Let's Play.

Cincuenta y cuatro

DIFERENTE ENTORNO

Saca el mayor partido de él, es todo lo que tienes

Rush

Pasar la mitad del día sentado en una oficina, moviendo los dedos por el teclado de la computadora con furia y jaqueca se había convertido en un jodido pasatiempo diario que detestaba. Ahora, sumándole que el bendito aparato móvil no había dejado de vibrar contra la mesa desde hace unos buenos quince minutos, y que había tenido una semana de mierda, estaba a nada de perder la poca cordura que me quedaba.

Inhalé una bocanada de aire, concentrando mi atención por completo al correo que le estaba redactando al segundo hombre al mando de Kaela, pero a la vida le gustaba llevarme a los extremos de la escasa cordura que poseía cuando el celular vibró por novena vez consecutiva.

—Joder, joder —mascullé de mal humor, buscando el aparato—. ¿Qué? —Ladré al contestar.

¿Así es cómo le contestas a alguien que te extrañó de más, Rush? —Respondió una voz femenina con un tono acusador, añadiendo más estrés al maldito día.

Maldije entre dientes. Mi día estaba hasta el tope de mierdas que tenía pendientes por realizar, y una de las cosas que no estaba en mi lista era el estar perdiendo tiempo en una jodida conversación con nada más y nada menos que con esa mujer.

Ya bastante tenía encima como para añadirle un puto dolor de cabeza más, pero como a la vida no le bastaba con joderme, también se creía graciosa al estarme enviando a la emperatriz del drama.

Fantástico.

No tenía tiempo para eso. Tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo, ordenar por correo a la mafia israelita diferentes cargamentos de armas de alto calibre porque los últimos cargamentos que me habían enviado, habían sido un completo desastre, sacando a Riden y a mí de quicio al probarlas.

No bastando con eso, tenía que mantener una reunión importante en menos de una hora y media con gente que estaba empezando a hartarme de ver, para hablar de cosas que no me apetecian porque la situación había escalado a mayores, necesitando mayor atención en ciertos puntos, desde que se puso un pie en Escocia.

Y de eso hacía cuatro meses.

Cuatro. Jodidos. Meses.

La cuestión era que desde que se supo que la mafia israelita ya había tomado un bando, las cosas empezaron a moverse demasiado rápido y nosotros junto con ellas.

Con un pie fuera de Sicilia y otro adentro de Miami, empezaron a surgir estrategias e ideas para jugar en las grandes ligas y junto con eso, las reuniones con los líderes aliados que ocupaban puestos importantes en la pirámide también.

Uno de los puntos a tratar en esas reuniones fue el consejo de buscar y cambiarnos de lugar. Lo tomé. Primero porque eso ya lo había previsto y segundo porque el primer atentado por parte de Alexey y del Boss no se hizo esperar.

Casi quería golpear mi cabeza contra el filo de algo por la larga espera que sometí a todos para dejar Miami, porque una vez mudados a nada más y nada menos que Escocia e instalados en el enorme búnker subterráneo que Harrison había dado, no pasó ni una semana para que Chovert fuese bombardeado, derribando el edificio a escombros. Dos veces. Porque si a Alexey no le bastó con dejar los cimientos del edificio en paz, el Boss fue quien tomó la delantera y atacó de último, dejando el terreno inservible, haciéndolo pasar, según las noticias, por un atentado erróneo del gobierno estadounidense.

Para bien o para mal, las personas que me importaban estaban estaban aquí y eso era lo importante. ¿Me molestó que Chovert cayera en ruinas? Sí. ¿Me importó? No. Chovert era un edificio más. Podía comprar miles a ese en un futuro y volverlo a armar con la mejor tecnología si me daba la gana.

Por ahora teníamos esto y aunque no era Chovert, aun así se podía trabajar. Tenía sus pro y sus contras como cualquier lugar nuevo, pero uno de sus pro era su espacio. El búnker era el doble de grande y espacioso que Chovert y de ahí que tuviéramos espacio para el triple de soldatos y personal que teníamos en Miami, exigiendo mucha más atención de mi equipo principal y mía.

La instalación de mis soldatos y de todo el personal fue una de las cosas que más dolor de cabeza me dio, pero no pasó mucho tiempo para que se ajustaran al lugar y con eso a las nuevas reglas que se aplicaban. Y es que gracias a Kaela, Hannelore, Liam, Diego y los demás, tanto los entrenamientos de los soldatos como la seguridad del lugar se habían triplicado.

Ya no solo eran Kendall, Rise, Justine o Arabella dando clases de entrenamiento, y ya no solo eran rondas pequeñas para verificar ciertos espacios del edificio. Ahora a los entrenamientos se les había incluido Harrison y varios líderes de los grupos más letales que comandaban los aliados con los que contaba, y el búnker contaba con la mejor tecnología de seguridad de punta que Kaela, Liam, mis hermanos y yo habíamos logrado construir, convirtiendo el búnker en algo impenetrable.

No parando ahí, cada uno de mis aliados se había dado la tarea de mandar entre más de cuarenta y cincuenta hombres y mujeres a la semana, porque entre más gente, mejor para nosotros, y sin darnos cuenta, contábamos con un arsenal de más de cuatrocientas personas y subiendo, listos para lo que sea. Soldatos expertos o no, estaban aquí, siendo entrenados y preparados para lo que sea que se necesitara.

Todos y cada uno de los nuevos sabían en lo que se estaban metiendo, por ende, no me preocupaba en tener que darles una introducción al mundo en el que estábamos, ni mucho menos repasarles mierdas que ya sabían. A mí lo que me importaba era que siguieran las reglas. Nuevos o viejos, las reglas aplicaban para todos, y el que no quisiera implementar esas reglas, a mí en específico no me afectaba plantarle un tiro en el entrecejo.




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