Let's Play.

Veintitres

NO TIENTES SI NO QUIERES ENCONTRARME

Cada uno de nosotros tiene el corazón de un jugador, pero no todos tienen la mente de uno

 

—¿Qué te hace pensar que te dejaré...?

La callé con un rápido beso en sus labios.

—Sube tu culo, mujer —le dije antes de entrar al McLaren y abrirle la puerta del copiloto desde adentro.

—¡No es justo! —Chilló pero entró de igual forma, cerrando la puerta de un portazo.

—Tienes clases y yo estoy más que libre para llevarte. Deja de ser tan independiente, princesa —le dije, encendiendo el auto, ignorando su mirada de muerte en mi dirección.

Tuvo varios orgasmos. Cinco. Joder, y fueron los mejores orgasmos que le pude dar en toda mi puta vida. Terminando ahí, quise saber más de ella, por lo cual la hice vestirse y fuimos a la sala de su departamento para hablar hasta que me dijo que tenía clases a las dos de la tarde.

Había dejado mi Lusso en el parking del edificio de Larissa para tomar el McLaren y darle un aventón hacia su clase... Cosa que debí haberle hecho sin avisarle porque la había puesto de mal humor. Era encantador de que no me importara en absoluto. 

El trayecto hasta su auditorio fue silencioso. Ignoré sus miradas de muerte y sus mohínes que solo hacían que la quisiera desnudar más y conduje lo más civilizado que pude por las calles de Monrrow. 

—¿Cuántas veces te he dicho hoy que es absolutamente innecesario que me tengas que llevar a clases debido a que puedo condenadamente bien conducir semejante bestia que me prestaste o caminar por mi cuenta? —Masculló ella una vez llegado al lugar.

Rodando los ojos, me bajé del auto y le abrí la puerta del copiloto.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no me importa? —Cuestioné yo en su lugar cuando salió del auto a regañadientes—. Además no tienes coche, y yo tengo la tarde libre.

—Tenía, ¿recuerdas? —señaló al McLaren con reverencia. 

—Sí, pero no me importa llevarte —me encogí de hombros. 

—Lo del caballerismo te lo estás tomando muy en serio, Rush —respondió mordazmente.

Le di una sonrisa.

—Alguien tiene que cuidarte.

Larissa resopló.

—Puedo...

—¿Rush? —Interrumpió una voz que conocía demasiado bien.

Aparté la mirada de Larissa para posarla, no a mi favor, en la única persona que no quería volver a cruzarme en lo que restaba de vida.

—Rebecca —dije indiferentemente.

Observé como mi novia le daba un escaneo muy sutil a Rebecca y viceversa, aunque a Rebecca se le había olvidado por completo el significado de disimular.

—Pensé que no volvería a verte —murmuró devolviéndome la mirada—. Tampoco sabía que tenías a alguien más —dijo ella, frunciendo sus labios—. Y menos que sería la nueva.

Pude ver de reojo como Larissa ponía sin problema sus ojos en blanco.

—Lo que yo haga con mi vida realmente no es tu maldito asunto —le espeté, tomando la mano de Larissa. 

Traté de caminar hacia el salón de clases dejando a mi psicópata ex detrás de nosotros, pero lastimosamente no pude dar ni dos zancadas al salón de Larissa cuando tuve la mano de Rebecca en mi hombro. 

—¿Podemos hablar? —Preguntó ella cuando volteé a verla. 

La mirada de ella brillaba en compasión. Tanto que me daba asco. ¿Compasión? ¿Ella a mí me pedía compasión? En definitiva tenía que estar loca. 

—No. 

—Rush, por favor... —suplicó. 

—No —zanjé el tema. Lo mínimo que quería hacer era tener una conversación con ella. Maldita sea, ni siquiera quería volver a verla. 

—Me quiero disculpar por...

—Cariño, ¿necesitas otra negación de su parte? —Ésta vez habló Larissa, colocándose al frente de mí para encarar Rebecca—. Recoge lo que te queda de dignidad y vete. En serio. 

Esbocé una sonrisa cuando Rebecca le dedicó una mirada de muerte para luego darse la vuelta e irse por donde había venido. Giré a mi novia para darle un beso en la punta de su nariz mientras pasaba mis brazos por su cintura. 

—Enséñame eso para la próxima —reí por debajo.

—¿Habrá una próxima vez? —Inquirió enarcando una de sus cejas. 

—No, pero nunca se sabe —contesté, perdiéndome en su mirada. 

—¿Nunca has oído de las ordenes de restricción? 

Sí. Mi sonrisa se hizo más pronunciada.

—Lo tendré en cuenta. 

—Eso fue incómodo —murmuró arrugando su nariz, saliendo de mis brazos—. Aunque no se ve como si hubiese estado embarazada...

Enarqué una ceja al tiempo que entrelazaba mi mano en la de ella y reanudamos la caminata a su salón. 

—Es obsesiva por los ejercicios —le aclaré, llegando a la puerta de su clase. Ella me dio una mirada curiosa—. ¿Quieres saber más de ella, verdad? —Aposté. Larissa esbozó una sonrisa—. Después de clases.

Pude ver cómo sus ánimos decayeron claramente y me reí.

—No es justo —reprochó—. No puedes dejarme así y... —La interrumpí con un casto beso en sus labios.

—Puedo y debo. Ahora, o entras o sencillamente no te cuento nada —rebatí.

—Pero también hay que planear la llegada de...—la volví a interrumpir pero con un beso más pronunciado.

Después —repetí, luego de dejar su boca libre—. Concéntrate en esto primero. Ni la Bratva ni el Don van a ir a ningún lado y menos nuestros planes. Tenemos toda la noche para hacerlo, princesa —traté de apaciguarla.

Larissa resopló pero no siguió rebatiendo, de hecho me dejó en toda la entrada de su aula mientras ella entraba hecha una furia. Sacudí mi cabeza, divertido. Ella era todo un espectáculo.

Mientras iba dándome la media vuelta para volver a mi auto, mi celular sonó. En cuanto estuve adentro de él contesté luego de ver quién diablos era. 

—Riden —saludé.

—Dime, por lo que más quieras, que tienes el cuerpo sin vida de Zacharias en tu maletero —siseó furioso.




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