Let's Play.

Cincuenta y dos

JERUSALÉN II

Este juego es una decisión mortal o no es nada
 

 

—Síganme —ordenó Zem, empezando a subir por las escaleras de caracol.

De inmediato Riden y Rush se dignaron a verme de reojo, esperando indicaciones. Con una corta inclinación de cabeza de mi parte, ellos empezaron a moverse a la par conmigo. Pasamos por el largo tramo de escaleras, un par de pasillos decorados a lo minimalista en más tonos marrones y cremas, llegando por fin a las puertas que se suponía que iban a dar a nuestras habitaciones.

Él abrió solo una con una delicadeza increíble para tener demasiada masa corporal en su cuerpo e hizo señas para que pasáramos con él. Al entrar quedé descolocada al percibir cuatro camas en un espacio completamente equipado para visitas bañado con la luz del atardecer israelí que pasaba desde las ventanas y las luces blancas de las elegantes lámparas de cristal que se guindaban del techo.

—Se supone que íbamos a estar en habitaciones separadas —señalé, consciente de los detalles que habíamos pactado hace días por llamada, pegando mi espalda a la pared desnuda que se situaba detrás de mí—. Así no eran las cosas.

—También se suponía que iban a traer a la hija de Nóvikov con ustedes —comentó él, fijando su atención en mí—. Las cosas aquí han cambiado desde la última vez que te apareciste, Smith.

Arqueé una ceja. Yo no lo conocía, él no me conocía. ¿Qué le hacía pensar que podía llamarme así?

—Kendall —lo corregí, cruzándome de brazos—. Puedes irte, entonces. No necesitamos de tus servicios —le impregné lo suficiente de sarcasmo a la última palabra que salió por mis labios y eso solo lo hizo sonreír de soslayo.

Sus pies ya se estaban moviendo hacia la entrada, sin embargo paró antes de cerrar la puerta y se giró sobre sus talones.

—Yo que ustedes esperaría adentro por más indicaciones —indicó él—. La jefa puede ser... dura cuando no siguen sus órdenes, pero eso lo sabes, ¿verdad, houria al-bahr sghira?

«Pequeña sirena». Mi cabeza voló a verlo, no obstante, él ya había cerrado la puerta en un rápido movimiento, dejándome ahí parada como una idiota de piedra y escéptica. Rush fue quien caminó hacia la entrada, tomando el pomo para girarlo y abrir la puerta para hacer solo Dios sabía qué, pero no lo logró. El otro idiota había cerrado la puerta desde afuera.

—Se oyó el sonido de la llave, Rush —escuché a Riden decir.

Con un mal sabor de boca dirigí mi atención a él, observando cómo se lanzaba a una de las camas vacías de espaldas e iba a abrir la boca para preguntarle qué demonios estaba mal con él cuando la figura de Rush se irguió sobre mí. Él estaba haciendo un buen uso de su altura intentando de intimidarme. Para su desgracia, eso no funcionaba conmigo por lo que alcé la vista, chocando con su mirada colérica y le dediqué mi mejor sonrisa petulante.

—Dijiste que te ibas a encargar de todo y lo único que sigo viendo es que la cagas antes de siquiera empezar —su tono de voz también reflejaba su molestia. Lástima que a mí me importaba una mierda—. ¿Qué fue toda esa mierda de "pequeña sirena", eh?

—Mete tu nariz en tus propios asuntos y deja de joderme —le hablé con el mismo tono que utilizó conmigo. Juro que no entendía como Arabella soportaba al tipo—. A ti también te dejé en claro que no debías abrir la maldita boca si yo no te ordenaba que lo hicieras, pero claro, siempre haces lo que tu jodido ego demanda.

Él resopló.

—Mi ego tenía razón en mantener tu culo en Roma y venir con Rise, pero Arabella quiso otra cosa.

—Porque ella es más inteligente —repliqué de mala gana, pasando de largo la remarcación del nombre de mi mejor amiga que exigían respuestas. Me sabía a mierda qué rayos quería él en estos momentos—. ¿Qué creías que iba a pasar si Kaela te viera llegar con tus dos hermanos? ¿Qué iban a hablar y tomar té como si fueran los mejores amigos de la infancia? Mira siquiera como nos trató por solo aparecer nosotros tres, Rush. ¿Es que eres idiota?

—Sí —suspiró Riden disfrutando de la escena desde la cama.

—Lo que ella quiera...

—¡Importa! ¿No lo entiendes? —Lo corté, lanzándole una mirada asesina—. Metete en la cabeza lo que Arabella te dijo, Rush: tú la necesitas a ella, no al revés. Lo que ella quiera para ti tiene que ser como el pan de cada día mientras estemos aquí, así que si yo no te lo ordeno, no abras la maldita boca, ¿estamos? Aquí, para Kaela, tú, yo, Riden y todos los que ella quiera somos unas hormigas que ella puede aplastar con la punta de su tacón de ocho centímetros si le da la gana, ¡así que cierra el jodido pico que tienes como boca y deja que yo me encargue de esto porque si me fio de ti, lo que tendremos entre manos serán los granos de arena del desierto del Sahara! Y yo no dejé a mi mejor amiga en una camilla por las malas en Roma para volver a verla sin tener lo que vinimos a buscar.

—Ella tiene razón, Rush —dijo el otro Massey, dejándose caer en la cama clavando la vista al techo.

Rush alzó las manos, abriéndolas y cerrándolas varias veces enojado con la vida hasta respirar profundo, salir de mi espacio personal y dirigir su frustración a su hermano menor.

—¿Me puedes explicar el motivo de tus relajos? —Le preguntó con irritación.

A todas estas, la verdad era que yo también quería oír su respuesta porque el cómo su hermano se estaba tomando las cosas era, en concreto, demasiado raro aun teniendo a Kaela como su mafiosa favorita. Riden alzó solo un poco la cabeza, seguido de un encogimiento de hombros para luego volver a posarse sobre la pila de almohadas que tenía debajo de su cabeza.

—Si Kaela nos hubiese querido muertos lo hubiese hecho desde que pusimos un pie en el aeródromo, así que lo yo les aconsejo es descansar y prepararnos para mañana.




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