Amamos a quienes solo nos hacen daño
por no poder amar a quienes nos darían el mundo entero,
porque el dolor se siente más real que la calma,
porque a veces el vacío es un hogar al que sabemos regresar.
Nos aferramos a miradas que nunca nos buscan,
a promesas rotas antes de ser dichas,
como si mereciéramos la sombra y no la luz,
como si el amor solo doliera para ser verdadero.
Y así seguimos,
buscando restos de cariño en ruinas,
esperando que el caos nos salve
cuando el amor tranquilo nos asusta más que el abismo.