Letras de Salvación y Agradecimiento

Pegando Retazos

Como ya les conté, amaba leer, pero nunca soñé con escribir, ni mucho menos llegar a ser una escritora. Lo más cercano que estuve de la escritura fue en las tareas del colegio cuando me mandaban a hacer un cuento, y cuando intenté hacer un recetario que nunca terminé, porque sí, mi pasión siempre fue cocinar, cosa que modestia aparte, se me da muy bien.

 

En mi cabeza yo no servía para otra cosa, llegué a un punto en mi vida donde pensé que no servía para nada, hasta que comprendí que estaba muy dañada psicológicamente, tanto, que no podía verme en un espejo porque me costaba aceptarme y solo escuchaba aquellas palabras que por tantos años recibí. Sí, esa escena de Elisa es real, los cuestionamientos en el espejo son reales, las palabras que se repetía en la mente fueron reales, porque yo las recibí.

 

Así que cuando comencé a escribirla, me imaginé que ella era yo, que tenía mis cargas, mis traumas, mi realidad de ser una madre divorciada, con una hija, luchando sola, estando muy rota por dentro, contando solo con el apoyo de sus mejores amigos, entre ellos, Luigy y Francis, la madre de mis dos hermosas sobrinas, a quien en el libro llamé Verónica. Recuerdo que estando muy loca, porque no sabía nada, pero nada de escritura, la subí en una plataforma, donde duré solo pocos meses, creyendo que nadie la leería, y para mi sorpresa, llegó a los primeros lugares en inseguridades y curvy, mientras yo solo me reía nerviosa, y me preocupaba pensando que lo que pasaba era imposible, porque yo no era buena, pero sí responsable, por eso anotaba cada sugerencia o crítica que las lectoras me daban, ya que ni siquiera les ponía guion a los pensamientos, así de poco sabía. He sido una escritora autodidacta que se ha preocupado por aprender y eso se refleja al comparar toda mi escritura.

 

Así fue como a medida en que la historia tenía más aceptación, yo me preguntaba qué iba a hacer, cómo la seguía, si no había planeado nada. Fue ahí que una gran amiga, uno de mis ángeles en tierra me dijo, sigue, termínala; lo que me llevó a descubrir que soy una escritora brújula. Mi mente está en blanco, hasta que ve el lienzo vacío y comienza a crear, tejiendo historias sin parar.

 

Yo no tenía malos en esa novela, era simplemente Elisa con el amor hacia ese hombre perfecto que me inventé, que tantas veces soñé y convertí en Bastián Menantovich, usando el apellido de un niño guapísimo de mi época de secundaria. Fue así que Álvaro, personaje que tenía mucho de mi exesposo, terminó teniendo una participación activa, convirtiéndose en el villano de la novela. Fue un gran reto, pero escribirla trajo algo hermoso y fueron los comentarios de mujeres que me hicieron saber que yo no era la única Elisa, que había más, que existían otras tan rotas como yo y que en silencio soñaban con algo bonito, pensando que ya la vida se les estaba pasando porque no tenían veinte años. Leer eso me conmovía mucho, fue como una terapia, me hizo ver muchas cosas y sin darme cuenta comencé a sanar.

 

Las letras me estaban dando algo que creí perdido, como la paz y el descubrir que valía, que podía, que no debía rendirme. Eso lo entendí con mayor profundidad cuando al terminar, El Jefe de Elisa, algunas lectoras me pidieron más, y de nuevo mi amiga Aída, una mujer increíble, mayor que yo, en la que muchas veces sentí en su abrazo, el calor de una mamá, me dijo, sigue, hazlo, tú puedes, crea una historia, no dejes que el miedo te venza, cree en ti, y así nació, Azares del Destino.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.