Let's Play.

Treinta y ocho

CUESTIÓN DE CULPA

Juega como piensas y lo que recibas será parte de ti, de tu historia

 

Arabella

¿Difícil? Sudé más que un hipopótamo. El espécimen había barrido conmigo el piso y hubiese ganado... Si no se hubiese confiado en el piedra, papel y tijeras que rogué al final, concediéndome la victoria.

—Mi amor... —llamó una voz bastante sexy. Gruñí. A lo lejos pude oír una especie de risa—. Princesa —volvió a llamar con más apremio.

Gimoteé a la vez que rodaba por la cama, tapándome la cabeza con la fina almohada.

—Es demasiado malditamente temprano. Ve a joder a otro lado —protesté sin abrir los ojos.

Rush tenía la tendencia de despertarse al amanecer y, en serio, hubiese apreciado el gesto de intentar ser mi despertador, pero él me dio hartos orgasmos la noche anterior y mi cuerpo se sentía como si lo hubiesen pisado una docena de caballos iracundos, por ende, era demasiado malditamente temprano para mí.

—¿Tú no querías que arrojara el trato de princesa a la basura? —Se rió él.

Sentí como me quitó la almohada y la sabana, dejando mi cuerpo desnudo. El frío me arropó de manera violenta por lo que entre escalofríos y maldiciones me senté en la cama, abriendo por fin los ojos. Casi pegaba el grito al cielo cuando mis ojos se posaron en el despertador de al lado. ¡Seis de la mañana!

—Te odio —dije entre dientes cuando enfoqué al espécimen.

Él estaba sentado en la única silla del cuarto. Estaba bañado, vestido, despierto y con una taza de café entre sus manos. Luego de recorrerme con su mirada hambrienta, me sonrió de oreja a oreja.

—Rise te está esperando en su oficina —me informó entre tanto yo me levantaba e iba al baño para darme mi ducha matutina—. En realidad agradezco tomar su lugar para despertarte. No pensé que ibas a dormir así —su voz llenó el diminuto baño.

No me molesté en dirigirle la mirada. Me metí en la ducha y abrí la llave de la regadera, dejando que el agua caliente comenzara a mojarme el cuerpo entero y que el vapor cubriera el baño.

—¿Así cómo? —Le pregunté, divisándolo apoyado en el marco de la puerta—. ¿Desnuda? ¿Justo cómo me dejaste anoche?

La sonrisa de Rush se hizo más pronunciada cuando me barrió con la mirada de arriba abajo con extrema lentitud, quedándose en mis tetas más tiempo de lo necesario.

—Estoy, en serio, tratando de no agarrarte, pegarte contra la pared y follarte hasta que pierdas el conocimiento justo igual que anoche, princesa, así que cierra la cortina, báñate y te espero al otro lado de la puerta en diez minutos.

Dicho eso, él se marchó dejándome con una leve picazón entre mis piernas. Riendo como idiota, me dispuse a seguir con lo mío y en diez minutos exactos ya estaba saliendo de mi habitación, depositándome en los brazos del espécimen en un pasillo inusualmente vacío.

—Me gustan estos buenos días —mascullé contra su pecho. Me fasciné como su calor me cubría, logrando derretirme más.

—Pensé que te gustaban más los buenos días de Drake —dijo burlón.

Salí de sus brazos para darle una fingida mueca de disgusto.

—Drake tiene parte de mi estómago, precioso. No te metas ahí.

Los brillantes ojos grises del espécimen se oscurecieron y de pronto ya yo estaba enjaulada, con mi espalda tocando el frío concreto de la pared.

—Puede tener tu estómago, pero esto —pasó una mano por debajo de mi camisa y sostén, llegando a mis tetas, pellizcando mi pezón de forma brusca—, esto —llevó su mano libre metiéndola entre mis vaqueros y mis bragas, cubriendo mi vagina entera con su palma—, y esto —se comió mi boca en un beso feroz, ahogando mi gemido por su dedo en el interior de mi coño, para luego separarse lo suficiente para encararme de nuevo— es mío.

—Sí —suspiré, deleitándome con el movimiento de su dedo.

—¿Sí, qué? —Susurró él en mi oído.

—Es tuyo.

—Eso es lo que quería oír —volvió a susurrar seductoramente. Quedé de piedra cuando sacó su dedo de mi interior y su otra mano de mi pezón en un rápido movimiento—. Ahora vamos con Rise.

Me humedecí los labios y abrí la boca intentando encontrar alguna palabra qué decir, pero Rush fue rápido y entre risas leves tomó mi mano y me guio por los pasillos hasta llegar a la oficina de Rise. Hice una mueca cuando el espécimen no me dejó pasar por el comedor. El olor de unos buenos huevos revueltos impregnó mi nariz cuando pasamos por las afueras de ahí y mi estómago rugió con hambre.

—Es, por extraño que parezca, satisfactorio verte tan temprano en la mañana, rayito de sol —rió Rise cuando me senté al lado del espécimen.

—Para mí no es extraño golpearte hasta que quedes inconsciente, rayito de fastidio —contesté de mal humor.

De reojo pude observar como Rush sonreía mientras su hermano mayor bufaba.

—¿No le has dado el desayuno o qué? —Replicó Rise frunciendo sus labios en una fina línea.

—La quisiste aquí, y aquí está —Rush se levantó de la silla, me dio un beso en la frente y empezó a caminar hacia la salida—. Es tu responsabilidad conseguirle algo de comer y de que me la entregues sin rasguño alguno, Rise.

Dicho eso, Rush dejó la oficina sin dedicarme una segunda mirada.

—Esto de no tener trato de princesa es una mierda —murmuré más que todo para mí misma.

Rise se echó a reír.

—¿Ya te quieres retractar, princesa? —Se burló de mí.

—Vete a la mierda —repliqué entre dientes, fijando mi mirada en sus preciosos ojos verdes.

Él sacudió su cabeza, y tomó su teléfono de oficina para luego marcar y poner el auricular en su oído. Antes de que preguntara qué demonios estaba haciendo, Rise levantó un dedo para callarme.

—Trae algo que tenga huevos revueltos cómo acompañante de un desayuno —fue al punto y luego colgó. Si no estuviese de mal humor, hubiese apreciado y me hubiese divertido con el hecho de que ya todo el mundo sabía que no podía vivir sin algo que no tuviera huevo en todas sus presentaciones—. Mientras esperamos tu dosis diaria de amor, ¿qué tal si vamos a probarte el equipo?




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