VEINTISIETE DÍAS
Las apuestas eran altas, y mi desesperación también
Kendall
Octubre, 19.
—Kendall.
Quise golpearme contra la barra al escuchar la voz urgida de Rise, pero lo único que pude hacer fue jugar con el vaso del chupito entre mis dedos antes de bebérmelo de un trago. El sabor dulce de fresas bajó por mi garganta, y dejé de contar los siete chupitos que me faltaban por beber al girarme en el taburete para encararlo, dedicándole una mirada aburrida.
—¿Terminaste de rogarle a las demás que ahora vienes a rogarme a mí? —ataqué, buscando a ciegas tras de mí y vaciando otro shot de un tirón al conseguirlo. No podía hacer esto sobria—. Eso es bajo, Rise. Incluso para ti.
Su rostro se crispó de exasperación, pero no respondió con su usual sarcasmo. No. Tan solo me miró con una urgencia y seriedad que me hizo removerme incómoda en mi asiento. Iba a exigirle que dejara de mirarme así cuando otro preocupado 'Ndrangheta apareció. Fruncí el ceño cuando negó con la cabeza.
—No están —dijo Riden.
La preocupación de Rise me envolvió, traspasando el techo, y maldijo entre dientes, volviendo sus gemas verdes hacia mí por un segundo antes de volver a su hermano.
—Buscaré a Milanna. Rebusca otra vez, pero en esta encuentra al maldito de Drake —Riden asintió y se fue sin decir otra palabra más—. Vienes conmigo —sentenció, aprisionando mi brazo y sacándome del taburete antes de que pudiera exigirle que me dejara en paz.
—¡Quítame las manos de encima! —Gruñí, removiéndome ante su agarre de muerte—. ¡¿Tan poca atención te dieron cómo para que reclames la mía?!
Rise me ignoró por completo, arrastrándome hacia donde la gente seguía moviéndose al ritmo de la música. Encontramos a Mila sonriendo entre los brazos de algún tipo, bailando tranquilamente. Rise no perdió el tiempo y la arrebató de los brazos del tipo que quedó pasmado ante la abrupta interrupción. Mila soltó un sonido estridente de frustración, escuchándose hasta en el infierno, pese a que la música estaba muy alta, pero Rise hizo caso omiso a su rabieta y la cantidad infinita de maldiciones que salían de la boca de su hermana.
Rise siguió así hasta llegar al tercer piso del recinto. Una vez dentro de una espaciosa oficina, nos soltó de mala gana, clavando esas gemas de jade en la computadora del escritorio.
—Dame acceso a las cámaras, Mila —su voz sobresalió por encima de la rabieta sin fin de su hermana.
—¡Vete al infierno! ¿Qué diablos te pasa? ¡Me arrastraste por todo el lugar como una de las miles de mujeres que...!
—¡¡Dame acceso a las malditas cámaras, Milanna!! —Rugió de golpe, plasmando las manos en el escritorio de caoba—. ¡Ahora!
La incomodidad que sentía abajo se esfumó junto a la nubosidad del alcohol que tenía encima desde que mi culo se sentó en esa barra, siendo reemplazado por un estado de alerta. Mila volvió a lanzarle palabras venenosas a su hermano, pero esa actitud...
—¿Qué ocurre? —Interrumpí su discurso tóxico, centrando mi preocupación en él, mientras miles de especulaciones aparecían en mi cabeza, cada una peor que la anterior.
Mila me sepultó con la mirada, pero en cuanto sintió que la tensión se esparcía por la habitación, dejó de hablar, viajando su mirada entre su hermano y yo. La puerta abriéndose de par en par cortó lo que ella estaba a punto de decir.
Ver a Riden cargando con el cuerpo de Drake, bastante golpeado, me dejó fuera de base. Sin embargo, fue lo que dijo lo que hizo que todo se volviera lejano; la habitación, las personas dentro, la música sonando abajo. Mi cabeza disoció todo lo que me rodeaba por varios segundos antes de que todo me llegara de golpe, dejándome caer al piso, sacando cualquier rastro de aire de mi cuerpo.
—¿Qué? —Cuestioné sin aire, insegura de haber escuchado bien.
Tenía que ser una broma. Una broma de muy mal gusto, y si seguía jugando con eso, le arrancaría la cabeza.
—Se la llevaron —repitió Drake como pudo, señalando a Riden el sillón a pocos metros de él, apenado. Riden lo dejó en el sofá antes de colocarse de lado de Rise—. La dejé en el baño. Fueron cinco minutos. Di una vuelta corta por el lugar. Una canción después, me estaba devolviendo al baño, pero algo me cegó, y lo último que recuerdo es despertar en el cuarto de aseo y a Riden sacándome de ahí.
—También se llevaron a Rush —siguió Riden, tan molesto como Drake—. Hay demasiada sangre en la parte trasera del local.
—¡Las cámaras, Milanna! ¡Ya! —Tronó Rise sin esperar a que el minuto de silencio culminara.
Su hermana salió de su estupor. Ella se acercó a la computadora y empezó a teclear furiosamente. La tensión en la habitación era palpable. Mi cabeza se dividía entre ayudar a Drake con sus heridas profundas o procesar la información que acababa de salir por su boca. Opté por lo segundo cuando Mila se encargó de Drake.
Con la furia arremolinándose en mi interior, me dirigí hacia los dos 'Ndrangheta concentrados en la pantalla del computador. Posicionándome al lado de Riden, observé como la pantalla se dividió en cuatro segmentos y las imágenes de las cámaras de seguridad comenzaron a aparecer una tras otra. Mi corazón latía con fuerza mientras Riden y Rise se dedicaban a revisar las grabaciones.
El corazón se me detuvo luego de varios minutos de incertidumbre. Fue en una de los segmentos de la pantalla donde la vi. Riden también, por lo que agrandó la pantalla, y la espalda de mi mejor amiga se hizo más grande. Rise pausó la imagen de Arabella saliendo por la parte trasera del club con una mujer, y respiró hondo antes de seguir con la secuencia de imágenes.
Editado: 09.10.2024