Let's Play.

Ocho

MALA IDEA

Mi recomendación al mundo es que disfruten del juego; que desarrollen su amor por el juego.

 

 

—¡Listo! —Exclamó Kendall, volteándome al espejo.

Sonreí al ver mi reflejo. Kendall había hecho un maravilloso trabajo con el maquillaje y la ropa. Oficialmente me veía como una adolescente de veintitantos años lista para quitarle el freno a mis hormonas.

—Eres un genio, Kends —agradecí.

Ella rió.

—Amiga, yo no hice nada, tu cuerpo y cara hicieron todo por mí. Bells, te ves ardiente.

Y eso era cierto. Llevaba un pantalón de cuero negro que resaltaba bien mi trasero, botas altas, camisa azul pegada que hacia maravillas con mis senos y mi cabello negro suelto. Y, aunque las clases de boxeo sí habían servido para algo para mí, mi mejor amiga no se quedaba atrás. Su cabello negro corto y su increíble don para saber vestirse le habían hecho parecer una modelo.

—Tú no quedas atrás, Kendall —dije—. Eres hermosa.

Ella se sonrojó. Uno de los efectos colaterales, como Kendall lo llamaba, era que se sonrojaba por todo con cualquiera que le diera un halago. Ella pensaba que la hacía parecer fácil con los hombres y eso le disgustaba. Aunque, a decir verdad, Kendall nunca ha sido fácil con nadie. La chica era dura e independiente. Por eso era mi mejor amiga.

—Bueno, ya. Hora de irnos —dijo ella.

Salté del asiento de la peinadora y me di un último vistazo cuerpo completo. Justo en ese momento, mi celular sonó.

—¿Kendall puedes ver de quién es? —Ella estaba más cerca de la cama.

Frunció el ceño y me pasó mi celular. Número desconocido. Estaba reacia a contestar pero aun así lo hice.

—¿Sí? —Contesté.

—¿Estás lista? —Preguntó Zach al otro lado de la línea.

—¿Cómo rayos conseguiste mi número telefónico? —Inquirí exasperada.

—Un hombre nunca revela sus secretos —respondió.

—Eso es lo que no debe hacer un mago, idiota —repliqué.

—¿Estás lista o tengo que pasar por ti más tarde? —Cambió de tema.

—Voy bajando —dije y colgué.

—¿Zacharias? —Preguntó Kendall.

—Por desgracia —murmuré.

Mi amiga soltó una carcajada y yo la miré mal.

—Deja de mirarme así y vámonos de una buena vez —dijo, arrastrándome hasta la puerta de mi piso.

Esperó a que le pasara llave a la habitación y volvió a tomarme por la muñeca.

—¡No te soporto! —Grité mientras que ella me bajaba por las escaleras porque no quería esperar el ascensor. Tuvimos que bajar cinco pisos corriendo dado a su pequeña manía de odiar los ascensores.

—Me amas —dijo, llegando a la puerta principal de la residencia donde Zach nos esperaba con la reluciente camioneta de su hermano.

Él me miró de arriba abajo y dejó soltar un silbido.

—¿Ves? Eres ardiente —susurró mi mejor amiga antes de saludar a Zach y presentarse.

Sonriendo, negué con la cabeza. Kendall era un caso. Corté la poca distancia que me separaba de Zach y le di una mirada fría.

—Nena, estás hermosa —dijo él.

Fruncí el ceño.

—¿Qué habíamos aclarado en tu casa?

Zach se rió.

—Bien, lo siento —se excusó—. Kendall, ¿vienes con nosotros? —Le preguntó a mi mejor amiga.

Ella asintió emocionada y de un tirón abrió la puerta de la parte trasera de la camioneta para encaramarse al asiento. En cuanto ella cerró la puerta Zach me miró.

—Tendrás que decir que estás conmigo, cariño —expresó—. No pienso dejarte sola con los malditos bastardos que tengo como amigos.

De mi salió una buena risotada.

—Puedo cuidarme mi espalda, la tuya y la de Kendall muy bien yo solita, gracias —repliqué—. Y, por tercera vez, no soy tu cariño ni tu nena ni nada de esa mierda, Zach.

—Lo sé, pero me gusta molestarte — rió.

Bufando, me quité de su lado, me adentré a la camioneta y cerré de un portazo.

—Es sexy —opinó Kendall mientras que Zach daba la vuelta para montarse en el auto.

—Es un dolor en mi culo —objeté.

—Amiga, por favor, es un dios sexy —rebatió ella.

Zach entró antes de que me diera tiempo de objetar.

—¿Listas para una fiesta salvaje? —Inquirió él.

Levanté una ceja en su dirección mientras que Kendall chillaba un "si" enorme. Él rió, conectó su IPod en el sistema de sonido y se puso en marcha. Wild Life sonaba a todo volumen en las cornetas traseras de la camioneta haciéndome reír.

—¡AMO ESA CANCIÓN! —Gritó mi mejor amiga mientras movía su cabeza con el ritmo.




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