros, retumban sobre el suelo sus pasos al compás del viejo son.
Solitario anda por los caminos de la vida, con cuatro trastes y algunos versos que recita cuál plegarias a ver si sus ánimo levanta.
Dicen que una vez vio al amor a los ojos, lo tuvo en los brazos y hasta lo arrullo para después simplemente echarlo con menuda desazón.
Vaya usted a entender a un loco de por ahí que sin temor pregona el arte de vivir, aunque no tenga la menor idea de como y que con total desfachatez recita poemas de amor en los que ni siquiera cree.
Quizá algún día aparezca alguien más bellos que la soledad, mientras tanto es mejor bailar un bolerito hasta perder la razón.
Sírvame dos más.
—Dos o tres noches sin café, el de sus ojos.