Let's Play.

Treinta y dos

FUEGO

Pero fue ella que había empezado jugando por el placer de jugar

 

Me negaba a perder por una semejante estupidez. Mi equipo iba a pasar esta maldita prueba sí o sí. No abriría debates en esto.

—¡¿Isaac?! —Gruñí en el micrófono.

—Salimos vivos por los pelos —se oyó entre jadeos—. ¡Tienen que salir de ahí ahora! El equipo blanco no está usando salvas, repito, el equipo blanco no está usando salvas.

—¡Jodida mierda! —Vociferé—. ¿Nathaniel?

—Puede utilizar las bombas a tu favor, mi caporegime, pero primero tiene que sacar la bandera de ahí.

Jodida y con la adrenalina a tope, tomé lo primero que vi a la vista. Tendrá que funcionar.

—Eres mejor lanzadora que yo —le dije a Anna mientras la posicionaba a una distancia para un lanzamiento certero—. Lanza ésta piedra a la bandera. Con el peso de ésta, la bandera caerá si tenemos suerte.

—¡Tienen dos minutos, salgan de ahí! —Exclamó Collin.

—¡Anna hazlo ya! —Le grité.

Anna tomó la piedra rápidamente, apuntó y lanzó. Rezando para que mi idea funcionara, vi la trayectoria de la piedra y mi cuerpo se inundó en alivio al ver como la piedra se llevaba con ella el pedazo de tela al suelo… El cual también tenía minas.

Nos quedamos sin aire y completamente quietas, preparándonos para morir, cuando las minas no estallaron al momento. Uno, dos, tres… Nada. Era una distracción más. Soltamos el oxígeno contenido y empezamos a movernos. Anna alcanzó la bandera, y se la enlazó en su cinturón.

—¡Salgan, maldita sea! —Rugió la voz preocupada de Collin.

Ni dos pasos a la salida habíamos dado cuando las cosas empezaron a complicarse. Las balas empezaron a llover en abundancia por más que tratamos de alejarnos de las malditas ruinas, pero el equipo blanco fue más rápido y nos acorraló detrás de una pared que estaba a punto de colapsar si seguían disparando.

Maldije. Collin tenía razón. Ellos tenían en suficiente armamento para jodernos, pero ni muerta me iba a dar por vencida tan rápido. Le eché una ojeada al cinturón de Anna mientras ella se cubría y vi que el cielo alumbraba a mi favor.

—¡Sal de aquí! —Le ordené, tomando la granada de su cinturón y sonreí cuando sentí el peso en mi mano. No era de juguete. Necesitaba hacer esto rápido pero Anna me estaba observando como si me hubiese salido una cabeza más—. ¡Anna, sal de aquí!

—Pero, caporegime

—¡Ahora! —Le grité.

Sabiendo que no iba a ganar la discusión conmigo y que tampoco se podía negar a una orden directa, Anna se echó a correr en cuanto los balazos disminuyeron por una milésima de segundo.

—¿¡Qué diablos estas esperando para salir de ahí, Arabella!? —Me gritó Nathaniel pasándose por el culo el protocolo de llamarme caporegime. Sonreí.

—¡Ni se les ocurra venir y es una orden! —Les exclamé por el maldito micrófono.

—¿¡¡Estás loca!!? —Tronó Isaac—. ¡Van a masacrarte!

Mi sonrisa se hizo más pronunciada, pero tenía que moverme.

—Dejen de saltarse el jodido protocolo —bramé—. ¡Caporegime para ustedes así que dejen de joder y se quedan dónde están!

O funciona esto, o pierdo.

Salí de la pared apresuradamente con el corazón desbocado aun con el torrencial de balas por encima de mi cabeza, y con mi sonrisa más presuntuosa le quité el seguro a la granada y lo lancé hacia las escaleras con las minas. Las balas dejaron de caer y el equipo blanco me respondió la sonrisa. Había un jugador en particular que me llamó la atención por el pasamontañas que tenía en su cara, pero Sara habló retomando mi interés.

—¿Sí sabes que esas minas no funcionan, cierto? —Dijo ella con una ametralladora en sus manos.

—¿Qué tan segura estás?

El equipo blanco se miró mutuamente, dándome la ventaja para salir corriendo del lugar lo más rápido que podía. No pasaron ni diez segundos cuando la granada explotó, haciendo que mis oídos pitaran, llevándose consigo la estructura en ruinas y quizás, si había tenido suerte, a participantes del equipo blanco.

Sí, puede que algunas minas no funcionaran, pero una de ellas, a la mitad de los escalones había llamado mi atención brillando en un rojo furioso. Esa era la única que funcionaba, así que si ligabas una granada de corto alcance más una mina lo bastante potente para tragarse lo que quedaba de las ruinas…

Me eché a reír mientras movía mis piernas rápidamente hacia la ubicación de mi equipo.

Yo no pierdo.

Cuando llegué a ellos jadeando por aire, todos me miraban boquiabiertos. La primera en correr a abrazarme fue Collin, luego Anna, seguido de Nathaniel. Isaac se quedó mirándome como si fuese una diosa bajada del cielo.

—Ibas a cometer suicidio con tal de ganar —regañó él cuando salió de su aturdimiento.

—Yo no pierdo —le sonreí tratando de no jadear—. Ahora muéstrame el debido respeto y dame un abrazo. Los hice pasar su última prueba.

Isaac me regaló un abrazo corto, pero un abrazo al fin y al cabo.

—Rise va a matarte —masculló Nathaniel segundos después.

Me giré a verlo.

—¿Debería importarme?

Mi equipo quedó en un silencio momentáneamente incómodo. Collin fue la que me miró y habló:

—Rush es el líder del equipo blanco.

Mi corazón cayó a mis pies.

¿¡QUÉ!?

No esperé a que me explicaran alguna otra cosa ya que volví a salir corriendo al lugar de la explosión. En el estómago se me había hecho un nudo, pero cuando llegué no había nada que no fuera fuego por todas partes. No, no, no. Intenté adentrarme más de lo que debía, pero el fuego era demasiado incluso para mí.

Jodido hijo de perra.

Las lágrimas picaban en mis ojos y la rabia se apoderó de mí cuando corrí de vuelta a mi equipo para matarlos por no advertirme una mierda, sin embargo, mis advertencias quedaron atoradas en mi garganta cuando los observé. Mi equipo estaba rodeado por Milanna Massey, Sara Finlor y Rush Massey. El equipo blanco, a pesar de las cenizas que tenían por todo su cuerpo, estaba básicamente ileso y estaba sonriéndome como niños pequeños. Rush tenía ambas banderas en su cinturón y me miraba con presunción.




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