Let's Play.

Once

¿MASSEY'S?

La jugada está ahí, pero necesitas verla.

 

—¿Vas a entrar de una vez o no? —Preguntó una chica castaña con aspecto gótico, luego de expulsar todo el humo de cigarrillo de sus pulmones.

Y, por supuesto que sí. Había entrado a la puerta secreta porque yo era una maldita curiosa de mierda, ¿fantástico, no? Cuando me adentré a la pequeña habitación y cerré la puerta detrás de mí, la chica castaña estaba sentada en una pequeña silla con varias colas de cigarros a su alrededor, eso me descolocó un poco, pero más cuando me di cuenta que detrás de ella había otra puerta que debía conducir a no sé dónde porque ella la estaba protegiendo.

“Chica, no tengo toda la noche —gruñó Gotic—. ¿Entras o no? —Sí, la llamé Gotic porque su aspecto se parecía a los personajes góticos de los dibujos animados. Le quedaba bien el apodo. Sin pensarlo mucho, asentí—. Contraseña —pidió ella.

¿Qué? ¿Contraseña? ¿Qué carajos había detrás de la otra puerta para que pidiesen contraseña? Empecé a pensar, exprimiendo mi cerebro hasta que, muy insegura, una palabra vino a mi cabeza.

—¿Marihuana? —Decidí probar.

Gotic me dio una mirada que me hizo sentir estúpida. Aquello había sido por inercia, lo acepto.

—Te daré una pista —dijo—. Es una frase.

¿Eso? ¿Una frase? Hay más de millones…

Todo corre por mi cuenta, y si no, hago que corra —solté de repente, cuando el bombillo de mi cabeza brilló.

Gotic me tendió una sonrisa gigante, dejando ver sus dientes extremadamente blancos y bonitos. Raro, teniendo en cuenta todo lo que se veía que ella se fumaba. Se levantó de donde estaba sentada, abrió la puerta detrás de ella y empezó a caminar por un pasillo angosto y largo iluminado por luces rojas. No perdí tiempo y me fui detrás de ella.

—Bienvenida a LP —dijo, deteniéndose en una puerta elegante y abriéndola de par en par—. Disfruta —dijo, y se fue por donde vino, dejándome sola.

Mi mandíbula cayó un poco. Había un club. LP era un maldito club. Habían varias mesas con adolescentes haciéndose pasar por adultos tomando de sus vasos rojos, fumando y hasta incluso drogándose. Mierda. ¿Por qué demonios Zach había estado aquí con Harris? ¿Por qué rayos no se podía involucrar en clubs de lectura, ajedrez o incluso de música? ¿Por qué cada que tiene la oportunidad de cambiar su rumbo tiene que ir por el peor camino?

Sacudí mi cabeza, tratando de despejar mi mente. Tenía que encontrar a mi grupo y luego matar yo misma a Zach. Recomponiéndome, caminé hacia una barra después de pasar miradas de lujuria por parte de muchos hombres las cuales me dieron asco y senté mi trasero en el mueble giratorio.

—¿Algo de tomar? —Preguntó el bartender. Max, decía su chaleco.

—Long Island, por favor —pedí.

Sí, recordé lo que le había dicho a Kendall sobre no emborracharse, pero vamos, había tenido una noche exhaustiva, caliente y molesta, ¿por qué no ahogar mis penas en el alcohol un rato? El chico me miró, sonrió e hizo lo que pedí. No pasaron siquiera segundos cuando tenía mi bebida enfrente de mí.

—¿Algo más? —Señaló el chico.

Estuve tentada a preguntarle si había visto al escurridizo de Zach y a su hermano puesto que él tendría a Kendall consigo, pero el vibrador de mi celular interrumpió, así que negué con mi cabeza. Max se alejó.

—¿Ebria? —Preguntó la voz impecable de Harrison cuando contesté el celular.

Resoplé.

—Estoy todo menos eso —dije.

—Dame un informe.

Tomé mi vaso y le di un largo sorbo. Sentí como la bebida se deslizaba por mi garganta.

Um, té helado sabroso.

—Hay un club. Drogas, juegos de mesa y bebidas. Zach está aquí —bueno, no exactamente...

Harrison soltó una maldición.

—¿Por qué el chico no puede ser un maldito adolescente normal? —Murmuró.

—Dímelo a mí —repliqué.

—¿Lo has pillado en algo? —Preguntó.

—No —ni siquiera sabía si estaba aquí a ciencia cierta—, estoy en eso.

—De acuerdo —dijo y colgó.

Suspirando, me dispuse a tomar todo mi trago. Me di la vuelta en mi taburete y empecé a escanear el salón. Tenía un tanto más de clase que la fiesta de afuera así que por ende era un poco acogedor. Los adolescentes adentro eran más refinados y se veían casi impecables, salvo los que se estaban drogando en la mesa de la esquina. Ellos estaban terribles.

Ahora mi pregunta era, ¿qué demonios hacia Zach implicado en un club? ¿Por qué seguir con esto cuando tienes a los mayores mafiosos de toda Rusia e Italia persiguiendo tu cuello? ¿Cuál era el propósito de todo esto?

—¿A quién buscas? —Preguntó una voz sexy que recocería en cualquier lugar del bendito planeta.

Me tensé y traté de ignorarlo por su bien y más por el mío. Aún quería tener mi carta blanca para follarlo. Me negaba a perderla y si más lo miraba, más mis piernas flaquearían y mi cabeza estaría pensando aún más en cómo se vería desnudo y encima de mí.

Dios mío, estoy terriblemente mal, pensé.

"Sé que me estás escuchando, incluso te pusiste tensa. ¿Qué haces aquí? —Volvió a preguntar, rodando mi taburete hacia él. Joder.

—Rush —Saludé mirando esos ojos magníficamente grisáceos, intentando con todas mis fuerzas de que mi voz no temblara.

Me dio una sonrisa mostrando su perfecta dentadura.

—Sé que ese es mi nombre, pero no pregunté eso —él señaló mi vaso vacío de mi Long Island—. ¿Tomas?

Oh, no. Me ves sosteniendo éste vaso porque quiero ser parte de la decoración, quise decir.

—Sí, Rush, tomo. No tanto como me gustaría hacer esta noche, pero lo hago —indiqué en cambio—. ¿Por qué? ¿Vas a preguntarme también por qué tomo?




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