Let's Play.

Cincuenta y tres

TRATO

¿No te adhieres a ningún partido? Entonces pierdes

 

Los tres estábamos lo bastante alejados de Arabella y del acto que estaba haciendo con Kaela, pero aun así nos hacíamos notar, solo que mi amiga estaba cegada por la ira y su oscuridad no la dejaba presenciar algo que no fuese venganza.

—¿Por qué no…?

—Porque está ciega —le respondí antes de que siguiera terminara de preguntar—. No nos ha visto y no nos verá hasta que su oscuridad obtenga la venganza que quiere.

—¿Oscuridad? —Ésta vez fue Riden quien preguntó.

—Un parasito que heredó de su padre —expliqué con brusquedad.

—Mató a cincuenta hombres en un abrir y cerrar de ojos y me estás diciendo que eso fue lo que heredó de Novikov —La voz de Riden estaba bañada en asombro y terror.

—Eso, lo que acaban de ver… —señalé a mi mejor amiga con el cuchillo que aún tenía en la mano—. Esa es Ekaterina Nóvikov, princesa y heredera de todo lo que la Bratva Rusa posee.

 

♦ ♦ ♦

Arabella

(Horas antes)

—¿Qué diablos estás haciendo? —La voz de Rise inundó la habitación con el mismo tono que Kendall utilizaba para hacerme saber que estaba cruzando el límite de la locura. Él pasó por las ruedas y el galón de pintura abierto como si de la plaga se tratara y cuando llegó a mí me miró como si de verdad estuviera loca—. ¿Estás demente? ¿Qué rayos le hiciste a la habitación y qué rayos estás haciendo con el soporte, enferma?

Soplé un mechón molesto de mi cabello para apartarlo de mi cara. Levanté un dedo para acallar al idiota que no apreciaba el arte para poder terminar de enroscar las nuevas ruedas de mi mejor amigo. Tuvieron que pasar varios segundos más, pero había conseguido insertar todas las ruedas en su respectivo lugar.

Me levanté del piso con cierta dificultad, pero sonreí cuando observé que las ruedas funcionaban de maravilla. Solo tuve que dar dos pasos para que las luces parpadearan en blanco y amarillo, logrando así que el soporte no se viera tan aburrido.

—¿Y? —Animada, me giré para mirar al mayor de los Massey—. ¿Qué te parece?

—Que necesitas un maldito psiquiátrico, enferma de mierda —mis ánimos decayeron tan rápido como habían subido y él tuvo que notar porque suspiró y se dedicó a ver las ruedas nuevas un segundo más—. ¿No había de otro color? —Cambió su tono de voz y señaló las ruedas.

Mordí el interior de mi mejilla y negué con la cabeza.

—Estas fueron las únicas que Nathaniel pudo encontrar —mascullé en voz baja.

Rise volvió a suspirar y resopló cuando se puso a detallar la pared de al frente, revestida en un nuevo color bonito.

—¿Tampoco había otro maldito color?

—¡Oye! —Me quejé—. El amarillo es bonito.

—El amarillo mostaza u ocre quizás, ¿pero este amarillo? Vas a dejar a todo el maldito mundo ciego antes de que el sol siquiera se pose en las ventanas.

—¡Cualquier tipo de amarillo es bonito, imbécil!

—No cuando es tan chillón como tus gritos, mujer. Arabella, por Dios, ¿qué mosca te picó? Estuve fuera solo dos horas.

No me había pasado nada… Pero si le poníamos un nombre a la mosca se llamaría “aburrimiento” y si a la picada le poníamos un síntoma quizás se llamaría “ansiedad”.

Sí, puede ser.

Había estado todo el día de ayer sin nada que hacer en absoluto cuando Rush me dejó con una laptop abierta para que no los perdiera de vista gracias a los rastreadores que llevaban con ellos. Incluso él se había ofrecido como muestra, caminando de mi habitación a cualquier otro lugar de la casa, consiguiendo así que el punto que él era se moviera en la pantalla.

Lo entendí, lo entendió, me dio el beso más caliente de mi existencia, me quejé, me prometió que iba a darme una follada que en mi vida olvidaría y luego se fue. El muy imbécil se fue. Dejándome encendida, de mal humor, y pasadas las cinco horas, aburrida.

Si no hubiese sido por Roelle quien decidió traer a su pequeña consigo, el día de ayer me hubiese vuelto loca. Gracias a Dios que Genevieve era una Kendall andante. Hablaba, hablaba y hablaba, y la adoraba por eso. Su cabeza era como un libro interminable de palabras, sacándome demasiadas risas, sonrisas y dejándome descolocada de vez en cuando por sus ocurrencias. Algo así como lo que Riden hacía cuando hablaba.

Sin embargo, pasamos toda la tarde y parte de la noche ella y yo en la sala. Vimos películas, comimos demasiado cereal para mi gusto, la ayudé con sus tareas escolares y luego, como si eso no hubiese sido poco, pinté con ella.

Sí. Pinté.

La pequeña hija de Roelle había traído consigo varios cuadernos para colorear, así que me dio uno, retándome a que no podía colorear mejor que ella. Acepté el reto con mucho gusto y estuvimos así hasta que mis parpados no soportaron ver otro lápiz de color en mi vida.

Perdí el reto, claro está. Pero me hizo feliz saber que Roelle en su vida había pintado tanto como yo el día de ayer. Le tuve que rogar a Roelle que no se fueran cuando el reloj marcó la media noche, y luego de varias quejas, logré que ambas se quedaran conmigo en mi habitación, dándonos un maratón de películas de Barbie.

Para mi desgracia, ambas se fueron hoy en la madrugada, después de habernos acostado a las dos de la mañana, porque Genevieve tenía clases. La pobre niña ni siquiera podía caminar en línea recta cuando se levantó de la cama improvisada que Rise y Nathaniel le habían hecho. Me sentí terrible cuando la vi, pero ella me calmó con un abrazo de oso y chillidos de felicidad cuando se espabiló, asegurándome de que nunca la había pasado tan bien. Ni siquiera con corvo.

Tengo que sacárselo en cara cuando él vuelva.




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