Let's Play.

Veintidós

NO TODOS TIENEN LA MENTE DE UN JUGADOR

Un jugador tiene que ser capaz de encontrar las jugadas posibles.

 

Rush

—¿La invitaste? ¿En serio? —Habló Rise apenas volví a pisar la oficina en mi departamento, luego de haber dejado a Larissa conducir mi deportivo favorito. Gruñí en su dirección—. Es… interesante, eso es todo.

Mis hermanos estaban justo como los había dejado: intrigados y cabreados por haberlos abandonado hablando solos, sentados en los muebles de mi oficina. Era genial que no me importara ni una mierda haberlos dejado así. Pasé de ellos y me senté detrás de mi escritorio.

—No creo que hubiesen venido para hablar a quién sí o no invité, Rise —señalé inmutable.

—De hecho, sí —habló Riden frunciendo el ceño—. Sabes que a él…

—No me importa —interrumpí—. Mila fue quien soltó eso en frente de ella, además deberían agradecer que si no fuese por Larissa, no hubiese aceptado. 

Mi hermana menor alzó una de sus perfectas cejas.

—Sí, y fue mi error, Rush. No quiero que papá lo tome contra ella —murmuró un tanto abatida—. No quiero que se vaya de tu lado por ver a mi papá comportándose como un idiota. 

Esbocé una sonrisa.

—Estoy seguro como el infierno que él no va a intimidarla ni un segundo —le dije tranquilamente.

—Los chicos me dijeron que seguramente dirías eso —suspiró ella.

—¿Entonces por qué...?

—Porque es un evento familiar, Rush —cortó Rise encogiéndose de hombros—. Sabes muy bien que él se molestará y terminara teniendo una rabieta en medio de toda la jodida gala.

—Rise, ¿qué te hace creer que eso me interesa en lo más mínimo? —Inquirí.

Riden y Rise resoplaron unánimemente.

—Sé que no te interesa en absoluto, pero queremos tener un poco de ventaja cuando el viejo se enoje y nos culpe a nosotros por no haberte dicho una mierda —gruñó mi hermano mayor.

Ladeé mi cabeza, divertido.

—Considérenme advertido —les dije—. ¿Otra cosa más o eso es todo?

Mi hermana menor se levantó del sofá y salió de la oficina antes de que mis hermanos tuviesen la oportunidad de decir algo. Eso lo hacía cuando había temas que ella no quería ni debía oír, se le había enseñado eso desde muy pequeña.

Riden y Rise se depositaron en las sillas situadas al frente de mi escritorio con líneas de preocupación enmarcando sus rostros.

—Tenemos tratos con los Cloud, Foster, la Bratva y con el Don Montalbano —contó Riden molesto—. ¿Puedes, por favor, terminar matando a Zach antes de que yo lo haga?

Suspiré pasando una mano por mi cara frustradamente.

—Quitando a Nóvikov y Foster, Montalbano y los Cloud son los prioritarios —siguió Rise—. Debido al éxito de suicidio por parte de Zach no tenemos que preocuparnos por los kilos restantes de la droga de Nóvikov, pero aun así, el Boss no es estúpido. Tarde o temprano él sabrá lo que pasó y quien lo hizo.

—Sé eso —dije frustradamente—. Estoy a punto de seguir tu sugerencia, Riden —miré a mi hermano menor—. Zacharias está empezando a sacarme de mis casillas.

—¿Empezando? —Resopló él—. Rush, el chico con tan solo respirar saca a una persona de sus casillas.

Dejé que una sonrisa se plasmara en mi cara poco a poco. Aquello me acordó a una pequeña fiera sacándole la mierda al imbécil de Anderson.

—No podemos intentar seguir cerrando el club si Anderson continúa haciendo tratos a diestra y siniestra —señaló Rise—. El chico va terminar ocho metros bajo tierra si sigue.

—No es que me importe —musitó Riden.

Recliné mi espalda en el respaldo de la silla. Ambos tenían razón. Zacharias iba a terminar muerto si Nóvikov se daba cuenta del segundo robo a sus propiedades. Él ya había tratado de matar a Zach una vez y el muy idiota se salvó únicamente porque al Boss le interesaba mucho la droga de Montalbano. La Bratva Rusa, aunque detestaban a la familia italiana, ellos condenadamente bien sabían que el producto de Montalbano era de calidad.

Aun así, estaba malditamente seguro de que Nikolay no iba a perdonar al bastardo de Anderson. No otra vez.

—Ahora —dijo Rise cortando mis divagaciones—, ¿cuándo nos ibas a contar de la aventura que estás teniendo?

Los observé detenidamente.

—¿Qué aventura? —Pregunté.

—Ekaterina Nóvikov —contestó Riden de mal humor—. Rush, si papá se entera de quién es ella, de quién es Larissa en realidad, va a matarla.

—¿Si quiera confías en ella? ¡Es hija de Nikolay Nóvikov, Rush! ¿Qué diablos te pasa? —Rugió Rise levantándose de golpe.

Ah. Entonces de ahí venia su renuencia a llevarla conmigo a la gala. Inhalé y exhalé despacio para luego darles una fría mirada a mis hermanos.

—Jonathan no la reconoció —siseé—, y más nadie sabe de eso. Quiero que siga así —puntualicé.

Ambos me dieron una mirada mortal.

—Estás siendo estúpido —soltó Riden.

—Estás siendo hormonal —secundó Rise, iracundo, apoyándose en el marco de la puerta.

Chasqueé mi lengua.

—Sus opiniones me interesan una mierda —repliqué—. Nikolay la tiene por muerta y si Jonathan no pudo descubrirla, estoy seguro de que nuestro padre tampoco lo hará.

—¿Y cómo crees que nosotros sí la descubrimos, Rush? —Objetó Rise frustrado volviendo a depositar su culo en la silla—. No pienses que Nóvikov o papá no podrán descubrirla.

Bueno, bien. Era hora de poner las cartas sobre la mesa.

—Descubrieron lo de Ekaterina únicamente porque les di pistas para hacerlo, Rise. Únicamente por eso —me llenó de satisfacción la mirada estupefacta que ambos tenían en sus caras—. Necesitaba ver si ambos eran lo suficientemente inteligentes para hacerlo y, no, no me decepcionaron, además, soy lo suficientemente transparente con ustedes. Tal información no iba a guardarla solo para mí. Tan solo porque yo les esparcí las señales pertinentes fue que dieron con ella, así que, sí. Puedo estar jodidamente confiado en que ni mi bastardo padre o el idiota de Nóvikov pueden descubrirla.




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