Fuiste mía,
pero no tan mía como yo fui tan tuya.
Fui tan tuya
que dejé que me rompieras el corazón,
dejé que me partieras el alma en pedazos
y que mi mente quedara hecha un caos con tu partida.
Fui tan tuya,
y tú tan poco mía.
Un trazo de arena se desvaneció entre mis dedos,
como nuestra historia de amor.
Un rayo de sol se apagó,
como la última vela que iluminaba mi corazón.
Los susurros se fueron junto a tus caricias,
al igual que tu sonrisa se la llevó el viento.
Fui tan tuya
que me dejaste vacía y sin emociones
ante esta cruel despedida.
Fui tan tuya
como nunca fui con alguien más.
Fui tan tuya
que mis labios quedaron a la deriva,
sin saber a quién o en dónde deberían volver a besar.
Mis cartas de amor quedaron encerradas
junto a mi poesía,
ante tu atroz y silenciosa ausencia.
¿Qué debería hacer ahora que me dejaste,
y me quedé sin esencia
o voluntad de amar?
¿Seguir con este vacío
que lleva tu nombre y apellido,
o fingir demencia
ante la inevitable realidad?