Letra, azucar y arsénico

Mirando al cielo

Es de noche cuando se ven las estrellas y cuando más se extraña,

es en la penumbra donde la melancolía debuta en la pasarela del corazón y decora el alma con lágrimas de impotencia, mientras los astros reposan sobre la negrura, inmóviles, ante la resiliente tristeza que su ausencia deja.

Hoy le escribo como casi todas las lunas intentando aplacar mis ahogados y tenues sollozos que rememoran aquellas plácidas noches entre sus brazos. Me gusta la soledad y me gusta él, me gustan sus ojos y su oscuridad, allí soy feliz, acurrucado en la espesura y tácita seguridad de su ajetreada mirada, tan lejana de la locura y tan cercana de la cordura.

Él no lo sabe, pero tiene el poder de apaciguar mi mente y calmar mis delirios.

Corre, corre conmigo sin importar el destino, toma mi mano y no la sueltes hasta que tu corazón o el mío dejen de latir y se funda, en un beso, la vida.




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