Let's Play.

Treinta

DECLARACIÓN

Si un jugador tiene miedo a reveses competitivos, nunca creará nada nuevo.

 

Rush

Cuando Arabella despertó de su coma sentí el alivio que apoderó de todo mi cuerpo, cuando no recordó la razón de su coma mi mente reconoció el sentimiento de las segundas oportunidades y, aunque Justine me había prevenido sobre sus cortas lagunas mentales antes de que ella despertara, agradecí fuertemente que así hubiese pasado.

¿Era una basura por ocultarle el hecho de que su padre la estaba cazando? Quizás, pero era una decisión que Harrison, Kendall y yo habíamos tomado unánimemente. Ella no podía indisponerse otra vez con el Boss pisándonos los talones y no sabíamos cómo iba a tomarlo nuevamente si le dábamos la información, por lo que concordamos con que Justine le dejaría saber que ella había colapsado por el estrés de los últimos días.

El cómo tomó eso sin chistar fue lo que me sorprendió, pero Justine había hecho un buen trabajo al momento de contárselo, así que Arabella lo dejó estar, además, Kendall avisó que ella había tenido unos episodios parecidos, por lo cual Arabella iba a tomarlo con calma.

Ahora, si hubiera tenido la oportunidad de encerrarme con ella en un lugar muy lejano lo hubiese hecho, pero ella tenía que saber la verdad. Se lo debía por todo lo que le estaba haciendo pasar, y aunque Riden y Mila estaban en contra, era lo mínimo que tenía que hacer por ella.

Me arrepentí al minuto que tocamos Nueva York, y me arrepentí más cuando el maldito chofer había recibido órdenes estrictas de Alexey luego de terminar la gala a la que el jodido hijo de perra no se había aparecido. El muy bastardo no iba a dejar pasar la maldita reunión por más que lo ignoré y eso me quedaba claro. Muy a mi pesar no pude impedir nada de esto, por lo que aquí estábamos.

Le revelé todo a ella, pero no vi venir su respuesta, por ende, aquí estábamos. La mirada que Arabella me dio fue todo lo que necesité para entender que lo había jodido todo, y en cuanto aquellas palabras se deslizaron por su boca sabía que había perdido la partida.

—¿Me usaste? —Habló lo suficientemente alto para que la escuchara.

Inmediatamente sacudí mi cabeza, negándolo. ¿Cómo diablos era eso lo primero que se le cruzaba por la cabeza?

—¿Cómo me preguntas eso? —Estaba incrédulo.

—¡Me trajiste a la maldita boca del lobo, hijo de puta! ¡¿Cómo no quieres que te pregunte eso?! —Tronó furiosa.

—Princesa... —Traté de calmarla.

—¡Y una mierda, Rush! —Se levantó de mi cama, y comenzó a caminar en círculos. Parecía una princesa enjaulada con aquel vestido, pero me tragué el comentario—. Me mentiste —se volteó a mirarme furiosa—. ¡Me ocultaste todo! Pudiste aclarar los puntos cuando te dejé saber quién era yo, pero no lo hiciste, así que ahora dime la verdad, ¿me usaste? Si sabías mi identidad desde un principio, ¿me estabas usando?

Suspiré resignándome a la terquedad de ésta mujer. ¿Cómo se suponía que iba a aclararle todo si se negaba a escucharme? ¿Ponerme de rodillas y rogar su perdón serviría para que ella se callara por un maldito momento para así yo poder hablar?

—Nunca te usé —le respondí con la verdad—. Al principio planeaba hacerlo, pero cuando entendí que odiabas a tu padre tanto como yo mismo lo hacía, entendí que no tenía por qué usarte.

Lo decía en serio. Iba a usarla. Maldita sea, iba a usarla tan bien que hasta el mismo Nikolay Nóvikov iba a caer sin poder pensar en cómo demonios lo había conseguido. Ya yo estaba planeado la caía del Boss desde hacía años, así que me sorprendí cuando su pequeña y única hija caminó con pasos bastantes decididos a patearme el culo en aquella terraza. Dispuse de todos los escenarios que tenía en la cabeza para seducirla, hacer que se enamorara de mí y poder utilizarla. Pero no pude. Caí ante ella. No caí con tan solo experimentar la primera partida perdida de póker en años y descubrir que odiaba al Boss más que yo mismo. Caí por ella cuando su sonrisa era en lo único que pensaba, cuando en hacerla molestar era lo único que me importaba y caí aun más fuerte cuando me di cuenta que podía poner a todos por encima de ella, con tal de que se salvaran. 

A ella no le importaba hundirse con tal de que todos estuvieran a salvo y fue eso lo que me impactó aún más. ¿Estaba jodido? Sí. ¿Me importaba? En absoluto. Iba a encontrar otra forma de hacer pagar a Nóvikov por todo lo que nos había hecho pasar y aún más por cazar a la razón de mi mísera existencia, pero iba a hacerlo sin utilizarla. Eso había quedado más que seguro.

Arabella volvió a sentarse en el borde de la cama, sosteniendo su cabeza entre sus manos entrando en estado de shock. Me acerqué a ella lo más lento que pude y me senté a su lado. Agradecí que no se levantara, plantándose en el lugar más lejos de la habitación como lo había hecho anteriormente, porque joder, eso dolía.

—¿Cómo vamos a hacerle frente a todo esto? —Inquirió en un hilo de voz.

—Podemos juntos —le contesté ahogadamente—. Si seguimos juntos podemos con todo, princesa, pero necesito que tragues esto y me des la misma oportunidad que te di para aclararte todo esto.

Ella suspiró lentamente. Los segundos se hicieron eternos hasta que sacó su cabeza de sus manos y me dedicó una mirada vacía. De esas que me daba para únicamente hacerme estresar porque no me dejaba ver qué diablos estaba pasando por su cabeza.

Sabía que lo que le estaba pidiendo no era fácil. Alexey fue quien la iba a matar en aquella partida de póker hace años, después de todo, y yo era hijo de ese bastardo. Pero aun así quería que me diera la oportunidad de explicarle todo. Ella se lo merecía, maldita sea. 

—No te puedo prometer que olvidaré esto fácilmente —comenzó, desinflándome cualquier oportunidad de esperanza que restaba en mí—, pero lo que sí te puedo asegurar es que tendré mi mente abierta. No me será fácil, pero trataré de...




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