Let's Play.

Seis

MIERDA

En el juego se obtienen las experiencias.

 

 

—Mamááá —dijo Drake, alargando la palabra—, tengo hambre —lloriqueó.

Eran las siete y media de la noche para cuando todos los Anderson llegaron a casa para comer el gran puré de papas de su madre acompañado por su famosa lasaña. Ni a Kira ni a Lainey les dio tiempo de cambiarse de ropa dado a que según ellas, su estómago estaba rugiendo.

Desde que Jess me encontró en la cocina nuevamente, ella, Drake, Zach y yo pasamos la tarde hablando estupideces y con unos cuantos cuestionarios dirigidos a mi persona. Gracias al cielo eran preguntas que yo podía contestar. Su madre llegó momentos después con el señor Anderson. Él se llevó a Zach para una charla de negocios mientras que el resto nos quedamos en la cocina para ayudar a Lindsay con la cena.

—Saca tus manos de la salsa, Drake —regañó su madre.

Ya todo estaba servido, la lasaña, el puré de patatas, el jugo... Todo estaba en la mesa listo para ser devorado, lo que no entendía era porque nadie estaba comiendo. O sea, amigos, sé que soy una mujer, pero aun así necesito que en mi sistema digestivo esté toda esa comida, ¿qué mierda estaban esperando?

—¡Mamá! —Se quejó él.

Solté una risita. Todos estaban sentados en la mesa. Por desgracia, a mí me tocó estar sentada entre los dos hermanos Anderson mientras que a Jess le tocaba sentarse al lado de su papá. Ella me articuló un lo siento cuando Drake se sentó en mi lado y Zach en el otro sin dejar que Jess se sentara conmigo, como debía ser.

—Mamá, ¿puedes decirme qué demonios estamos esperando? —Preguntó Kira, frustrada—. Tengo hambre.

Su madre se rindió.

—Trato de que a nuestra invitada mis hijos no les parezca una cuerda de animales salvajes —suspiró ella.

Esta vez, solté una carcajada. Lindsay me miró divertida.

—¿En serio estaba esperando eso? —Reí—. No se preocupe. Sin tener que ver a Zach y a Drake comer sé que son unos simios —contesté riendo.

Todos, incluyendo a los dos simios en la mesa, estallaron en risotadas.

—Bueno, siendo así, buen provecho —dijo Daniel.

Se escucharon algunas palabras de agradecimiento puro mientras que todas las manos estaban tomando cantidades exorbitadas de comida para llenar sus platos. Miré a las tres hermanas menores de Zach y cómo se llenaban sus platos. Reí, ¿ellas no deberían mantener una dieta libre de cualquier cosa placentera en el mundo?

Lainey me dio una mirada graciosa.

—Sé lo que piensas, tienes razón pero no me importa en estos momentos. Es de la lasaña de mamá de la que estamos hablando, chica —dijo con la boca llena de comida.

Conocer a Kira y a Lainey fue una sorpresa… en el buen sentido. Cuando Harrison me había dado el informe completo de ellas dos, lo que me pasó por la cabeza fue que eran unas niñas jodidamente malcriadas y queriendo todo el dinero de su papi, pero en cuanto Zach me las presentó en la cocina inmediatamente toda mi perspectiva dio un giro de noventa grados dado al abrazo de oso que me daban.

—¡Traga, Lainey! —Regañó su Lindsay cortando mis recuerdos.

Miré como la más pequeña de sus hijas ponía los ojos en blanco y no le importaba lo que su mamá había dicho.

—¿Piensas comer? —Preguntó Drake pero no me dio tiempo de responder dado a que ya me estaba sirviendo una cantidad innecesaria de lasaña y puré—. De nada.

Fulminé al idiota con la mirada. Mi gesto lo hizo reír pero lo ignoró y empezó a devorar todo su plato nuevamente. De la nada, sentí la mano de alguien tocando mi pierna y subiendo hasta quedar en mi muslo. Enfoqué al otro idiota y éste estaba sonriendo, fingí una sonrisa y disimulando tanto como se me permitía, tomé su mano y luego su dedo doblándolo hasta su muñeca.

Él emitió un jadeó y empezó a sacudir su mano de la mía.

—Aplicando la suficiente presión, puedo romper tu dedo —siseé lo suficientemente bajo para que solo él me pudiera escuchar—. Vuelve a tocarme sin mi consentimiento y el que rompa tu dedo será el mínimo de tus problemas —aseguré.

Zach asintió tragando en seco así que lo solté. El chico había entendido.

 

♦ ♦ ♦

 

—Ha sido un placer conocerte, cariño —despidió Lindsay dándome un abrazo.

—Puedo decir lo mismo Lindsay —dije en su cabello.

—Por favor, cuida de mi muchacho —susurró antes de despegarse de mí y regalarme una sonrisa.

—¡Hora de irnos! —Avisó Jess, en la puerta.

Al terminar la cena increíble de Lindsay y el momento de violencia que tuve con Zach, todos nos pasamos a la sala y parloteamos hasta que vi el reloj gigante de ahí. Nueve y seis de la noche. Abrí los ojos como platos y me excusé con todos. Harrison realmente me iba a matar en cuanto llegara a mi habitación por no haberle dado un reporte del caso, añadiendo que tenía una fiesta en menos de una hora y no me había arreglado.

Diez minutos más pasaron, pero a pesar de las quejas de la familia Anderson, logré convencerlos para que me dejaran ir a mi residencia.

—Alto señorita —riñó el señor Anderson a Jess—. ¿A dónde crees que vas a estas horas de la noche?

Ella puso los ojos en blanco.

—Tengo que llevarla, papá —refunfuñó como niña pequeña.

—No irás a ningún lado, Jessamine. Drake la llevará. Tú te quedarás aquí —ordenó él.

Ella gruñó pero no dijo más nada.

—No hay problema, papá —dijo Drake, levantándose del sofá—. ¿Vamos, morena?

Asentí, poniendo mi bolso en mi hombro con una sonrisa.

—Te espero afuera —desapareció de la sala.

—Muchas gracias a todos. Lindsay la cena ha estado fantástica —dije—. Adiós muchachas —me despedí de las tres hermanas menores de Drake—. Zach —dije sin emoción alguna.

Éste me miró y me dio un baile extraño con sus cejas. Puse los ojos en blanco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.