LA CALMA Y LAS GANAS
Sólo se puede jugar bien si se ama el juego
Sonreí por completo cuando me alejé de ella después de escucharla jadear. Sentí sus ojos clavados en mi culo cuando bajé de la camilla y le di la espalda para ir al baño que incluía la habitación. Tomé una de las toallas pequeñas sin disminuir la sonrisa, la humedecí y volví con ella. Puse los ojos en blanco cuando se negó a abrir las piernas para yo poder limpiarla.
—Puedo hacerlo —replicó mordaz, alzando su cabeza para darme su recurrente mirada de reproche.
—Todo el tiempo la misma mierda, princesa —pasé mis manos por sus rodillas y las abrí con firmeza, comiéndome con la mirada ese exquisito coño que rebosaba de mi semen.
—¿Sabes que existen los condones para evitar este tipo de desastres? —Me recriminó irritada mientras pasaba la toalla poco a poco por sus pliegues—. Te ahorras esto, me ahorro esto y todos felices.
—Estás bastante jodida si crees que en mi vida vuelvo a utilizar alguna maldita barrera entre nosotros. No la usé al principio y ni en tus más húmedos sueños voy a empezar a usarlos ahora —pasé la tela unas cuantas veces más y la puse a un lado de la camilla para comenzar a vestirme—. La única que se queja del cuidado post sexo eres tú, princesa.
—Porque es vergonzoso —alzó la cabeza justo en el momento que guardaba mi verga en mis boxers—. No te dije que te vistieras.
Le regalé un giño.
—¿Lo disfrutaste? —Le pregunté en respuesta. Ella asintió colocando esa sonrisa que no me cansaba de poner en su rostro—. Bien porque necesito que mantengas ese sentimiento en tu cabeza. Esta es la única follada que vas a tener hasta que Roelle me dé luz verde para ponerte en cuatro y cogerte como de verdad quiero.
Su ceño se frunció en el acto y yo solo pude sonreír mientras pasaba la camisa por encima de mi cabeza.
—Parece linda.
—Ajá —conocía ese curioso tono, pero ignorándolo, agarré la toalla húmeda y me devolví al baño para echarla a la basura
—¿Cuántos años tiene? —En silencio salí del baño y fui hacia la puerta principal. Quité el pestillo justo en el momento en que Arabella gruñó cuando no obtuvo una respuesta inmediata de mí. Sus ojos estuvieron clavados en mí hasta que senté en el sillón otra vez—. Rush.
Coloqué los brazos en el respaldo del sillón y, con un suspiro, apoyé la cabeza en la mano. Notar la curiosidad enfermiza de mi novia por Roelle luego de que soltó lo que soltó era divertido... Hasta que me tocaba responder preguntas que no me interesaba responder porque sencillamente no era mi maldito problema.
Sé que Arabella quería preguntar por Roelle desde un principio, pero sus necesidades le ganaron. Era lamentable que quitarle una idea de la cabeza a ella fuese como negarle el sexo: imposible.
—Riden es lo bastante grande para saber en qué coño meter su verga, princesa. No necesitas meter tus narices ahí.
—¡Tiene diecinueve! —Replicó indignada.
—Mi primera vez fue a los trece, ¿cuál es tu punto?
—Qué te apuesto que no fue con una universitaria —sus facciones volvieron a tocar la estupefacción cuando no rebatí nada sino que me rasqué la ceja—. Me estás jodiendo, ¿cierto? No la perdiste con una universitaria.
—No —el alivio recorrió su rostro casi que al instante.
—Bien, porque eso sería…
—Ella ya había terminado su carrera para cuando pasó.
Me eché a reír con ganas cuando su mandíbula se descolocó abriéndose por completo, quedando atónita.
Morien entró con la misma pequeña mesa que me llevaba a mí a mi habitación cuando era pequeño entre sus manos, con el desayuno cubierto que supuse que era para mí pasmada novia. Depositó la mesa en las piernas de mi novia y sonrió cuando notó que Arabella no había ni cerrado la boca ni despegado su vista de mí.
—¿Qué le hiciste? —Cuestionó la única persona a la que veía como madre de manera burlona.
—Claudia
Morien resopló y puso los ojos en blanco al oír el nombre de mi primera vez.
—Fuiste terrible a esa edad y fue aún más terrible encontrarte con ella en posiciones que deseo borrar de mi cabeza —replicó disgustada—. Eras un bebé todavía.
—Con la polla grande y necesitada —solté divertido de ver a dos de mis tres mujeres favoritas estupefactas.
—Non posso credere di averti cresciuto per farti dire cose così sporche da quella bocca —masculló a regañadientes.
«No puedo creer que te crié para que terminaras diciendo cosas tan sucias por esa boca».
—¿Por qué Rise sí puede decirte este tipo de cosas y yo no? —Cuestioné arqueando una ceja, levantándome para destaparle la bandeja a mi novia. Ella reaccionó en seguida cuando el olor de la tortilla de huevo inundó el aire—. Es favoritismo.
—Dejé en claro quién era mi favorito cuando no la saqué a rastras de tu cuarto tal y como hice con tu hermano mayor, corvo —le sonrió a mi novia cuando por fin ella levantó su mirada del plato—. Hola, señorita.
—¿Pensaste en lo que te dije la última vez? —Saludó ella. Olvidándose de Roelle, se repuso agarrando los cubiertos, zampándose el primer mordisco de inmediato—. Dime que sí.
Pasé la mirada entre las dos cuando Morien se carcajeó.
—No creo que pueda aceptar la propuesta, señorita. Posiblemente me quede sin trabajo si digo que sí.
Chasqueé la lengua. Odiaba que dijera que trabajaba para mí cuando ella sabía que no lo hacía y tenía más de tres casas más grandes que este penthouse a su nombre.
—Por él ni te preocupes —frunció su nariz en mi dirección—. Puede quedarse con Roelle, Rebecca y solo Dios sabe con quienes más, pero no contigo. Mi estómago te pertenece y no puede vivir sin ti.
Entretenido, sacudí la cabeza. Sabía por dónde estaba yendo y estaba feliz de que Morien por fin la conociera, cayéndole lo bastante bien como para hablar en otra lengua que no fuese italiano.
Editado: 09.10.2024