Let's Play.

Veintiuno

PRINCESA CON MORALIDAD CUESTIONABLE

El mejor jugador no es que prevé las jugadas con antelación

 

—Sí, muy seguro —dijo él, contestando mi pregunta anterior—. Solo… conduce con cuidado.

Sin dejar de verlo, pise un poco el acelerador mostrando qué tan cuidadosa podía ser conduciendo. El espécimen me dio una fruncida de ceño reprobando mi comportamiento.

—Ya, ya —lo calmó Kends—. Conducirá como un ángel, ¿de acuerdo?

Rush sacudió la cabeza.

—¿Puedes vivir sin el coche por un rato? —Le pregunté a Rush, divertida.

—Sin él sí, sin ti… La respuesta es difícil —respondió serio—. Lamento terminar así la tarde.

Meneé la cabeza restándole importancia con una sonrisa en mis labios.

—Sin ningún remordimiento, guapo —señalé el auto—. Horas de tortura compensadas.

Él se acercó lo suficiente para que su boca volviera a aplastar la mía en un feroz beso que me dejó muy caliente.

—De cualquier forma nos veremos en la noche —susurró él, y se alejó. Señaló a mi mejor amiga—. Conducirá como un ángel —le repitió a ella.

Kendall soltó una estruendosa carcajada y asintió. Rush pareció complacido por eso y se alejó de nosotras.

—Bueno, hora de ver qué hace este bebé —dije, presionando el botón para el freno de mano y la D para arrancar.

—Podría acostumbrarme a esto —chilló Kendall emocionada.

Riendo, maniobré el dulce auto para salir del pequeño garaje dejando resonar el chillido de los neumáticos en el lugar. Cuanto toqué las afueras de la residencia del espécimen traído por Dios, aceleré.

—Cristo —gemí.

El auto pareció gustarle mi forma de tratarlo debido al suave ronroneo que el motor me dio al aceptar mi subida de velocidad.

—¿Puedes, en serio, casarte con él? —Cuestionó mi mejor amiga. Me atraganté—. ¿Qué? Así todo lo de él es tuyo y todo lo tuyo de él —se defendió.

—Ni en tus más terribles sueños, amiga —dije entre tosidas—. Llama al rubio —pedí luego de calmarme—. Necesito hablar con él. Tiene que saber lo de su hermano.

—Claro, jefa —dijo, tomando su celular.

Puse los ojos en blanco. Ella me sacaba de quicio rápido. Eso y… Espera. La miré de reojo.

—¿Desde cuando tienes el número de Drake? —Pregunté

—Desde que planeamos en tu contra una posible fiesta salvaje de cumpleaños —murmuró en respuesta sin despegar su mirada del celular.

Gruñí. Lo sabía.

—¿Desde cuándo?

Kendall levantó su vista para vislumbrarme.

—Desde que te llevó a comprar muffins luego de la clase de Sassy —respondió con una sonrisa.

¿Es en serio?

—¿Y cuándo demonios se incluyó Rush a la fiesta? —Pregunté aturdida.

—Justo hoy —dijo victoriosa—. Honestamente no sabía que le habías dicho de tu fecha original —me dio una rara mirada—, pero me agrada.

—Kendall…—advertí. No me gustaba el día de mi nacimiento por una razón y ella lo sabía.

Antes de que ella dijera algo, la voz de Drake inundó el auto.

—Casi todo listo para…

—Bells quiere hablar contigo —lo cortó ella rápidamente.

—Oh, hola preciosa —saludó.

—En mi piso. Siete minutos. Lo que te diré no te gustará ni un poco —le dije.

Se oyó un suspiro frustrado.

—Voy en camino —dijo y colgó.

Nuestro viaje duró exactamente siete minutos. Hubiesen sido cuatro, pero había peatones y Kendall le juró a Rush que yo conduciría como un ángel.

Cuando llegamos al parking de mi residencia, pude vislumbrar la cara de asombro de Drake en cuanto salí del auto con mi mejor amiga mientras le activaba su alarma.

—¿Te… dejó…?

—¿Conducirlo? —Corté su penoso y divertido balbuceo cuando llegué a su lado—. Sí.

Me miró asombrado.

—¿Tienes idea de cuánto yo he insistido para manejar esa preciosidad? —Preguntó anonadado.

—¿Tienes idea de cuánto yo no he insistido para manejar semejante bestia? —Contesté en respuesta—. ¡Ni siquiera sabía que existía!

El sacudió su cabeza incrédulo, haciendo reír a Kendall.

—Lo tienes atado por las pelotas —murmuró Drake mientras entrabamos a la residencia.

Lo ignoré mientras me lanzaba escaleras arriba hacia mí piso. Era completamente absurdo que yo tuviese a ese perfecto espécimen atado por las pelotas. Si fuésemos al caso, él me tenía a mí así, y era ridículamente no creíble. Nadie nunca me había tenido así. Nunca. Pero estamos discutiendo las habilidades del espécimen caliente aquí. Era obvio que iba a tener a cualquier chica en el planeta atada por los ovarios.

Suspirando, dejé que Kendall sacara sus llaves y abriera el departamento. Las mías se habían quedado en mi habitación. Las hubiese agarrado si alguien no hubiese tenido un agarre de muerte en la mañana sobre mi brazo. Solté una bocanada de aire comprimido en mis pulmones, entré y me dejé caer en el sofá con un muy, aun incrédulo, Drake.

—¿Y bien? —Suspiró él.

Lo observé. Honestamente se veía muchísimo mejor esta mañana. Ahora tenía pequeñas líneas de frustración marcadas por toda su cara, un ligero ceño fruncido, además de unos increíbles ojos azules muy apagados. Era más que evidente que todo éste tema lo estaba terriblemente cansando, pero lucía no tan horrible como ésta mañana. Sentí un poco de pena por él.

—Drake… —comencé muy lentamente.

El sentimiento de pena por él aumentó en mi pecho tanto que por un momento me sentí oprimida. Él chico fijó su vista en mí, curioso.

—Bells… —siguió él, juguetón.

Oh, Cristo.

—La Bratva sabe —solté con todo y el aire de mis pulmones.

Drake abrió los ojos como platos.

—¿A qué te refieres con que sabe?

—Pues, eso. Sabe de saber —detallé su cara—. Créeme, yo también estaba rogando que nunca se enterara.




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