Viernes 15 de septiembre del 2023
Hay circunstancias en la vida que nos lleva a tomar diversas decisiones, muchas de estas buenas, muy buenas para ser verdad que la mayoría de las veces ni nos damos cuenta de lo maravillosas que son hasta que con el paso de los días reflexionas tanto que te quedas sin palabras para explicar aquel sentimiento.
Pero hay otras decisiones, que bueno...no son las mejores. Y estaba bien, porque los errores forman parte de la vida y lo aprendido desde el día que nacemos no lo logramos fácilmente. Nos hemos equivocado, nos hemos caído, hemos errado y llevamos golpes que las personas no notan porque después de todo las peores heridas son las que llevamos allí en el alma, donde nadie más ve y solo tú las puedes sentir. Esas heridas que parecen tan irrelevantes pero que pueden llegar a destruirte.
La muerte, aunque duela, muchas veces nos sirve para darnos más de una lección en nuestras vidas. He aprendido a disfrutar de la vida después de la muerte de aquel ser lleno de arrugas dadas por el paso del tiempo, cuando sucedió era una adolescente que aún no entendía muchas cosas que ocurrían a mi alrededor y quería echarle la culpa a todos los que me rodeaban, echarle la culpa al mundo por lo que pasaba sin darme cuenta de que la vida era así.
Y que nadie tenía la culpa.
La vida era así como crear cualquier obra de arte, con buenos, malos y peores, con negros, blancos y colores. Hasta que llega el día donde lo que parecía no tener forma termina siendo lo mejor de tu carrera como artista.
Y aunque me costó mucho entenderlo, con el tiempo aprendí a compartir conmigo misma sin otras distracciones, aprendí a aceptar los dolores y las risas que llegaban a mi vida y dejar ir todo lo que no sumaba para darle paso a otras cosas. No quedarme estancada en nada y en nadie, no quedarme estancada en esta vida.
Aprender todo esto me hizo darme cuenta de que algunas veces era bueno perderse del bullicio de la ciudad, así que tomaba mi bolso con lo necesario y salía en busca de algún vehículo que me aproxime hasta este lugar, un río poco concurrido a las afueras de la ciudad que te podía transportar a otro mundo. Es uno de mis sitios favoritos y nadaba en este hasta cansarme o hasta que el sol empezara a ocultarse, como hoy.
Di una última mirada a mi alrededor, sonreí agradecida por este día y así como llegué regresé al centro de la ciudad, la noche hizo presencia y la cantidad de personas en las calles junto a la algarabía y la música dio aviso al fin de semana.
—Buenas noches mi queridísimo doctor—le sonreí abiertamente y él hizo lo mismo.
—Buenas noches Odalys ¿Cómo te encuentras?
No había ser en este mundo terrenal que amara más que a él, a pesar de su edad podía considerarlo el mejor doctor que yo había conocido.
—Dejémonos de formalidades y dame un abrazo—sus brazos me rodearon alegres mientras inundaba de besos mii cabellera. Se despidió de la misma manera, y antes de marcharse prometió una comida uno de estos días.
Marco, mi médico, mi mejor amigo y mi hermano.
Al adentrarme a mi departamento dejé todo lo que había llevado conmigo en su lugar, encendí mis velas favoritas y empecé a preparar mi merienda mientras por mi mente pasaban miles de preocupaciones por la próxima exhibición en mi galería, me era imposible quedarme tranquila antes de este evento en especial. Un sentimiento dentro de mi taladraba en mi cabeza con el pensamiento de que ese iba a ser diferente. Y con la señora Rocío quien me ayuda a organizarlo todo, y que además se encontraba delicada de salud, poseía de poco tiempo para ultimar detalles por mí misma.
He amado el arte desde que tengo conciencia, y aunque hemos pasado, por tanto, actualmente hemos sabido hacer las paces.
El celular sonó y tomé la llamada con una sonrisa en el rostro al divisar el nombre en la pantalla.
—¿Acordándote de la mujer que más amas? —pregunté.
—La segunda mujer de mi vida siempre estará en mi corazón.
Escuché el llanto de la pequeña desde el otro lado de la línea y no pude evitar reírme ante su respuesta.
—Ya sé que no puedo competir con esa pequeña niña.
—Nunca, Oda-Oda.
—Si vuelves a decirme así te cuelgo, y de paso no te contesto la próxima llamada.
—Que miedo, ahora escúchame atentamente.
Llevé mi plato hasta el pequeño balcón, otro de mis lugares favoritos y lo suficientemente acogedor como para que, entre un caballete, un sillón y la vista de la ciudad.
—¿A qué debo este milagro de llamada?
—¿Vamos mañana a la gala juntas? No tengo compañía, mi querido esposo tiene guardia en el hospital.
Podría jurar que estaba con un puchero en los labios, de los mismos que hacía Stella cuando deseaba un chocolate, solo que su madre deseaba una afirmación de mi parte y no un dulce.
—No lo sé, sabes mi relación con las cámaras. Ademas es una gala de beneficencia ¿Por qué no puede ser privada?
—Vamos, sabes cómo es esta industria, además, podemos metemos por donde entra el personal de servicio ¿Qué me dices?
No pude evitar reír ante esa idea, una muy buena idea para ser sincera.
—Si entramos por ahí me lo podría estar pensando.
—¡Odalys! ¡Las cámaras te aman! —exclamó
—Pero yo a ellas, no. Y lo sabes perfectamente, así que...
—Lo sé, lo sé. Solo quería ver si podía convencerte esta vez.
No es que no quiera ir, si no que prefiero alejarme de todos los medios posibles. Odio sentirme abrumada cuando salgo, desearía que no me reconocieran por la calle, pero son privilegios que mi arte no me lo permite totalmente.
Mientras menos sepan de mí, mejor.
—No tengo vestido—me excusé.
—Sabes que puedes conseguirlo con solo cerrar los ojos si te lo propones.
Suspiré y me lo pensé por varios minutos mientras comía y ella no colgaba esperando mi respuesta. Llevaba meses sin asistir a un evento público y creo que hacía falta una pequeña aparición.
Editado: 23.05.2025